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Por Timothy Keller

El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas la luz ha resplandecido […]. Todas las botas guerreras que resonaron en la batalla, y toda la ropa teñida en sangre serán arrojadas al fuego, serán consumidas por las llamas. Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin.
Isaías 9:2,5-7

Uno de los primeros indicios de la llegada de Navidad es la aparición de las luces. Luces en las calles, velas en las ventanas, brillo por todas partes. Las luces navideñas de la ciudad de Nueva York deleitan incluso a los residentes apáticos. Todo parece estar envuelto en millones y millones de estrellas. Esto es apropiado, porque el 25 de diciembre se encuentra en el período de mayor oscuridad en el mundo mediterráneo y en Europa, donde cobraron forma las celebraciones de Navidad. Pero las luces no son solo decorativas; también son simbólicas.

La oscuridad del mundo

Para hacer algo en una habitación, primero debes encender la luz, porque de lo contrario, no podrás ver ni hacer nada. Navidad contiene muchas verdades espirituales, pero será difícil captar las otras si no captamos esta primero. Es decir, que el mundo es un lugar oscuro y nunca encontraremos el camino o veremos la realidad a menos que Jesús sea nuestra luz. Mateo cita Isaías 9:1-2 cuando nos dice: «el pueblo que habitaba en la oscuridad ha visto una gran luz; sobre los que vivían en densas tinieblas ha resplandecido una luz» (Mat. 4:16). Juan declara sobre Jesús: «Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo. El que era la luz ya estaba en el mundo, y el mundo fue creado por medio de él, pero el mundo no lo reconoció» (Juan 1:9-10). 

¿En qué sentido está «oscuro» el mundo? En la Biblia, el término «oscuridad» se refiere tanto al mal como a la ignorancia. En primer lugar, significa que el mundo está lleno de maldad y de indecibles sufrimientos. Mira lo que sucedía en el tiempo del nacimiento de Jesús: violencia, injusticia, abuso de poder, personas sin hogar, refugiados que huían de la opresión, familias destrozadas y angustia sin fin. Se parece mucho a la actualidad.

En segundo lugar, nuestro mundo está «en la oscuridad» porque nadie sabe cómo curar el mal y el sufrimiento que hay en él. Isaías 9:2: «El pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz», es un famoso texto cristiano, consagrado en El Mesías de Handel como una de las profecías del nacimiento de Jesús. No obstante, es el final de Isaías 8 el que explica por qué necesitamos la luz de Dios. En los versículos 19-20, vemos cómo la gente consulta a los magos y a los agoreros en vez de a Dios. Luego, el capítulo termina: «Ustedes habrán de enfurecerse cuando, angustiados y hambrientos, vaguen por la tierra […] y clavando la mirada en la tierra, sólo verán aflicción, tinieblas y espantosa penumbra; ¡serán arrojados a una oscuridad total!» (vv. 21-22). 

¿Qué sucede aquí? Están «clavando la mirada en la tierra» y buscando los recursos humanos para arreglar el mundo. Buscan a sus expertos, a los místicos, a los eruditos para encontrar soluciones. Es verdad —dicen—, estamos en oscuridad, pero podemos sobreponernos por nuestros medios. La gente pretende lo mismo hoy en día. Algunos miran más al estado, otros al mercado y todos miran a la tecnología. Sin embargo, todos comparten la misma suposición. Las cosas están oscuras, pero creemos que podemos terminar con esa oscuridad mediante el intelecto y la innovación. 

Años atrás, leí un aviso en el New York Times que decía: «El significado de Navidad es que el amor triunfará y todos podremos armar un mundo de unidad y paz». En otras palabras, nosotros tenemos la luz adentro y, por lo tanto, somos quienes podemos disipar la oscuridad del mundo. Podemos vencer la pobreza, la injusticia, la violencia y el mal. Si podemos trabajar juntos, podemos crear «un mundo de unidad y paz». 

¿Podemos? Uno de los líderes mundiales más reflexivos de finales del siglo xx fue Václav Havel, el primer presidente de la República Checa. Se encontraba en una posición estratégica única, desde donde podía mirar de cerca y en profundidad el socialismo y el capitalismo, y no era optimista en cuanto a que alguno de los dos, por sí mismos, pudiera resolver los más grandes problemas humanos. Sabía que la ciencia que no está guiada por principios morales nos dio el Holocausto. Llegó a la conclusión de que ni la tecnología, ni el estado, ni el mercado por sí solos pueden salvarnos de los conflictos nucleares, de la violencia étnica o de la degradación del medio ambiente. «La búsqueda de una vida buena no ayudará a la humanidad a salvarse a sí misma, ni tampoco la democracia es suficiente —dijo Havel—. Se necesita una vuelta a Dios y una búsqueda de Él». Añadió que «la raza humana se olvida constantemente de que no es Dios». 

El realismo de Navidad 

A pesar de la sinceridad del anuncio del Times, el mensaje de Navidad no es que «podremos armar un mundo de unidad y paz». En realidad, es exactamente lo opuesto. Havel lo dice bien: la humanidad no puede salvarse a sí misma. Es más, argumenta que la creencia de que podemos salvarnos a nosotros mismos —que algún sistema político o alguna ideología pueden arreglar los problemas humanos— solo ha conducido a más oscuridad. Si, al igual que el filósofo Bertrand Russell, no crees que existe un Dios o alguna realidad sobrenatural y trascendente, y te vuelcas a la ciencia para que te ilumine, las cosas terminan cada vez más oscuras: 

En líneas generales, aunque más carente de propósito y más vacío de significado, así es el mundo que la ciencia nos presenta para que creamos […]. El hombre es producto de causas que no previeron el fin que alcanzaban; que su origen, su crecimiento, sus esperanzas y temores, sus amores y creencias no son más que el resultado de arreglos accidentales de átomos; que no hay fuego, ni heroísmo, ni intensidad de pensamiento y de creencia que puedan preservar a una vida individual más allá de la tumba; que todos los trabajos de las edades, toda la devoción, toda la inspiración, toda la brillantez del genio humano están destinados a la extinción en la vasta muerte del sistema solar, y que todo el templo del logro humano debe quedar sepultado inevitablemente bajo los escombros de un universo en ruinas […]. Solo dentro del andamiaje de estas verdades, solo sobre el firme fundamento de la inquebrantable desesperación, puede, a partir de aquí, construirse de modo seguro la habitación del alma.

¡Vaya visión oscura! Además, confirma lo que vimos en Isaías 8: que si miramos solo a la tierra y buscamos los recursos humanos, la oscuridad empeora. 

Por lo tanto, Navidad es la manera menos sentimental y más realista de ver la vida. No dice: «¡Alégrense! Si todos nos unimos, podemos hacer del mundo un lugar mejor». La Biblia nunca aconseja que seamos indiferentes a las fuerzas de las tinieblas; nos insta a resistirlas, pero no apoya ninguna ilusión de que podamos vencerlas por nosotros mismos. El cristianismo no está de acuerdo con los pensadores optimistas que dicen: «Podemos arreglar las cosas si nos esforzamos lo suficiente». Tampoco está de acuerdo con los pesimistas que solo ven una distopía futura. En cambio, el mensaje del cristianismo es: «Las cosas están muy mal y no podemos sanarnos ni salvarnos a nosotros mismos. La realidad es verdaderamente oscura; sin embargo, hay esperanza». El mensaje de Navidad es que «el pueblo que andaba en la oscuridad ha visto una gran luz». Fíjate que no dice que del mundo salió una luz, sino que al mundo vino una gran luz. Vino desde fuera. Hay una luz afuera de este mundo y Jesús ha traído esa luz para salvarnos, ya que Él es la luz (Juan 8:12).

Publicado originalmente en el libro Navidad oculta del propio autor.

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