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De corazón a corazón.

Por Cathy Scheraldi de Núñez 

Efesios 4:1-3 “Yo, pues, prisionero del Señor, os ruego que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con paciencia, soportándoos unos a otros en amor, esforzándoos por preservar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.”

En muchos sentidos, el llamado de la esposa del pastor no es diferente al de cualquier otra mujer cristiana casada pero, al mismo tiempo, es distinto. Los hogares de los pastores parecerían estar hechos de vidrio. Cada paso que damos, cada palabra que decimos son vistas y oídas por las personas de nuestra iglesia y aún fuera, incluyendo los no creyentes. Igual que cualquier mujer cristiana, nuestras vidas deben representar a nuestro Glorioso Señor. Sin embargo, a diferencia del resto, muchas veces, nuestras vidas están siendo utilizadas como ejemplos para las mujeres que nos siguen. Lo cual coloca un peso enorme sobre nuestros hombros que solamente puede ser cargado por nuestro Señor. Ellas nos verán como representante de la mujer cristiana y no queremos ser como Eva, destruyendo a nuestros esposos, familia biológica ni eclesiástica debido a nuestra mala influencia. Por eso Santiago 3:1-2 nos advierte “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros , sabiendo que recibiremos un juicio más severo. Porque todos tropezamos de muchas maneras.”

Ya que no somos perfectas ¿Cómo podemos evitar fallar? Creo que lo primero que debemos entender y admitir es que vamos a fallar.  Necesitamos ser lo suficientemente humildes para reconocerlo cuando ocurra y pedir perdón, primero a  Dios y luego a aquellos a quienes hemos afectado. Aunque estamos conscientes de que fallaremos, no tenemos licencia para vivir como queremos sino como Cristo quiere. Utilizaremos estas situaciones para aprender, de manera que el Señor lo convierta en una enseñanza para nosotros y así cambie “…mi lamento en baile” Salmos 30:11. 

Además, debemos saber que seremos malinterpretadas.  ¿Qué hacemos cuando nos acusen de algo que realmente no hicimos?  Otra vez, necesitamos humildad. Es importante recordar siempre que la iglesia está llena de pecadores, salvados por gracia, pero todavía con pecado lo que nos incluye a nosotras. El Señor nos dice en Mateo 7:3 “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo?” Nuestros corazones son engañosos Jeremías 17:9 y siempre creemos que tenemos la razón. Proverbios 16:2.  

Tendemos a minimizar nuestros pecados y agrandar los ajenos. Cuando se ocupa una posición de liderazgo, deben esperarse las críticas. Y esto requiere de un corazón tierno y una piel gruesa. 

Aún cuando la crítica no sea justificada se puede pedir perdón por el dolor que las personas sienten mientras les explicamos nuestra intención. No se trata de defenderse sino de aclarar la situación para que ellos puedan conocer más  nuestro corazón. Es parte de “niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” Mateo 16:24. Nuestros corazones deben llegar al punto que llegó  el apóstol Pablo cuando dijo en Filipenses 3:10 “y conocerle a El, el poder de su resurrección y la participación en sus padecimientos, llegando a ser como Él en su muerte.” Cristo no solamente murió por nuestra salvación sino también por nuestra santificación. Si Cristo estuvo dispuesto a morir por nuestro bien, ¿No debemos estar dispuestas a morir a nuestros deseos, orgullo y derechos por el bien de nuestras hermanas? Es importante recordar que todos estos problemas están bajo el control de Dios, y si Él los permite es porque los utilizará en la vida de la otra persona y  en la mía para hacerme más semejante a Él.

Nosotras somos la EZER o ayuda idónea de nuestros esposos. Dios es el líder no solamente de la iglesia, sino también de nuestros hogares. El trabajo de nuestros esposos probablemente sea más exigente que el de la mayoría de los otros esposos. 

En consecuencia, tendremos que encargarnos de muchas cosas del hogar lo que nos hace más vulnerables a caer en el pecado de tomar el liderazgo de nuestros hogares. Antes de Génesis 3, el mandato de Dios era que ambos iban a sojuzgar la tierra, sin embargo después de la caída nosotras tenemos la tendencia de incluir a nuestro  esposo en la sojuzgación. No somos las líderes, ellos lo son y nuestro llamado y deber es apoyarlos en el llamado que el Señor les ha hecho. 

Es muy importante entender que el llamado al pastorado es para ambos, el esposo como pastor y nosotras como ayuda idónea, a fin de que no caigamos en el pecado de celos o resentimiento hacia  la iglesia. Su trabajo es mi trabajo aunque los roles sean diferentes. Nuestro rol es mantener el hogar “a flote” cuando las emergencias mantienen a nuestro esposo ocupado; es exhortarlo sin hacerlo sentir culpable; nuestro rol es orar, tener paciencia así como llenar la mente y corazón de nuestros hijos para que vean a Dios trabajando a través de su padre, y que El reina en nuestra casa y en sus vidas.  Nuestra confianza está en El Señor, porque los corazones de nuestros hijos se encuentran en la mano del Gran Creador mientras nosotras somos el instrumento que Dios utiliza para transformar sus corazones y mentes con la Palabra de Dios.

No estoy recomendando una vida sin límites sino que necesitamos evaluar cada día, cada evento y hasta cada momento a través de los lentes de Cristo. Necesitamos tener una perspectiva “por encima del sol” la que solamente viene cuando tenemos una teología profunda y sana, una confianza total en nuestro Dios que controla y orquesta todas los eventos de la vida, un caminar estrecho con nuestro Salvador que nos de discernimiento, una vida auto-examinada todos los días para morir a nuestros deseos y para que podamos demostrar a Cristo en nuestra actitud y acciones, y  para hacer esto, cada día debe ser bañado en oración.

El privilegio de ser esposa de pastor es enorme sin embargo como cualquier gran trabajo, tiene sus retos. La diferencia con el trabajo del Señor es que El garantiza “el éxito” mientras caminamos en Sus huellas. Este éxito no necesariamente es una vida fácil, ni una vida sin problemas, o con fama y dinero sino una vida llena de la paz interior que solamente viene de Cristo mientras caminamos en obediencia a Él (Juan 14:21).  La paz que transciende todo entendimiento (Filipenses 4:7) esta esperándonos cuando aceptamos nuestro rol y “mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios.” Filipenses 4:6.

Bendiciones.

Cathy Scheraldi es parte del ministerio para mujeres “Ezer” de la Iglesia Bautista Internacional en Santo Domingo, Directora Programa Radial Mujer Para La Gloria de Dios  y co-escritora del libro “Revolución Sexual” junto con su esposo el pastor Miguel Nuñez. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.

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