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Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto
eternidad en el corazón de ellos, sin que
alcance el hombre a entender la obra que ha
hecho Dios desde el principio hasta el fin.
E C L E S I A S T É S 3:1 1

Hay una torre de bloques en una oficina que se ha convertido en el reto entre nueve o diez competidores que han decidido participar. Hay algunos espectadores que han disfrutado del espectáculo sin participar, aunque siempre son bienvenidos a participar en la competencia. El objetivo es simple: la torre está construida de bloques rectangulares. Un jugador saca un bloque de la torre y lo usa para seguir construyendo hacia arriba, encima de la torre. Cuando el juego comienza, la torre mide 20 centímetros. Al ir participando durante el día, los jugadores pasan por la torre en la oficina, y esta se va haciendo cada vez más alta… y más inestable. Hoy en día, el récord es de 38 centímetros de alto. Muchos han estado cerca de romper el récord, pero este ha permanecido por más de cuatro meses.

Lo interesante de esta competencia es que técnicamente no hay un ganador. En la mayoría de las competencias, hay un deseo por un ganador y un perdedor. Este no es el caso en este juego. La idea del juego es seguir jugando. Idealmente, el juego nunca termina. La torre crece y crece, y, aunque sería increíblemente inestable, el juego podría continuar más allá del techo y
hasta las nubes.

Hay una lección que aprender con esta pequeña torre. Muchos de nosotros buscamos ser el ganador en algo. Buscamos encontrar un fin para un medio. Queremos la promoción más de lo que queremos trabajar. Queremos que nuestros niños obtengan calificaciones perfectas, pero no nos tomamos el tiempo para trabajar en su educación. Queremos tener un jardín lindo, pero olvidamos que, para obtener la recompensa del «jardín del mes», esto requerirá cuidado constante. Incluso hablamos de ponernos en forma, como si fuera una batalla temporal en contra de nuestro autocontrol, cuando cualquier entrenador físico te dirá que la salud es un estilo de vida, nada más ni nada menos.

Cuando nos tomamos el tiempo para darnos cuenta del tipo de gozo que viene de no buscar un destino, sino de enfocarnos en el viaje, podemos tener una vida más plena. Algunas veces en la vida, no hay un fin para el viaje. Algunas veces, las cosas tienen como propósito durar más allá de un tiempo específico. Así como nuestra relación con Dios, el gozo que viene de conocerlo es uno en constante crecimiento. No hay límite en cuanto a conocer a Dios. Búscalo y descubre el gozo que viene de conocerlo.

SEÑOR, ME HE ENFOCADO EN ENCONTRAR
EL FIN PARA MUCHAS COSAS EN MI VIDA.
RECUÉRDA ME QUE NO HAY UN FIN CUANDO
SE TRATA DE CONOCERTE. RECUÉRDAME QUE
NUNCA VOY A CONOCERTE EN TU TOTALIDAD
Y SOLAMENTE PUEDO PROFUNDIZAR EN
CONOCERTE AL BUSCARTE CADA DÍA. AMÉN.


Un devocional de 100 días de gozo (B&H Español)

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