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No seas como el mulo o el caballo, que no tienen entendimiento, que necesitan un freno y una brida para mantenerse controlados. —NTV

SALMOS 32:9

Uno de los animales que más aparece en las obras de arte es el caballo, ya sea paciendo tranquilamente o galopando con elegancia y velocidad. De alguna manera se le admira, en parte por la forma en que se acopla al jinete humano cuando unidos cubren distancias largas, atraviesan barreras o ganan batallas.

En la antigüedad esta criatura fue esencial para el transporte y el comercio, siempre y cuando se le pudiera domar para servir al ser humano. De otra manera su temperamento difícil le ganaba el apelativo de orgulloso o rebelde.

En la Biblia, los caballos a menudo representan el poder y el orgullo humano, los israelitas acudían a los egipcios paganos para obtenerlos. En el mar Rojo, los «invencibles» carros de guerra con sus caballos fueron derrotados por la mano poderosa de Dios. Por otro lado, el rey Salomón importaba estos animales y ¡poseía 12 000 caballos para tirar los carros de guerra! Desgraciadamente, parece que confiaba más en estos que en el Señor. Pero imagínate, ¿de qué le hubieran servido si no se hubieran domado?

Tú y yo, si andamos a rienda suelta, cometemos barbaridades, como el caballo descontrolado que se desboca y deja a su jinete discapacitado. Dios nos quiere sujetar con amor para ser útiles en sus manos, al convertirnos en lo que Él quiere que seamos.

Déjate domar por el Señor. (MHM)

La fuerza bajo control es fuerza realmente admirable.

Un devocional de Un año con Dios (B&H en Español).

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