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Por Angélica Rivera

Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.
Hebreos 12:2

Debo confesar que tenía años entendiendo mal este texto. Pensaba que cuando decía que “por el gozo puesto delante de Él, soportó la cruz” se refería a que Cristo sabiendo que ya pronto estaría junto a Su padre, sin dolor, con toda la gloria que le pertenecía desde un principio, encontró la fuerza para soportar la cruz. Pero pude entender que Su gozo no radicaba en eso, si no en el conocimiento de que con Su muerte estaría dando vida a muchas personas que estaban separadas de Dios. Con Su muerte compraría la redención de mi alma, lo que le dio la fuerza para permanecer en la cruz. Fue Su inmenso e inagotable amor por mí. Ni aún en la última hora de Su vida, pensó en Él. Menospreció el costo tan grande que tendría que pagar, porque pensó en la gran salvación que yo obtendría, y eso le traía un inexplicable gozo.

¡Oh, qué amor tan grande, qué corazón tan tierno y manso, me sobrecoge Su bondad y misericordia!

Yo no merecía un regalo y sacrificio tan grande, yo no le buscaba, no le amaba, ni siquiera podía, era Su enemiga. Pero Su amor, color de sangre carmesí, me venció, me cautivó, estoy agradecida por Su gran obra en la cruz, lo que anhelo es darle por completo mi vida. Él es digno.

Lo más triste es que nos hemos familiarizados con esta verdad tan gloriosa. Hemos escuchado hablar tanto de la cruz, que ya no nos emociona. ¡Cuán fácil volvemos lo sublime en algo ordinario!

Así que hoy quisiera que pudiéramos hacer un espacio en nuestras agendas y volver a la cruz, a ese lugar donde le conocimos y agradecerle por Su inmensa bondad.

Podríamos enumerar muchas razones por las cuales estar agradecidas por la cruz, pero sólo estaré compartiendo seis motivos:

1. Agradezco a Dios, porque al ver la cruz, recuerdo cada etapa de mi vida en que Él me ama. Mis circunstancias actuales no son las que determinan Su amor, la cruz lo demostró. (Juan 3:16)

2. Agradezco a Dios por la cruz, porque tengo esperanza en que soy salva y perdonada de mi maldad. Su sacrificio me hizo libre de cargar con mi pecado y de no sentir culpa. Él me perdona. (1 Juan 1:7)

3. Agradezco porque iba camino al infierno, pero ahora me espera una patria celestial, estaré junto a Él por la eternidad. No había forma de entrar al cielo por mis esfuerzos, pero la cruz es ese puente que me permite reconciliarme con Dios. Él es el camino hacia el Padre. (Juan 14:6)

4.  Agradezco porque por la cruz, puedo acercarme con confianza al trono de la gracia, sabiendo que Él es mi sumo sacerdote que se identifica conmigo, que fue tentado en todo, pero sin pecado. (Hebreos 4:15)

5.  Agradezco porque sin cruz no hubiera resurrección. La muerte más injusta, pero la salvación más grandiosa, una tristeza enorme, un gozo indescriptible, al morir en la cruz, la muerte fue vencida, y nuestra resurrección asegurada. Él es la vida. (1 Corintios 15:12-56)

6. Agradezco porque la cruz me enseña cómo vivir en obediencia a Dios, aceptando Su voluntad y planes para mi vida. Vivo confiando en Sus promesas, me enfocan a tomar cada día mi cruz y seguirle. La cruz me enseña que esta vida solo vale la pena ser vivida para amar a Dios y a los demás, Él es Jesús, es mi ejemplo y yo debo seguir Sus pasos. Su muerte en la cruz, me motiva a vivir ahora sin reservas para Él. (Mateo 16:24, 1 Ped 2:21)

Dios en la cruz trató a Jesús como si hubiese vivido tu vida, para tratarte a ti, como si hubieras vivido Su vida. 

John MacArthur

Cristo nunca pecó. Pero Dios lo trató como si hubiera pecado, para declararnos inocentes por medio de Cristo. (2 Corintios 5:21)

¡Oh que preciosa cruz! A través de ella, puedo conocer Su corazón tierno de buen pastor. Cuanta paz trae a mi vida el saber, que tengo una salvación tan grande y que soy eternamente amada.

Y tú, ¿qué agradeces de la cruz?

Angélica Rivera de Peña es diaconisa en la Iglesia Bautista Internacional, República Dominicana,  es graduada del Instituto Integridad & Sabiduría y tiene un certificado en ministerio del Southern Baptist Theological Seminary, a través del programa Seminary Wives Institute, está casada con el pastor Joel Pena, encargado del ministerio de Vida Joven de su iglesia donde Angélica sirve junto a su esposo, y tienen dos hijos, Samuel y Abigail.

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