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Pasaje devocional: Romanos 5:18-21

Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia. Romanos 5:20

La vida y la obra del cristiano desde el principio hasta el final dependen de la gracia de Dios. Mi madre solía decir que vivimos bajo la sola gracia del Señor. En el Antiguo Testamento Dios se revela a los hombres como un Dios de gracia y misericordia, no porque se la merecieran, sino por su propia voluntad y fidelidad a sus promesas. En el Nuevo Testamento la gracia es el amor y la misma presencia de Dios por medio de su hijo Jesucristo.

La gracia de Dios se expresa mediante su amor, bondad y compasión, gratuitos a los hombres, quienes sin merecerlo pueden alcanzar la salvación y la vida eterna. En otras palabras, sin ningún mérito gozamos del favor de Dios por medio de Jesucristo.

En el mundo cristiano un canto se ha levantado como un himno de los creyentes en Cristo: “Amazing Grace” o sea la gracia admirable. Dios es el dador de toda gracia, el Señor Jesús “estaba lleno de gracia” y el Espíritu Santo es un Espíritu de gracia. La gloria de la gracia fue mostrada a nosotros por medio de nuestra profesión de fe en Cristo Jesús (Efe. 1:6).

El evangelio es la manifestación de la gracia. Es la fuente de nuestra fe y de nuestro llamamiento y justificación, así como del perdón, la salvación, la consolación y la esperanza. La obra de Dios se perfecciona en nosotros por su gracia y por ella venimos a ser herederos de sus promesas.

La Biblia nos dice que habrá una supernatural y esplendente manifestación de la gracia de Dios cuando el Señor Jesucristo venga en su gloria. “Sí, ven Señor Jesús”.

Meditemos y oremos para que la gracia de Dios se manifieste en nosotros.

Un devocional de Revista Quietud

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