Skip to main content

Por Angélica Rivera de Peña

Compartiendo el evangelio con una joven, le explicaba que el sacrificio de Cristo en la cruz fue hecho como la mayor muestra de amor para la humanidad, permitió que todos nuestros pecados hayan sido perdonados. No debemos hacer nada para ganarnos la salvación porque es un regalo de Dios.

Porque por gracia ustedes han sido salvados por medio de la fe, y esto no procede de ustedes, sino que es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. 

Ef. 2: 8-9

Añadí que al recibir una salvación tan grande lo menos que podríamos hacer es obedecerle como una muestra de nuestro agradecimiento. Me quedé pensando luego en esta afirmación de: “que lo menos que podríamos hacer es obedecerle.”

Dios me permitió percatarme de mi error, no obedezco porque es lo menos que podría hacer o porque es lo justo ante tan grande sacrificio de parte de Dios. Pensar así impone sobre mis hombros una carga, de sentir que es una paga por Su obra, o que estoy en deuda. Ciertamente si lo veo así viviré frustrada cuando no pueda cumplir con el estándar de obediencia de Dios y buscaré obedecer a Dios porque me siento obligada y más aún podría sentirme lejos de Dios porque me sentiría condenada al saber que no soy tan buena como quisiera.

La obra de Cristo en la cruz no solo implica el perdón de mis pecados, sino que también incluye que Dios me ve justa, aceptada, que Él se complace en mi vida, porque la justicia de Cristo, Su victoria sobre la ley me fue imputada, sus honores son míos, y esto me deja libre para no tener que servir a Dios para buscar su aprobación, para que me ame, o porque Él se lo merece y es lo que tengo que hacer.

¿Te das cuenta del cambio que se produciría en nuestras vidas si entendemos y meditamos día a día en Su obra y amor a nuestro favor?

Si creo esta verdad y vivo conforme a ella, se acabará la culpa por mi pecado, se acabaría la carga de tener que demostrar a otros que somos buenos o importantes. Sin importar lo que otros piensen, eres precioso a Sus ojos, podremos acercarnos con confianza ante el trono de Dios porque  ahora Él te ve como a Su hijo, limpio, digno. 

Cuando estaba en noviazgo con quien ahora es mi esposo, recuerdo que él trabajaba en ocasiones hasta tarde y yo acostumbraba a dormirme temprano. En muchas ocasiones me quedaba despierta esperando su llamada solo para hablar con él. Esperar a mi amado, no era un sacrificio, dormir poco era insignificante comparado con el disfrute de conocerlo. Entre más lo conocía más quería estar con él.

La obediencia a Dios es algo que debe de salir de un corazón que está apasionado por Dios, y es allí donde Sus mandamientos no serán gravosos, ningún sacrificio será grande, porque la pasión que sentimos por Dios nos consume de tal manera que ya no le obedeceremos porque es lo que me dicen que debo hacer o para que no me vaya mal, sino porque le amo, y me deleita hacer Su voluntad. 

Lo cierto es que muchas veces no hemos sido impactados por el amor de Dios, ni pensamos a menudo en eso, por eso Pablo oraba para que pudieran comprender la anchura y profundidad del amor de Cristo. Nuestro amor por Dios se irá acrecentando a medida que más le conozcamos.

De manera que Cristo habite por la fe en sus corazones. También ruego que arraigados y cimentados en amor, ustedes sean capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento, para que sean llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. 

Efesios 3: 17-19

Podríamos estar obedeciendo a Dios, como lo hacían los fariseos, cumpliendo un sinnúmero de reglas lo cual nos volvería unos hipócritas, orgullosos, legalistas, viendo a los demás como inferiores a nosotros y estar bien lejos de Dios y no amarle ni conocerle.

Podríamos estar llenos de actividades ministeriales y decir que estamos obedeciendo a Dios quien nos llamó y volver las actividades en un medio para buscar reconocimiento y aprobación de los hombres y no amar a Dios.

Cuando obedecemos por amor ningún sacrificio es grande, por eso podían morir con una sonrisa esos mártires del ayer, porque la muerte solo podría llevarlos junto a quien anhelaban estar, el precioso Salvador que le había amado con un amor sin igual, porque sufrir por el amado era un honor.

No se trata de tener tiempo con Dios por obligación porque es lo que me han dicho tantas veces que tengo que hacer, si no que tengo mi tiempo con Dios porque le amo y es lo que mi alma más anhela cada día. 

Que nuestro amor y pasión por Dios sea aumentado cada día, mientras entendemos el increíble amor de Dios a nuestro favor, trayendo como resultado una vida de obediencia gozosa.

Angélica Rivera es diaconisa en la Iglesia Bautista Internacional, República Dominicana,  es graduada del Instituto Integridad & Sabiduría y tiene un certificado en ministerio del Southern Baptist Theological Seminary, a través del programa Seminary Wives Institute, está casada con el pastor Joel Pena, encargado del ministerio de Vida Joven de su iglesia donde Angélica sirve junto a su esposo, y tienen dos hijos, Samuel y Abigail.

Leave a Reply

Hit enter to search or ESC to close