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Por Verónica Rodas

Proverbios 31:23 “Su marido es conocido en las puertas, cuando se sienta con los ancianos de la tierra”. 

¿Has pensado alguna vez en la influencia que puedes tener en tu esposo? En este estudio veremos la importancia y responsabilidad que Dios nos ha dado para influir en nuestro esposo. 

Ya hemos estado estudiando que “el corazón de su marido confía en ella” (Pr 31:11). Vimos que esa confianza da seguridad a su marido.

“Su marido es conocido”  

¿Cómo ayudó esta mujer a que su esposo fuera conocido? Sin duda, una de las maneras es siendo fiel en todas sus tareas liberándole a él para ocuparse de las suyas. Él no cumple las funciones que le corresponden a su esposa. Al ser “conocido”, no visualizamos a un hombre limpiando, cocinando, etc. Visualizamos un hombre ocupado fuera del hogar, influyendo en su comunidad. 

No solo es reconocido por su familia, sino también por los de afuera.  

Aquí notamos a una mujer dando honor a su esposo y cuidando de la casa, para que él pueda estar tranquilo. Lo honra con su servicio y lo apoya para que él cumpla con sus funciones y así, juntos, glorificar a Dios. Ella influyó en el éxito de su marido. 

“Las puertas”  

Se refiere a el lugar más importante de la ciudad, en la entrada donde líderes y responsables ejercían su labor. 

El trabajo de estos hombres era muy importante; era un lugar público donde se tomaban decisiones importantes (Rut 4: 1-5). 

El esposo de esta mujer era un hombre conocido, respetado e importante.

“Ancianos”  

La palabra “anciano” tiene varios significados. Se usa para hablar de un hombre que con autoridad: líder, obispo, pastor y diferentes posiciones de liderazgo. 

En este pasaje, cuando habla de “los ancianos” está hablando de hombres que pertenecen al gobierno del lugar y tienen autoridad. Este grupo se reunía a diario en la puerta de la ciudad para tomar decisiones, organizar negocios o decidir casos importantes (Job 29:7). Hombres con buena reputación, capaces de ser representantes de su familia, pueblo, nación, etc. 

Cuán influyente y necesaria podía llegar a ser para un hombre así, una esposa prudente que cuida bien  todas las cosas de su casa, que toma conciencia de su deber, que soporta momentos de crisis. Esto sin duda era honra y consuelo para su marido. Y así, él era coronado de honor y ella era su corona (Proverbios 12:4). 

Ahora veremos algunos puntos importantes: 

  1.  Para que mi esposo crezca, me encargo de cumplir mis responsabilidades. Debemos dejar que nuestro esposo avance, que él sea reconocido. Una buena esposa es una gran bendición para el hombre y es señal del favor divino (Proverbios 18:2). Así ellos podrán ocuparse de los asuntos públicos sin tener que preocuparse de las tareas de su hogar. 

“Su esposo es bien conocido en las puertas de la ciudad, donde se sienta junto  con los otros líderes del pueblo” (NTV). Proverbios 31:23

  1.  Para que mi esposo crezca, seré sujeta, le honraré, animaré y alentaré en lugar de cuestionarle todo. 

Debemos animarle, alentarle y NO desanimarle o pedirle un reporte de cada decisión. 

La gracia de Dios es poderosa e inagotable para cada una de nosotras, sea cual sea la situación que vivimos. 

Por un lado, nos dice que debemos sujetarnos y de ese modo ganaremos a nuestro esposo, no hablándole y acusándole todo el tiempo, sino por medio de nuestra conducta (1 Pedro 3:1). Aún en el caso de un esposo incrédulo. Son casos diferentes, pero no por eso cambia el papel que Dios nos ha confiado. 

Nuestra meta debe ser agradar a Dios por sobre todas las cosas, esto incluye morir a nuestra voluntad. Dejar de luchar por ser estimadas o reconocidas, que nuestro esposo sea “el grande”. Debo hacer que él crezca, que él sea “reconocido en las puertas”. Hablar bien de él, honrarlo como cabeza, ayudar a que cumpla el rol de líder en nuestro hogar.  Que consideren a mi esposo un hombre influyente y yo misma dar credibilidad a eso; NO que él cumpla alguna función importante y nosotras con nuestra conducta lo humillemos y borremos todo el trabajo que Dios hace. ¡NO! 

La reputación de un hombre bueno comienza en su hogar y esta responsabilidad también la tiene la esposa. 

Si no me sujeto a mi esposo, soy de tropiezo para él, porque él carga con una mujer rebelde que  peca contra el Señor y que  trae consecuencias a él y a su hogar. Un hombre con una esposa así no podrá “sentarse con los líderes a juzgar y dirigir otras cosas”. 

Nosotras somos y podemos ser una buena y muy importante influencia en la vida de nuestro esposo. Debemos aspirar y seguir la meta de agradar a Dios. 

Por supuesto que cada hombre como cada mujer es responsable de su conducta ante Dios, pero Dios nos dice que podemos ganar a nuestro esposo y Él NO MIENTE. 

  1.  La mujer y el hombre trabajan juntos para servir a Dios. 

Dios creó un equipo que se complementa realizando cada uno su tarea. Una de las grandes causas de tantas luchas en los matrimonios es debido a no entender o aceptar esto. Cada uno tiene su rol y es necesario que así sea; así, al complementarse, sirven a Dios de manera efectiva y agradable delante de él.
No te canses.  
“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos”.  (Gálatas 6:9). 

Qué gran verdad podemos ver hoy, ¡qué enseñanza nos da esta “mujer”! decidida a cumplir la voluntad de Dios y hacerlo temiéndole sólo a Él. Ella sabe que nuestro Dios es digno. Ella cumple feliz la función que Dios le ha encomendado como  “ayuda idónea”

Cambiar malos hábitos en nuestro hogar es lo que vemos más difícil, a veces imposible. Pero es en ese momento donde debemos aplicar: “No nos cansemos de hacer el bien” este mandato tiene una promesa: “segaremos”; y también tiene una cláusula: “si no desmayamos”.  Necesitamos un milagro día a día.  

Nuestro esposo influye en la comunidad o en la iglesia y nosotras influimos en nuestro hogar. 

Hermana, que en cada logro que nuestro esposo obtenga de parte de Dios, nosotras hayamos colaborado y no estorbado.

Sigamos glorificando a Dios con nuestros hechos.

Verónica Rodas es esposa del pastor Luis Rodas. Madre de Cintia (17) y Zoé (6). Juntos sirven al Señor en Córdoba, Argentina. Su anhelo es mostrarle a la mujer lo deleitoso y hermoso que es ser discípula de Cristo.

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