Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres,
o el de Dios? ¿O trato de agradar a los
hombres? Pues si todavía agradara a los
hombres, no sería siervo de Cristo.
GÁLATA S 1:1 0
Existen muchos culpables por el estrés en nuestras vidas. Para algunos, puede ser la familia. Para otros, puede ser una carrera, pero pregúntale a cualquier adolescente y probablemente te dará una respuesta que tenga que ver con un examen. Entre exámenes de admisión y colocación, los adolescentes son lanzados al fuego académico y sienten que deben salir del otro lado sin ningún rasguño. ¡No es de extrañarse que la mayoría de los adolescentes teman el salón de clases!
Elena no es la excepción. Elena es una de esas personas que todos conocimos en la escuela. Estudia muchísimo. Pone prácticamente todo su enfoque en su carrera académica. Ve las actividades extracurriculares más como puntos extra para su currículum que como sus intereses personales. La tarea es obligatoria. Es una de las pocas estudiantes que encontrarás en la escuela en el día que no es obligatorio asistir. Para Elena, su trabajo en el bachillerato determinará a qué universidad asistirá. Su trabajo en la universidad la impulsará a ciertos programas de internado. Sus internados llamarán la atención de empleadores potenciales, y esos empleadores podrán ayudarla a obtener el trabajo de sus sueños. Sin más que decir, el éxito de Elena como estudiante es fundamental para obtener lo que ella ve para su futuro.
Pero hay un pequeño problema con esto. Ella se preocupa constantemente. Nunca olvida; nunca deja ir. Sacó un 80 en un examen de ortografía en el cuarto grado y aún no ha perdonado al maestro. También sacó un 99 en un ensayo del cual ella todavía dice haber merecido el 100 durante su primer año de bachillerato. Elena tiene una mente brillante, pero, cuando comete el más mínimo error, se enfoca en el error o en lo que pudiera haber sido en lugar de enfocarse en el gozo del éxito que ya ha ocurrido.
Esto no ayudó con su preparación para su examen de admisión a la universidad. Elena, en su intento de obtener una calificación perfecta, tomó el examen tres veces. Esta sería la última vez que podría tomar este examen para ponerlo en su aplicación para la universidad. La primera vez, logró obtener 33 puntos, luego 34 y ahora 35. Un examen más debería ser suficiente para poder lograr una calificación perfecta de 36. Unas semanas después de su cuarto intento, ella corrió a recoger el correo, abrió el sobre y gritó de frustración al observar una vez más la calificación de 35, como si este resultado se burlara de su esfuerzo. Se había esforzado tanto en ser perfecta, y ahora parecía que todo había sido en vano.
Envió las aplicaciones para la universidad a regañadientes y recibió una carta de parte de una de las escuelas de su elección un par de meses después. Era un sobre delgado, así que esperó lo peor. Pero dentro del sobre había una carta con un mensaje corto: «Nosotros no buscamos calificaciones perfectas; no buscamos personas perfectas; buscamos personas trabajadoras. Relájate. Disfruta tu verano, y te veremos en el otoño».
¿Cuántas veces ponemos nuestro mayor esfuerzo en ser perfectas solo para volvernos locas con cada intento fallido? No importa qué tanto intentamos, Dios nos ama sin importar nuestras deficiencias. Así que, trabaja duro; haz tu mejor esfuerzo, pero sabe que eres amada… incluso cuando caes.
SEÑOR , PERMÍTEME SABER QUE NO TENGO
QUE SER PERFECTA PARA TI. RECUÉRDAME
DIARIAMENTE QUE TÚ SIEMPRE ME HAS
AMADO, INCLUSO EN LOS MOMENTOS EN LOS
QUE HE SIDO DIFÍCIL DE AMAR. AMÉN .
Un devocional de 100 días de gozo (B&H en Español)