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LA PROTECCIÓN DE LA PALABRA DE DIOS

January 13, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

SALMO 119:9‑16

Por JEANY KIM JUN

¿Cómo les enseñamos a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos, a mantenerse en pureza? ¿Cómo lo aprendemos nosotras? Al dirigirlos constantemente (y dirigirnos nosotras) a la Palabra de Dios y al ayudarlos a personalizarla. Los mandamientos y las leyes de Dios tienen autoridad sobre nuestras vidas. No solo necesitamos enseñar la Palabra de Dios a nuestros hijos, sino que ambos necesitamos tener un deseo personal de guardarla (v. 9), buscarla (v. 10), atesorarla (v. 11), proclamarla (v. 13), meditar en ella (v. 15) y deleitarnos en ella (vv. 14,16), para no desviarnos de los caminos del Señor (v. 10), no pecar contra Dios (v. 11) y no olvidar Su Palabra (v. 16).

Dicho de otra manera, el Salmo 119 nos enseña que para conocer al Señor, el Dios creador, debemos conocer Su Palabra (vv. 9,11,16), Sus mandamientos (v. 10), Sus decretos (vv. 12,16), Sus juicios (v. 13), Sus estatutos (v. 14) y Sus preceptos (v. 15). Como lo resume un comentario:

Debemos atesorar con cuidado la Palabra de Dios, declararla a otros, meditar en ella y deleitarnos en ella de todo corazón; entonces, por la gracia del Señor, actuaremos en consecuencia.

¿Qué mandamientos y leyes es más importante que conozcamos? Cuando un escriba le preguntó a Jesús, en Marcos 12:28 «De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante?», Jesús respondió citando Deuteronomio 6:4‑5 y Levítico 19:18, y dijo:

El más importante es: «Oye, Israel. El Señor nuestro Dios es el único Señor […]. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas». El segundo es: «Ama a tu prójimo como a ti mismo». No hay otro mandamiento más importante que estos.

(Mar. 12:29)

Todas las leyes se resumían en estos mandamientos porque Dios nos dio las reglas, los preceptos y las leyes para que pudiéramos amarlo y amar a nuestro prójimo. Dios creó alhombre a Su imagen (Gén. 1:27), así que, como portadoras de Su imagen, debemos habitar con nuestros hermanos espirituales que han sido adoptados a la familia de Dios, así como con aquellos que están fuera de la familia cristiana, como «prójimos». Debemos tratarlos como Dios nos trata, con lo que el Salmo 119 llama kjésed (Sal. 119:41,64,76,88,124,149,159). No hay una traducción directa de kjésed del hebreo, pero a menudo se traduce como «amor inagotable» o «misericordia». La kjésed de Dios se muestra en Su amor, misericordia, gracia y bondad inquebrantables por Su pueblo. A medida que aprendemos las leyes de Dios y meditamos en ellas al orar y pasar tiempo con el Señor, empezamos a ser transformadas a Su imagen. Entonces, y solo entonces, podemos aprender a «desbordar con la kjésed de Dios para con los demás y volvernos más misericordiosas, llenas de gracia, lentas para airarnos, amorosas, fieles y dispuestas a perdonar».

Aun el experto en la ley, en Lucas 10, que le preguntó a Jesús cómo podía heredar la vida eterna, citó Deuteronomio 6:4‑5 y Levítico 19:18 cuando Jesús le preguntó: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú?». Cuando el hombre, en un intento de hacer que la ley fuera más manejable y menos radical, respondió con la pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?», Jesús contó la historia del buen samaritano. En esencia, lo que dijo fue: La pregunta no es: «¿Quién es mi prójimo?». La pregunta es: «¿Eres un prójimo?».

Entonces, no desviarnos de los mandamientos de Dios (Sal. 119:10) implica necesariamente amar a nuestro prójimo. ¿Cómo debemos habitar con los prójimos que son nuestros enemigos, como lo eran los samaritanos de los judíos? Primero, debemos darnos cuenta de que siguen siendo nuestros prójimos. En la parábola del buen samaritano, Jesús derriba los muros entre las personas, y nos dice que los demás hombres son nuestros prójimos. Dios los creó, así que debemos valorarlos y amarlos porque portan Su imagen. Debemos tratar a los demás con el amor y la compasión con la cual Dios nos trató. La parábola del buen samaritano no es tan solo un ejemplo de la ley en acción, sino que en realidad nos señala al evangelio, porque Jesús es el prójimo que nos mostró misericordia cuando todavía estábamos muertos en nuestros delitos y pecados y vivíamos como Sus enemigos (Rom. 5:8).

DERRIBAR LAS BARRERAS
Por supuesto, no es fácil amar a todos los prójimos. Por eso, Jesús eligió a un samaritano como el héroe de Su historia. Los judíos y los samaritanos eran enemigos jurados, aunque a alguien que los observara de afuera pudieran resultarles parecidos. Los japoneses y los coreanos también son parecidos para un extranjero, pero en un momento, fueron enemigos jurados. Las atrocidades que cometieron los japoneses todavía hacen que muchos coreanos sientan amargura y dudas. La ocupación japonesa de Corea entre 1910 y 1945 dejó a muchos coreanos de la generación pasada con un odio hacia los japoneses y a todo lo que ellos hacen. Cuando estaba en la escuela secundaria, una de mis mejores amigas era una japonesa estadounidense. Mis padres, quienes nunca compraban autos japoneses, me advirtieron que no confiara en ella, tan solo debido a su ascendencia. Pero para mí, era mi amiga, una asiática estadounidense que estaba creciendo en Estados Unidos igual que yo, y no mi enemiga eterna. Era una persona. Era mi prójimo. La ley de Dios nos llama a derribar las barreras y construir puentes para que podamos amar a todos nuestros prójimos.

ALMACENA LA PALABRA DE DIOS EN TU CORAZÓN
Necesitamos aprender las leyes y los mandamientos de Dios, almacenarlos en nuestro corazón y nuestra mente y seguir declarando la verdad para usarla cuando sea necesario. El salmista declara: «Yo te busco con todo el corazón» (119:10), y ruega: «no dejes que me desvíe de tus mandamientos». El salmista sabe que nuestro corazón es, como dice un viejo himno, «propenso a alejarse […] propenso a dejar al Dios que amo». Cuando declaro que amo las leyes de Dios, eso sirve como un recordatorio de que amo a Dios y por lo tanto deseo guardar Sus leyes que me instan a amar a mi prójimo. Cuando me recuerdo estas verdades, me ayuda a mantenerme alejada del pecado. Por desgracia, casi siempre es más fácil pecar que intentar guardar la ley de Dios. Entonces, repaso una y otra vez el estribillo: «En tus preceptos medito, y pongo mis ojos en tus sendas. En tus decretos hallo mi deleite» (vv. 15‑16), como manera de recordarme que no debo pecar.

Permíteme darte un ejemplo personal de cómo funciona esto. Cuando mi hija tenía quince años, le sucedió algo terrible. El perro de mi cuñada le desfiguró la cara. Necesitó más de 30 puntos en la mejilla izquierda, tuvo que usar vendas de silicona durante 16 semanas y hasta tuvo que hacer terapia por el trauma. Yo estaba enojadísima con mi cuñada por traer a su perro y permitirle entrar a la casa. Nuestra relación era incluso más difícil porque ella no era cristiana. Al día siguiente, empecé a llorar y clamé a Dios y le dije: «Sé que puedes usar esta situación para bien, y tal vez incluso llevarla a tus pies. Probablemente vayas a hacer que la perdone, pero no quiero hacerlo. ¡Ni siquiera se deshizo del perro! ¿Cómo puede seguir cuidándolo y alimentándolo cuando lastimó tanto a mi hija?».

Quería seguir enojada con mi cuñada, cortar todo vínculo y continuar odiándola y reteniéndole el perdón. Nadie podía convencerme de que la perdonara. Me di cuenta de que, en el pasado, había juzgado a otros cuando decían que no podían perdonar a alguien (por ejemplo, a un padre que había abandonado a su familia) y vi lo equivocada que había estado al decirles a las víctimas que «simplemente perdonaran». Yo podía perdonar con esa facilidad porque nunca me habían lastimado tanto. Pero cuando me pasó a mí, nadie podría haberme obligado a que perdonara a mi cuñada. Dios tenía que transformar mi corazón.

Conocía bien Jeremías 29:11: «Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza». Sin embargo, no podía entender cómo esto no era una calamidad para mi hija. También conocía Romanos 8:28: «Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito». Sin embargo, no podía entender cómo esto obraba para el bien de mi hija. Leí Santiago 1:2‑3: «Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia». Sin embargo, no podía encontrar dicha en esta situación. Por último, Dios me recordó Juan 15:2: «Toda rama que en mí no da fruto, la corta; pero toda rama que da fruto la poda para que dé más fruto todavía». Le pregunté al Señor: «Si permitiste que esto sucediera, ¿significa que me estás podando para que dé más fruto?».

Sabía cuál era el mandato de Dios: amar a mi prójimo. Pero para hacerlo, tenía que predicarme a mí misma el evangelio y recordarme las promesas de Dios; es decir, que Jesús me perdonó una deuda inmensa y que necesitaba perdonar a los demás sus pequeñas deudas. Empecé a dedicarme de lleno a escuchar y leer la Palabra de Dios. Necesitaba escuchar las verdades de Dios cada día para aprender aquello que todavía no estaba guardado en mi corazón. Clamé al Señor pidiendo ayuda y Dios puso en marcha Su plan para rescatarme. Recordé que debía alabar a Dios antes de pedir algo. Y mientras alababa, entendí que Él era el Creador de todas las cosas: omnisciente, todopoderoso, lleno de amor, mi proveedor, mi sanador, mi defensor y protector.

Unos diez meses después del incidente, Dios me llevó a México en un viaje misionero médico. Mientras estaba allí, los estudiantes universitarios cantaron «Aquella cruz» ¡y repitieron el estribillo 20 veces! Dios usó aquel estribillo para traspasar mi corazón. Mi deuda fue saldada gracias a que Jesús derramó Su preciosa sangre por mí. Era una pecadora perdonada. Ahora, la maldición del pecado ya no tenía poder sobre mí, y el Hijo me había liberado. Además, me había librado de manera que ya no era esclava de mi enojo contra mi cuñada. Predicarme el evangelio en mi cabeza había evitado que pecara con mis acciones. Pero a través de esta canción, el mensaje por fin penetró a mi corazón. Me sentí liberada.

Dos años después del incidente, puedo decir que Dios ha estado obrando en mí. Me he vuelto menos propensa a enojarme y culpar a otros. Además, Dios ha estado sanando a mi hija en cuerpo y espíritu; aunque tiene una pequeña cicatriz en el rostro, está física y mentalmente saludable y es más resistente. Me apoyo en estas verdades para recordar que debo mostrar kjésed a mi prójimo; en especial, a mi cuñada.

Sigo orando por reconciliación. Pero todavía no he llegado a ese punto. Sin embargo, Dios me recuerda que la reconciliación es algo bilateral. Para que haya reconciliación, uno tiene que pedir perdón y el otro debe conceder ese perdón. No obstante, Él me manda que perdone. Sigo orando por una relación restaurada y espero con ansias el día en que pueda reconciliarme con mi cuñada.

AMA A TU PRÓJIMO (SÍ, ES DIFÍCIL)
¿Por qué te cuento esta historia? Porque proteger nuestro camino según la Palabra de Dios significa no alejarse de Sus mandamientos, y eso implica amar a nuestro prójimo. Según mi experiencia, eso puede ser difícil a veces. Y he llegado a darme cuenta de que no siempre quiero hacerlo.

A menos que la Palabra de Dios esté profunda y firmemente arraigada en nuestro corazón, es muy fácil pecar contra el Señor. Necesitamos recordatorios desde el exterior. Necesitamos que otros nos animen a aferrarnos a la cruz. Es más, cada persona necesita desarrollar un amor por la Palabra para estar motivada a leer las promesas de Dios, meditar en ellas y declararlas, en especial frente al pecado. ¿Cómo pueden nuestros jóvenes y niños mantener sus caminos en pureza? ¿Cómo podemos hacerlo nosotras? Al almacenar la ley de Dios en nuestros corazones, meditar en ella y declararla. Debemos amar a Dios y a nuestro prójimo. En esencia, eso requiere que entendamos, conozcamos, amemos, disfrutemos y pongamos en práctica (incluso cuando no sintamos el deseo de hacerlo) el mensaje del evangelio del mayor ejemplo de amor por el prójimo, el cual nos ama y nos da poder para cumplir la ley de Dios y amar a los demás. El evangelio es lo que nos permite mantener nuestro camino puro y obedecer al Señor.


Devocional de Sus testimonios, mi porción (B&H Español)

Año nuevo, ¿metas nuevas?

January 11, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

Por Masiel Mateo

La práctica de hacer resoluciones de Año Nuevo se remonta más de 3.000 años en la antigua Babilonia. Hay algo en el nuevo año que nos da la sensación de un nuevo comienzo, aunque en realidad, no hay diferencia entre el 31 de diciembre y 1 el de enero. Nada místico se produce en la medianoche del 31 de diciembre. Y aunque la Biblia no habla a favor o en contra del concepto de las resoluciones de Año Nuevo, es la tradición más realizada por miles de millones de personas en el mundo. 

Las resoluciones más comunes son los compromisos para dejar de fumar o tomar alcohol, manejar el dinero sabiamente y pasar más tiempo en familia, siendo la más común bajar de peso junto con hacer más ejercicio y comer sano. Todas estas son buenas metas para trazarse, sin embargo, 1 Timoteo 4:8 nos instruye a mantener el ejercicio en perspectiva: «Porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera».  

Por otro lado, muchos hacen resoluciones de Año Nuevo para orar más, leer la Biblia todos los días y asistir a la iglesia con regularidad. Estas son metas fantásticas, pero iniciar o dejar de hacer alguna actividad no tiene valor a menos que tenga la motivación adecuada para detener o iniciar la actividad. Por ejemplo, ¿por qué quieres leer la Biblia todos los días? ¿Es para honrar a Dios y crecer espiritualmente, o es porque has escuchado que es algo bueno para hacer? ¿Por qué quieres perder peso? ¿Es para honrar a Dios con tu cuerpo, o es por vanidad, en honor a ti mismo? 

La pregunta crucial es: ¿están tus metas centradas en Cristo y Su evangelio? Si esas resoluciones no honran a Dios o no son de acuerdo con Su Palabra, te aseguro que solo estás creando una carga sobre ti, ya que nunca podrás vivir de una manera que te haga merecer a Dios o ganarte Su favor. 

Ahora bien, lo único que sí puedes hacer es quitar los ojos de ti misma y depositar toda tu confianza en la vida perfecta de Cristo para que puedas así, «Acercarte, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» tal como dice Hebreos 4:16. En Cristo encuentras TODO lo que necesitas para este año y todos los que vayas a vivir. Pues Él cumplió Su propósito de aplacar la ira de Dios dejándote libre acceso al trono de la gracia para que tu meta sea conocerle, amarle y disfrutarle. ¡Esa sí que es una meta que puedes tener año tras año! 

Así que en lugar de tomar tiempo para orar a Dios por Su guía y luego escribir tus metas, tómate el tiempo para pedirle al Señor que alinee tus deseos a Su voluntad. Esta sola oración te asegura que tus metas sean agradables ante Él y le den toda la gloria. Como bien dice 1 Juan 5:14,15: «Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho». 

En este nuevo año, pídele a Dios que ponga en tu corazón un mayor anhelo por conocerle y crecer en Él. Si esa es tu meta, te aseguro que vivirás la mejor vida posible pues es la que Él ha diseñado para ti. 

ESTRELLAS DE ESPERANZA

January 9, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

Marjory Hord de Méndez

«Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada
sobre un monte no se puede esconder»
(MAT. 5:14).

¿Alguna vez se te ha ido la luz de la casa y te encontraste de un momento a otro completamente en tinieblas? Sientes un poco de pánico, buscas cerillos y velas o una linterna… y solo entonces te tranquilizas. Por otro lado, si has andado en el campo sin poder alumbrar tu camino, posiblemente te hayas tropezado o arañado. Se agigantan los sonidos que escuchas e imaginas monstruos o por lo menos bestias peligrosas a tu alrededor. Sin luz puedes sentirte perdido o angustiado, sin rumbo y sin esperanza.

Jesús, la misma luz del mundo, también nos llamó portadores de esa luz. Para las personas que no lo conocen a Él, somos las que reflejan su imagen. En Juan 1 vemos que la luz brilla en la oscuridad, y la oscuridad jamás podrá apagarla. Cristo vino a un mundo en tinieblas para disipar esa oscuridad. De la misma manera, nos llama a ser estrellas que representan Su verdad en esta tierra llena de mentiras, temores y peligros.

Suena hermoso, pero ¿cómo lograrlo? Primero, tienes que estar enchufado a diario con la principal fuente de luz verdadera, con Cristo.

Empápate de Su Palabra; escoge un versículo para guiarte en ese día. Luego permite que Él te enseñe a lo largo del día qué palabras o acciones tuyas pueden ser usadas para dar luz a las personas que cruzan tu camino.


Un devocional de Un año con Jesús (B&H Español)

La búsqueda de la felicidad

January 6, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

SALMO 119:1‑8

Por JAMIKA MUNN

Hemos recorrido muchos caminos en nuestra búsqueda de la felicidad.

Algunas hemos tomado el camino de la carrera perfecta o el camino al romance, tal vez saltando de relación en relación. Otras hemos probado la esfera social, asistiendo a todos los lugares de moda, teniendo la ropa más linda y buscando el estrellato en los medios sociales. Muchas nos repetimos constantemente que, si tan solo tuviéramos más logros o posesiones materiales, por fin seríamos felices.

¿No sería maravilloso si eso fuera verdad?

La felicidad es un sentimiento o experiencia que todos en la tierra buscan o fingen tener (o ambas cosas). Todas la anhelamos y la buscamos. Sin embargo, lo que suelen vendernos los medios, los libros y la opinión popular como felicidad ha probado ser algo ordinario e insatisfactorio. Si somos sinceras, esto dificulta saber dónde se encuentra la verdadera felicidad. Sin embargo, la verdad es que Dios sí nos creó para que fuéramos felices. El problema es que buscamos la felicidad fuera del diseño de Dios, lo cual nunca funciona. Gracias a Dios, Él ha revelado el verdadero camino a la felicidad, y podemos estar seguras de que nos guiará allí. El principio de este salmo nos muestra el camino.

Dichosos los que van por caminos perfectos, los que andan conforme a la ley del Señor (v. 1).

Observa la palabra «dichosos». La dicha se refiere a un estado de felicidad pleno. Es más que una felicidad circunstancial; es un estado de felicidad que depende de nuestra relación con Dios. Vemos que el mismo término se usa en el Salmo 1 y en las Bienaventuranzas (Mat. 5). Las personas piadosas son personas felices. En el primer versículo del Salmo 119, el salmista le atribuye la felicidad a ir por un camino perfecto y andar conforme a la ley del Señor. Para simplificarlo, la felicidad es un patrón habitual si vivimos según la instrucción del Señor.

Podríamos verlo como dos caminos que se extienden frente a nosotras. Uno está lleno de culpa y vergüenza, mientras que el otro está pavimentado con libertad e inocencia. La persona que toma el segundo camino entiende que la Palabra de Dios tiene plena autoridad sobre todas las cosas, sin importar cuál sea su opinión personal o sus sentimientos.

Al considerar esto, es sabio que examinemos con cuidado nuestro corazón para evitar declarar que vamos por un camino perfecto aunque no sea así. Consideremos lo que significa «perfecto». Ser perfecto implica ser hallado sin falta ni culpa.

Según la Escritura, sabemos que ninguna de nosotras puede ser perfecta por mérito propio. Aun nuestros logros más nobles y mejores no logran que estemos a cuentas con un Dios santo. La Biblia declara que «no hay un solo justo, ni siquiera uno» (Rom. 3:10). En última instancia, un camino perfecto requiere que seamos intachables y ¡solo Cristo puede serlo! Jesús es el único que fue verdaderamente dichoso porque fue perfectamente intachable. Podemos compartir esta dicha al entender que la perfección de Cristo se le acredita a cualquiera que confía en Él. En Cristo, podemos ser consideradas intachables ante Dios. El camino a la felicidad es confiar en Cristo, ¡el cual es perfecto por nosotras!

GUARDAR LOS MANDAMIENTOS

Bienaventurados los que guardan sus testimonios (v. 2, RVR1960).

Cuando era pequeña, nuestra iglesia tenía un servicio llamado Noche de gozo. Todos los viernes por la noche teníamos Noche de gozo, y la congregación se reunía a cantar y testificar de la bondad del Señor. Si alguna vez fuiste a una iglesia negra, sabrás lo emocionantes que pueden ser las reuniones de testimonios. Los testimonios siempre eran variados: desde alguien que se sanaba de alguna enfermedad a otro que recibía dinero inesperado para pagar alguna cuenta. Escuchábamos horas de testimonios, y cada uno iba seguido de una canción en respuesta, donde un miembro de la congregación lidera la alabanza y el resto responde cantando. Una de mis favoritas decía:

Llamado: «¿En quién te estás apoyando?».
Respuesta: «Me apoyo en el Señor».
Llamado: «¿En quién te estás apoyando?».
Respuesta: «Me apoyo en el Señor».
Llamado: «Me apoyo…».
Respuesta: «¡En el Señor!».

Todos testificaban con alegría sobre el carácter de Dios, Su fidelidad para proveer y Su misericordia y bondad para sanar enfermedades. ¡Alabado sea Dios!

Aunque estos testimonios son maravillosos, creo que el salmista quiere destacar otra verdad aquí. Los testimonios que describe aquí son para guardar. Estos testimonios son los mandamientos de Dios para Su pueblo. Sus mandamientos testifican sobre Su carácter santo. El salmista proclama que seremos felices si guardamos los mandamientos de Dios en nuestro corazón y, al hacerlo, reflejaremos Su carácter. Aunque somos incapaces de guardar y poner en práctica a la perfección los testimonios de Dios, podemos confiar en que Él nos ayudará a practicarlos lo mejor que podamos. Jesús guardó los testimonios de Dios a la perfección. Guardó la Palabra del Padre y fue un ejemplo perfecto de todo lo que Dios había mandado. En nuestro caso, la felicidad se encuentra al guardar la verdad del evangelio en nuestro corazón y buscar poner en práctica lo que implica.

¿SENTIMOS LA FALTA?

… y de todo corazón lo buscan (v. 2).

Mi cuñada es una esposa y madre muy ocupada, y suele perder su teléfono celular. Puede estar perdido durante horas y ella no se da cuenta, pero cuando siente la falta, la búsqueda del teléfono perdido a menudo requiere un esfuerzo de equipo. Seguirles el paso a seis niños con dedos pegajosos en una casa de tres pisos trae su propia ansiedad y urgencia de encontrar el teléfono lo más pronto posible. En un abrir y cerrar de ojos, los almohadones del sofá están en el suelo, la ropa quedó toda desordenada, alguien está buscando en la camioneta y, ¡se siente la presión!

La urgencia de encontrar el celular es tan grande porque, para mi cuñada, es una necesidad. Es algo valioso. Probablemente haya algo en tu vida que percibas como una «necesidad». Para algunas de nosotras será nuestro teléfono celular y para otras, algo más. Sea lo que sea, piensa en eso y pregúntate: ¿Busco a Dios con la misma intensidad y determinación? ¿Lo considero algo absolutamente necesario? Si sentimos la falta de nuestro teléfono o de cualquier otra cosa más de lo que sentimos la falta de la Palabra de Dios en nuestras vidas, ¿qué revela esto sobre nuestro corazón? Queremos ser mujeres que declaren, como el salmista, que Dios y Su Palabra son invaluables, que verdaderamente son una necesidad para nuestras vidas y que buscaremos al Señor con urgencia.

Tenemos que saber algunas cosas sobre buscar a Dios. Primero, la única manera en la que podemos buscarlo es en la persona de Cristo. «Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí» (Juan 14:6, RVR1960). Segundo, debemos buscarlo a través de Su Palabra en verdad, porque «Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Juan 4:24). Tercero, debemos buscarlo con una actitud de compromiso con la santidad: «Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor» (Heb. 12:14). Por último, debemos buscarlo por encima de todas las cosas y recordar, incluso cuando lo hacemos, que es imposible buscar aquello que es más valioso que todo sin la ayuda del Espíritu Santo. Como cristianas, sabemos que si Dios no nos diera Su Espíritu, no lo buscaríamos. Naturalmente, «no hay nadie […] que busque a Dios» (Rom. 3:11). Sin Su Espíritu, siempre correríamos detrás de los ídolos de nuestros corazones, que nos prometen felicidad pero tan solo llevan a angustias.

NADA DE HÁBITOS NI EXCUSAS

Jamás hacen nada malo, sino que siguen los caminos de Dios (v. 3).

La lucha con el pecado es real. A diario, vemos cómo Romanos 7:19 cobra vida ante nuestros ojos: «De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero».

Cuando el Salmo 119:3 destaca a aquellos que «jamás hacen nada malo», se refiere a corazones que han sido verdaderamente cambiados por el evangelio. Aquellos que «jamás hacen nada malo» no están libres de iniquidad, sino que no tienen el hábito de pecar. Ya no buscan maneras de hacer el mal, sino que se esfuerzan por hacer lo bueno. Aunque puede luchar con el pecado, la persona verdaderamente feliz no se hace el hábito de pecar; tampoco se deleita en él ni lo excusa.

NO HACE FALTA AVERGONZARSE

Tú has establecido tus preceptos, para que se cumplan fielmente (v. 4).

¿Recuerdas algún momento en el que te hayan dado reglas o expectativas para tu conducta? Mi madre se tomaba muy en serio nuestra conducta, ¡en especial en público! Cada visita a alguna tienda iba precedida de una lista de deberes y prohibiciones. Mamá siempre nos decía: «Ahora, cuando entremos a la tienda, no toques nada y no pidas nada». Ella ponía las reglas y esperaba que las cumpliéramos. Mis hermanos y yo teníamos bien en claro que, en este caso, ¡la obediencia llevaba a la felicidad! Nos esforzábamos por obedecer lo mejor que podíamos, a veces ni nos animábamos a mirar algo que queríamos; ni hablar de tocarlo. De una manera mucho más significativa, Dios ha dado Su Palabra y nos ha mandado que la respetemos y la obedezcamos con cuidado. El salmista está ansioso por obedecer la Palabra de Dios porque entiende que así le irá bien (tal como nos sucedía a mí y a mis hermanos si obedecíamos a mamá en la tienda).

Pero por más que deseemos caminar en obediencia, nunca podremos guardar los preceptos del Señor con absoluta diligencia. Debemos depender de la ayuda de Dios para obedecer. Podemos clamar al Señor pidiendo ayuda, y el salmista sabe que debe hacerlo: «¡Cuánto deseo afirmar mis caminos para cumplir tus decretos!» (v. 5).

El salmista también entiende que, al cumplir los decretos del Señor, no será avergonzado. Si pusiéramos nuestra vida bajo la lupa junto a la ley de Dios, descubriríamos que estamos llenas de vergüenza. Nuestro corazón y nuestra conciencia nos condenarían sin piedad, ya que veríamos con absoluta claridad cuánto quebrantamos la ley de Dios constantemente. Pero en Cristo, no hace falta avergonzarse. El Señor Jesús soportó la cruz y cargó con nuestra vergüenza; fue avergonzado por pecados que no cometió y que nosotras sí cometimos. A cambio, el cristiano ahora puede vivir sin vergüenza en su vida y con gloria en la venidera. ¡Alabado sea Dios por Jesús! Que nuestros ojos estén fijos en Cristo, el cual vivió a la perfección los mandamientos de Dios. Él es quien quita nuestra vergüenza cuando no perseveramos en guardar los estatutos del Señor. «En esto sabremos que somos de la verdad, y nos sentiremos seguros delante de él: que aunque nuestro corazón nos condene, Dios es más grande que nuestro corazón» (1 Jn. 3:19‑20).

EN LA ESCUELA DE LO DIVINO

Te alabaré con integridad de corazón, cuando aprenda tus justos juicios. Tus decretos cumpliré; no me abandones del todo (vv. 7‑8).

En la primera estrofa de este salmo (vv. 1‑8), el salmista llega a la conclusión de que, a medida que descubramos la Palabra y la voluntad de Dios, nuestro corazón se deleitará en ellas, y nuestro deleite llevará a la práctica. Aprender las reglas justas de Dios es más que grabar un mero conocimiento en la mente. Aprender sobre algo implica saber cómo aplicarlo. Recuerdo cuando estudiaba para ser asistente certificada de enfermería. Había exámenes teóricos y prácticos, pero primero preguntaban sobre la teoría. Nuestro instructor nos dio cuatro capítulos para estudiar como preparación para el primer examen. No es ninguna sorpresa que, si no pasábamos el examen teórico, no podíamos seguir adelante con el práctico. El instructor quería asegurarse de que tuviéramos el conocimiento que lleva a la aplicación. Sin embargo, el conocimiento solo no era suficiente… por ende, el examen práctico. ¡Los que estudiamos con diligencia y aplicamos ese conocimiento en el examen práctico nos alegramos cuando aprobamos! Ahora bien, ¿cuánto más debería ser esta nuestra experiencia en la escuela de lo divino? La teoría debería llevar a la práctica. Con Dios, el esfuerzo para aprender Sus reglas justas nunca es en vano y tiene un valor eterno.

Nuestro estudio de los estatutos divinos debería llevarnos a una aplicación práctica que glorifique a Dios. Tal como muchos teólogos han proclamado, la teología siempre lleva a la doxología. El salmista decide guardar los estatutos del Señor, aunque es consciente de su propia incapacidad de hacerlo. Incluso hace un pedido de dependencia: «¡no me abandones del todo!». Está diciendo: No me dejes librado a mis recursos para siempre, o fracasaré. En Cristo, Dios respondió esa oración: «Nunca te dejaré; jamás te abandonaré» (Heb. 13:5).

Compartimos el clamor del escritor del Salmo 119. Si dependiera de nosotras cumplir a la perfección la ley de Dios para ganarnos o mantener Su bendición, fracasaríamos de manera deplorable. Pero donde nosotras fracasamos, ¡Jesús venció! Se transformó en el Verbo hecho carne (Juan 1:14) y cumplió toda la ley. Este hombre intachable fue el que llevó sobre sí toda nuestra impiedad. Cuando confiamos en la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo, confiamos en que todo nuestro pecado y nuestra vergüenza fueron clavados a la cruz. Por el Espíritu de Dios, podemos cantar con seguridad las palabras del escritor de himnos Isaac Watts:

En la cruz, en la cruz, do primero vi la luz,
Y las manchas de mi alma yo lavé.
Fue allí por fe do vi a Jesús,
Y siempre feliz con Él seré.

Confía en Jesús, entrégale tu camino a Dios y recibe bendición. En este mundo las cosas que nos dicen que llevarán a la felicidad tan solo conducen, en el mejor de los casos, a una sensación pasajera de alegría. En cambio, aquí tenemos una felicidad que vale la pena perseguir, que se puede encontrar y que jamás termina.


Devocional de Sus testimonios, mi porción (B&H Español)

Una adoración genuina

January 4, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

Por Verónica Rodas

En la visita de los magos a Jesús, éstos son un hermoso ejemplo si queremos aprender a vivir una vida plena de verdadera adoración. 

Se esforzaron 
Ellos recorrieron un tramo larguísimo, haciendo aproximadamente 2000 kilómetros para ir a adorar a Jesús: «Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos» (Mat. 2:1). Adoración no es solo liturgia, canciones o palabras correctas, la adoración más profunda brota cuando el corazón percibe a alguien digno de valorar y amar. Y todo lo que quieres hacer es entregarte, honrarle y estar cerca de Él. 

Fueron guiados sobrenaturalmente 
Para que suceda lo anterior, es imprescindible este punto: Los magos fueron informados del nacimiento del Rey Jesús por la estrella que apareció en el cielo. Desde ese mismo momento que se les reveló esa estrella, estuvieron dispuestos a pasar todo lo que fuera necesario para llegar delante del Rey y adorarle. Fueron guiados e impulsados por algo sobrenatural: «su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle» (Mat. 2:2). Sus vidas fueron revolucionadas: «¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto» (v. 2). 

Necesitamos que nos suceda lo mismo, nuestra adoración también necesita ser guiada y encendida por algo que nos trasciende. Para experimentar una adoración viva, apasionada, ardiente, expectante, renovada y genuina, necesitamos que el Espíritu Santo resplandezca «en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» (2 Cor. 4:6). 

Buscaban al Cristo 
Justamente eso es lo que nos sucederá si tenemos verdadera comunión con el Espíritu Santo. Siempre será una adoración a Dios viendo Su gloria en la faz de Jesucristo. Mira cómo los magos buscan al Cristo, dice Mateo 2:4: «Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo». La revelación de todo lo que hizo, hace y hará Dios a través de Su Hijo (Ef. 1:15-23) es el fuego que arde en la adoración de los cristianos. No es solo adoración a Dios, es adoración a Dios en Cristo. ¡Esto es tan esencial que no se puede describir en millones de palabras! 

Tuvieron fe y gozo 
Así, adorando a Dios en Cristo inflamadas por el Espíritu Santo, es que corremos a la adoración con el corazón latiendo de expectativa. Es esa fe de que nos encontraremos con Él y sin duda grandes cosas sucederán lo que nos hace felices, y oleadas de gozo vienen a nosotras. Como los magos: «al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo» (Mat. 2:10), así queremos entrar «al altar de Dios, al Dios de [nuestra] alegría y de [nuestro] gozo» (Sal. 43:4) y alabarle. 

Reconocieron a Alguien superior 
La adoración es esa mezcla extraña entre percibir a Dios tan altísimo, tan superior, tan inexplicablemente infinito, pero a la vez escucharle y verle amando lo imposible de amar. Es ahí, justo ahí, cuando tu corazón llega a postrarse ante el Rey que la adoración es la mejor clase de vida. No hay adoración sin verle así y postrarte. «Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron» (Mat. 2:11). 

Entregaron cosas valiosas 
Y bueno, cuando llegas a ese punto, sin duda, lo das todo. Y todo lo que puedes hacer o dar jamás lo notas, porque es amor. Amor feliz, pleno, que se da y quiere dar más. Los magos no dieron el tiempo que les sobraba, algún regalo que tenían por ahí. Ellos entregaron sus vidas por la revelación de Jesús, «y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra» (Mat. 2:11). 

¡Oh mi hermana, que este precioso ejemplo de aquellos reyes que viajaron de Oriente hasta «la estrella resplandeciente de la mañana» (Apoc. 22:16), encienda en nosotras vidas de adoración! 


Verónica Rodas es esposa del pastor Luis Rodas. Madre de Cintia (17) y Zoé (6). Juntos sirven al Señor en Córdoba, Argentina. Su anhelo es mostrarle a la mujer lo deleitoso y hermoso que es ser discípula de Cristo.

Fondo de pantalla – Año nuevo 2023

January 1, 2023 By lifewaymujeres Leave a Comment

Descarga gratis este fondo de pantalla como recordatorio para el nuevo año. En Lifeway Mujeres oramos tengas un bendecido 2023.

La bondad y el amor me seguirán 

    todos los días de mi vida…

Salmos 23:6

Descarga aquí.

Plan Familiar de Oración [Enero]

January 1, 2023 By lifewaymujeres 5 Comments

Comencemos este mes de enero juntas, en Lifeway Mujeres anhelamos que sea un mes para crecer en tu vida de oración, no solo de forma personal, sino también junto a tu familia. La forma es muy fácil, y te lo explicaremos en tres sencillos pasos:

  1. Lee el pasaje señalado diariamente.
  2. Medita en él o dialoga sobre su contenido con tu familia. En ocasiones te ayudaremos con preguntas que puedes plantear.
  3. Ora con la dirección que el texto te dé, que sea la Escritura la que nutra tus palabras hacia Dios

HAZ CLIC AQUÍ PARA DESCARGAR EL PLAN FAMILIAR DE ORACIÓN

Lágrimas de gozo

December 30, 2022 By lifewaymujeres Leave a Comment

Y estos eran más nobles que los que estaban
en Tesalónica, pues recibieron la palabra con
toda solicitud, escudriñando cada día las
Escrituras para ver si estas cosas eran así.
H EC H O S 17:11

La mayoría de los hombres admitirán que no saben exactamente qué hacer cuando están en la presencia de una mujer que llora, más que todo porque suponen que han hecho algo mal. Y, aunque no siempre es el caso, muchas mujeres aceptan que existe la posibilidad de que ellos hayan manejado mal la situación o hayan olvidado algo de mucha importancia. De vez en cuando, sin embargo, ellos harán algo tan bien que causará que una mujer llore. Este es un misterio para los hombres cuando han hecho algo inadvertidamente.

La mayoría de los hombres pueden pensar en algo que han hecho para ocasionar lágrimas en los ojos de una mujer de manera positiva. Tal vez hayan alcanzado un nuevo nivel de romance en la forma de una propuesta. Tal vez encontraron un regalo que habían querido por meses, pero suponían que no podrían conseguir. Tal vez dijeron algo conmovedor en los votos matrimoniales. Todo esto, sin embargo, toma mucho esfuerzo, pero pregunta a cualquier esposo y probablemente recordará alguna vez en la que hizo algo tan maravilloso sin pensarlo que tuvo que cuestionarse si había cometido un error o no.

Las esposas suelen decir que las cosas pequeñas son las que importan, y hay una gran verdad en esto. Sí, todas disfrutamos detalles elaborados de vez en cuando, pero estos muchas veces muestran que el pensamiento y amor detrás de ellos fue intencional y, algunas veces, poco natural. Las esposas hablan sobre el nivel de gozo que sienten cuando ven a sus esposos jugar con los niños, en lugar de descansar en el sillón. Hacen hincapié en la calidez en su corazón cuando encuentran una nota esmerada e inesperada. Algunas veces es lo suficiente para traer lágrimas a sus ojos cuando vuelven a casa y se dan cuenta de que ya se realizaron todas las labores del hogar, se cocinó la cena o los niños están haciendo la tarea. Esto revela que el gozo no siempre se trata de grandes gestos de amor. La mayoría de las veces simplemente se lleva a cabo siendo considerado. El gozo del Señor es igual.

No siempre se trata de tomar días del trabajo para ir a un viaje misionero ni se trata de dar grandes cantidades de riquezas a la iglesia. Estas son cosas maravillosas, pero puedes encontrar el mismo tipo de gozo al leer tu Biblia cadadía, al pasar tiempo con Dios en oración diariamente o al tener una comunión regular con otros cristianos. Muchas veces nos daremos cuenta de que el gozo no es algo que se descubre solamente en los momentos grandes; también se encuentra en los momentos cotidianos donde escogemos ese gozo.

SEÑOR, SÉ QUE HAY MOMENTOS EN LOS QUE ME
ENFOCO MUCHO EN ENCONTRAR EL GOZO EN LOS

MOMENTOS GRANDES. SOY CULPABLE DE SENTIR
QUE SOLAMENTE PUEDO ENCONTRAR GOZO EN

ESOS MOMENTOS IMPORTANTES. RECUÉRDAME
QUE EL GOZO ES UNA ELECCIÓN DIARIA Y QUE
ESA ELECCIÓN DIARIA ERES TÚ. AMÉN.


Un devocional de 100 días de gozo (B&H Español)

Nuevas misericordias

December 28, 2022 By lifewaymujeres Leave a Comment

Por Lily Llambés 

Cada última semana del año generalmente nos encontramos haciendo una evaluación de lo que vivimos. Muchas veces han sido años de deseos cumplidos, sufrimientos, esperas y decisiones que en ocasiones no han sido conforme a la voluntad de Dios. Cambios de país, de casa, de trabajo, de ministerio, de perdida de seres amados y un sin fin de cosas más. Sin embargo, al terminar el año debemos hacernos la pregunta, ¿hemos crecido en meditar la Palabra, en oración y en vidas en santificación progresiva que glorifiquen al Señor? Ya que es así como realmente podemos vivir con esperanza cada momento de nuestras vidas. ¿Hemos vivido en sumisión al Señor, como dice Su palabra?  

No pierdas el tiempo discutiendo sobre ideas mundanas y cuentos de viejas. En lugar de eso, entrénate para la sumisión a Dios. «El entrenamiento físico es bueno, pero entrenarse en la sumisión a Dios es mucho mejor, porque promete beneficios en esta vida y en la vida que viene» (1 Tim. 4:7-8, NTV). 

Las misericordias del Señor son nuevas cada mañana y es lo hermoso de nuestro gran Dios, que a pesar de como el año haya terminado, Él nos sostiene de Su mano. Vivimos esperanzadas en nuevas oportunidades, porque tenemos la certeza de que el Espíritu de Dios que mora en nosotros no nos dejará como estamos. Aun cuando no sabemos ni como orar, Él si sabe y nos da de Su ayuda. 

De la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Y Aquel que escudriña los corazones sabe cuál es el sentir del Espíritu, porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios (Rom. 8:26-27, NBLA). 

Quizás podemos hacer muchos compromisos de cambios en nuestras vidas, pero lo que realmente es importante, es que cada día recordemos la gracia del evangelio, eso de por sí ya nos recuerda la esperanza con que debemos vivir. Así que nuestra transformación se va dando en el día a día, únicamente por la gracia de nuestro Señor, ya que nada bueno viene de nosotros. Muchas veces nos enfocamos en los grandes acontecimientos, pero no debe ser así, debemos vivir los pequeños momentos, porque son ellos que van moldeando nuestro carácter. Debemos vivirlos firmes en el fundamento de la Palabra y la guía del Espíritu Santo. 

«Tú eres mi refugio y mi escudo; tu palabra es la fuente de mi esperanza» (Sal. 119:114, NTV). 

Una de las mejores decisiones que podemos tomar para este nuevo año es no querer cambiar nuestras circunstancias, ni a las personas que nos rodean, sino crecer en santidad, viviendo vidas que apunten a la glorificación del Señor. Para eso, nos toca ser intencionales de manera que nuestra prioridad sea la meditación de la Palabra día a día, la oración y que nuestras vidas reflejen la verdad del evangelio de Jesucristo en nuestras vidas. 

Descansemos con plena seguridad que nuestro Dios es un Dios de gracia que nos conoce perfectamente. Él sabe lo que necesitamos y en qué áreas de nuestra vida necesitamos un cambio. Él nos llevara por ese camino si nuestra voluntad está sometida a la de Él. 

Recordemos que Él es un Dios de gracia y de esperanza y que el aquí y ahora están preparándonos para llegar a nuestra verdadera ciudadanía por la eternidad. Recordemos, cuando nos visite alguna prueba en este año:  

«Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» (2 Cor. 4:17-18, LBLA). 

«Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado» (Rom. 5:3-5, LBLA). 

Liliana Llambés, misionera por más de 15 años con la IMB. Su pasión es llevar el mensaje de salvación donde el Señor la envíe y hacer discípulos a mujeres de todas las edades, con el fundamento bíblico de la Palabra de Dios. Miembro de la Iglesia Bautista Ciudad de Gracia en la ciudad de Panamá. Tiene una Maestría en Estudios Teológicos en el Southern Baptist Theological Seminary. Autora del libro 7 disciplinas espirituales para la mujer. Esposa del pastor-misionero, Carlos Llambés, madre de 4 hijos adultos y 9 nietos. Actualmente reside en Panamá en donde junto a su esposo están realizando trabajo misionero. Puedes seguirla en Facebook: @lilyllambes, Instagram: @lilyllambes,Twitter @lilyllambes, su blog liliana.llambes.org

PASE LO QUE PASE

December 26, 2022 By lifewaymujeres 1 Comment

Quiero conocer a Cristo y experimentar el gran
poder que lo levantó de los muertos. ¡Quiero sufrir
con él y participar de su muerte! —NTV
FILIPENSES 3:10

E l testimonio misionero que más me ha impactado fue de la inglesa Helen Roseveare cuando visitó mi universidad hace tiempo. Como médico graduado de Cambridge, estableció hospitales y clínicas en circunstancias primitivas en el país africano del Congo. En 1964, fuerzas rebeldes mataron a cientos de misioneros, y a Helen la tomaron presa durante cinco meses, en los que sufrió crueles golpes, traumáticas violaciones y patadas que le quitaron los dientes de enfrente.

En medio de ello, los aldeanos que conocían su vida de entrega la defendieron y no permitieron que la asesinaran. Helen nunca dudó del amor de Dios ni le reclamó. Cuando se convirtió, había escrito en su nueva Biblia las palabras de Filipenses 3:10, con las que Pablo anhela no solo experimentar el poder de Cristo, sino también ¡compartir su sufrimiento! Helen había reconocido que su vida era del Señor, quien «tomó prestado» su cuerpo.

Después de salir libre, Helen fue a Inglaterra, pero regresó al Congo para construir una nueva escuela médica y un hospital. Cuando dejó África, se dedicó a compartir sobre la fidelidad de Dios mediante sus libros y conferencias. ¿Estás dispuesta a seguir a Jesucristo, pase lo que pase? No temas, porque Su poder te sostendrá. (MHM)

Cuando pases por aguas profundas, yo estaré contigo.
Cuando pases por ríos de dificultad, no te ahogarás.

DIOS


Un devocional de Un año con Dios (B&H Español)

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