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Pasaje devocional: Marcos 14:1-9

Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza. Marcos 14:3

Una mujer usó un perfume costoso para ungir a Jesús y algunos protestaron, pero Jesús les dijo que siempre tendríamos a los pobres con nosotros. Él no estaba despreciando a los pobres ni dijo que no debíamos ocuparnos de ellos. Lo cierto es que la mujer que usó el perfume ¡era pobre! A veces los pobres son más generosos que los que acumulan dinero. En realidad, el enojo de Judas se debía a su avaricia, no a su compasión por los
pobres. Al final lo demostró bien claro.

Quien desvía intencionalmente lo que Dios le ha regalado para utilizarlo en otras cosas primero, demuestra que adorar a Dios no es su prioridad. Quien guarda lo mejor para sí y le da a Dios lo que le sobra, es que no lo tiene en muy buena estima.

Creo que quien adora a Dios sin estar dispuesto a dar lo necesario para que su obra siga avanzando en la tierra, es un ambicioso. Pagar las deudas antes de diezmar es dejar a Dios en último lugar. Dios no es un limosnero.

Le debemos nuestra salvación eterna, ningún dinero dará lo que Él nos ha dado. Adórele en alma, espíritu y cuerpo. ¡Cueste lo que cueste!

Entréguele a Dios las primicias de sus bienes, nunca le faltará nada.

Un devocional de Revista Quietud 

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