[Pasaje devocional: Juan 1:43-51]
Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. (Juan 1:45)
¿Cómo dejar para después la mejor noticia jamás recibida? Recuerdo que de joven un día yo estaba en la escuela cuando recibí un telegrama diciendo que mi papá ya estaba en casa. ¡Qué noticia! Él había pasado cinco años y medio como un “preso político” por la única razón de ser un ministro de Cristo.
Si por fe encontramos a Cristo como el Salvador Hijo de Dios que vino a pagar por nuestros pecados, entonces hemos recibido el regalo más preciado que existe: El perdón de pecados, la vida eterna. De pronto, sin merecerlo y solo por amor, pertenecemos a la misma familia de Dios. Fuimos hechos sus hijos gracias a lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz.
¿Nuestra parte en ese proceso? Solo usar de nuestro libre albedrío para creer, reconocer nuestra condición perdida y aceptar ese amor. Dios, el mismo que envió a su Hijo hace el resto. Nos transforma y nos da un nombre: sus hijos.
Muchas veces nos sentimos cristianos inútiles y no sabemos cómo participar en la iglesia, luchamos por encontrar qué dones nos ha dado Dios para ponerlos a su servicio en sincera adoración. Pero hoy tenemos algo que podemos hacer. Recibir por fe el perdón de los pecados y luego, con palabras sencillas y claras, presentar esa misma oportunidad a otros.
Señor, perdóname por las veces que haya callado el testimonio de lo que hiciste conmigo el día que te acepté. Lléname de tu amor.
Un devocional de Revista Quietud