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Algo malo, algo bueno

Por Mirna Espinoza

Soltera, una palabra conocida en mi vocabulario. Frecuentemente trata de definirme. Así me llaman las personas a mi alrededor, esa amiga de mi mamá que pregunta ¿Qué me pasó?, “muy cerrada, exigente, seria debe ser”, esa tía lejana que pregunta en la cena familiar “¿y el novio para cuándo?”, y me gustaría contestar “¡yo también quiero saber!”.

¿Me defino yo por mi falta de romance? ¿Eso soy? ¿Una soltera? ¿Será mi imagen, será mi carácter?, “algo malo debe haber y por eso soy soltera”. ¿Será un castigo? ¿Estaré haciendo algo mal? Debería arreglarme más. Hablar más, hablar menos. Ser más educada, más sonriente, no enojarme, no estar tan presente, pero a la vez estar. Aceptar al que venga o buscar cuando no viene nadie. Ceder a lo que creo. Ser diferente, buscar, buscar y buscar. Eso es lo que debería de hacer para salir de aquí. Para salir de esta condición, de esta sala de espera, de esta constante expectativa de si vendrá por fin o no.

¿Está mal ser soltera, está mal que mis amigas se estén casando y yo no, está mal anhelar casarme y debo conformarme? Está mal, sea como sea está mal. O puede ser que yo sí esté mal, pero que no sea mi estado civil el que esté mal, sino mi corazón y mis anhelos, mi forma de ver esta espera.

Puede ser que también la sociedad esté mal al exigirme no estar soltera. Si estoy soltera algo malo hay en mí. Estoy como en una sala de doctor esperando a ser llamada para que mi vida por fin comience. La sociedad ve la soltería como algo malo, como algo indeseado, como una burla. Las solteras son aquellas que no han sido amadas y son definidas e identificadas así: “solteras”.

Pero ser soltera no es mi identidad. Ser soltera no es algo malo, no es un castigo ni una consecuencia de mis actos. La soltería, aunque no lo creas (yo en muchas ocasiones no lo hago), es un regalo. Un regalo, que si eres como yo, muchas veces no queremos. Es un regalo, pero dentro de este regalo puedo pasarla muy mal. Ser soltera puede representar dolor, y puede ser sufrimiento para muchas.

“Fue despreciado y desechado de los hombres, varón de dolores y experimentado en aflicción; y como uno de quien los hombres esconden el rostro, fue despreciado, y no le estimamos.” Isaías 53:3

Despreciada, desechada, no estimada. Sensaciones no ajenas a mí, sensaciones que conozco, sensaciones que se me hacen familiares. Así puede sentirse mi corazón, así puedo sentirme al ver a mi alrededor, así me puedo sentir en una fecha como hoy, un 14 de febrero. Me puedo sentir despreciada, desechada, no estimada. Y aquí es donde viene el regalo, este sufrimiento que pasamos nos hace ver una belleza muy grande, un regalo hermoso que no valoramos. Jesús nos entiende. Jesús sufrió el dolor más grande que una persona ha sufrido, nuestros sufrimientos como solteras jamás se compararán a Sus sufrimientos, porque Él ahora carga nuestro dolor.

Jesús no solo nos entiende a través del dolor, Jesús nos entiende a través de un estado civil. Jesús murió soltero, por lo que hay una razón más para sentirnos comprendidas por el gran Salvador. “Tentado en todo pero sin pecado”, sus luchas eran las nuestras, qué maravilloso saber que nos entiende completamente. Jesús sabe por lo que estamos pasando.

Este sufrimiento no lo vivo sola, no es en vano. Este sufrimiento es un regalo. Un regalo para darme cuenta que no estoy sola, que yo valgo. No valgo por cómo me veo, por mi carisma o los piropos que me tiran. Valgo más que eso. No valgo por mí misma. Valgo por Él. Su sufrimiento hizo que mi sufrimiento no fuera en vano. Su sufrimiento hace que mi sufrimiento tenga valor. Valor eterno. Su sufrimiento hace que mi sufrimiento me lleve a Él.

“Pues el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre.” 1 Tesalonicenses 4:16-17

Ser soltera puede hacerme sentir sola, pero no estoy sola. Él murió para que yo supiera que, aunque la soltería puede doler a veces, todo es perfecto si es acorde a Su voluntad. Mi voluntad no es perfecta, por eso así como Él dijo, “que se haga tu voluntad y no la mía” es mi mejor oración. Porque me hace descansar en que no depende de mí si me caso o no me caso, sino que depende de Él. Sea que me case o no, sé que ni planeando una vida entera podrán ser mejores mis planes que los del Creador de los cielos y la tierra, de los astros, de toda la creación.

Suyos son los tiempos, Suya es la voluntad, y Su amor hacia mí es tan grande que puedo confiar que soltera o casada su plan es que yo esté con Él para siempre. Y ese plan es infinitamente mejor a una boda en un jardín bonito, una boda con muchos invitados, una boda con comida deliciosa, porque todo eso pasará, pero todas tendremos una boda mejor a la que hemos soñado. Las bodas del Cordero con nuestro Amado. Que esa boda sea nuestro más grande deseo y la boda terrenal un anhelo sujetado a nuestro amor verdadero, nuestro Salvador, Cristo Jesús.

Mirna Espinoza, una joven soltera. Sirve al Señor en la ciudad de Guatemala con jóvenes y niños. Busca que a través de sus escritos se toquen temas en los cuales muchos puedan sentirse comprendidos y sobre todo que conozcan más del amor, gracia y misericordia del Señor.

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