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Pasaje devocional: Joel 2:23-32

Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Joel 2:28

El rechazo nos afecta a todos y a todos nos duele. Jesús, el Hijo del Hombre, conoció el rechazo. Él sabía que lo rechazarían porque conocía las Escrituras antiguas: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isaías 53:3a).

Sin embargo, ninguna persona que haya aceptado al Hijo de Dios como su Salvador y Señor es rechazado, pues en Cristo, Dios nos ha bendecido con toda clase de bendición espiritual en los lugares celestiales (vea Efesios 1:3). ¡Ser incluidos es una bendición! Es el deseo de Dios bendecir espiritualmente a todos sus hijos, y lo hace por medio de su Espíritu.

El hombre divide y rechaza. Dios no es como el hombre y Su intención es restaurar al hombre y a la mujer para que tengan una relación íntima con Él, supliendo toda necesidad física, emocional y espiritual mediante una comunidad de creyentes que dirige el Espíritu Santo. Todo esto se da en un marco de obediencia, pues es importante que entendamos que las bendiciones y las promesas de Dios son para toda persona que lo sigue con fidelidad.

El arrepentimiento sincero es prueba de la obra del Espíritu en la vida del creyente, quien al sentir convicción de pecado, por fe cree y recibe voluntariamente la invitación a la salvación, formando así parte integrante del cuerpo de Cristo. Luego comenzará a invitar a otros a unirse a la multitud que ya marcha entre las filas de los redimidos para que también se preparen a pasar la eternidad con Cristo.

¡Dé gracias a Dios por su invitación maravillosa!

Un devocional de Revista Quietud

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