Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio y renueva un espíritu fiel dentro de mí. —NTV
SALMOS 51:10
«¡La regué!», decimos en México cuando nos equivocamos. Hace tiempo, escribí una carta con un chisme que para nada tenía derecho de contar. Un día, cuando llamé por teléfono a la principal afectada, entendí, por su tono cortante, que le había dolido mucho mi acción. Con unas pocas palabras, había yo destruido nuestra amistad. Al final fui a su casa para confesar mi error y pedir que me perdonara. Gracias a Dios, ¡nos reconciliamos!
En el Salmo 51, David vierte su alma compungida ante Dios, confesando los pecados que cometió con Betsabé y Urías. La relación con Dios se había roto y apela al amor y la gracia del Señor para que se restaure. Adolorido, clama a Dios para que limpie su corazón y le dé uno nuevo. Ha perdido su alegría y ruega porque pueda recuperarla. Aun el gran rey David se humilla cuando reconoce su maldad ante Dios.
Si se siente terrible perder el cariño de una amiga por cometer errores, ¡cuánto más nos hace sufrir la separación de Cristo!
Puede ser que solo tú y Él saben lo que cometiste, o puede ser que afectó tu relación con alguien más. Si has seguido postergando la confesión, ¡no lo hagas más! Recupera tu paz interior y, sobre todo, tu amistad con Dios. (MHM)
Si «la regaste», deja que el Señor riegue tu corazón con agua limpia para purificarte.
Un devocional de Un año con Dios (B&H en Español)