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Por Karla de Fernández

Había llegado al grado de decir: “Estoy seca Señor, te necesito, me siento morir. Me he dedicado a Tu obra y a enseñar Tu Palabra, pero al mismo tiempo me he alejado de ti. Es como si en ese camino en Tu búsqueda, me extravié y dejé de verte”. 

Quería con todas mis fuerzas regresar, pero no lo hacía. Me llené de enojo, rabia y también de una tristeza que invadía mi alma al saberme seca y lejos. No hilaba una oración, no quería orar, no quería, estaba enojada porque me había descuidado y estando ahora seca, no podía hablar con Él con facilidad. Seguía con el orgullo muy arriba sin reconocer que, en Él, en Su Palabra estaba la respuesta y no en mí ni en mis ganas de buscarlo. Nunca se ha tratado de mí.

Y tengo claro que no pasó de un momento a otro, realmente todo comienza por algo pequeño. Probablemente un día no quise leer mi Biblia, no quise orar, y así de un día se hizo frecuente. El dejar de asistir algunos domingos a la iglesia local por diversas cuestiones que al principio parecían inofensivas, el dejar de orar con mi esposo, darle prioridad a todo, menos a lo realmente importante. Las redes sociales se convirtieron en mi nueva rutina y necesidad al despertarme y acostarme. Yo estaba lejos de Dios por mí misma.

Una pequeña grieta sin resanar en nuestra comunión con Dios puede dar como resultado un caos si no se trata a tiempo.

No todo está perdido

Por el sacrificio de Cristo en la cruz y la gracia constante de Dios, todos los que hemos creído en Él, en Su muerte y resurrección, tenemos acceso al Padre, ese es un regalo inmerecido. Podemos acercarnos confiadamente al trono de la gracia e implorar misericordia. Nunca minimicemos ese gran regalo.

No trivialicemos Su presencia. Es decir, sabemos que Dios siempre está y en lugar de agradecer, gozarnos y estar en comunión con Él lo vamos posponiendo tal como lo haríamos con cualquier persona con quien convivimos mucho y cada vez hablamos menos, cuando debería ser exactamente al revés.

Cuando nos damos cuenta de que estamos lejos de Él, volvamos cuanto antes, toma la Palabra, ora. La obediencia empieza obedeciendo no sintiendo. 

También acudamos con hermanas maduras y firmes en la fe que nos ayuden, que oren con y por nosotras. Somos comunidad y necesitamos de otros a quienes podamos abrir nuestros corazones y rendir cuentas. Si tu esposo es creyente, ve con él, humíllate y reconoce tu necesidad. Pídele que ore por ti. Él es tu compañero de oración para toda la vida. Las oraciones de nuestros esposos por nosotras son una bendición. 

Ahora entiendo las palabras del rey David que narra su hijo Salomón en el Prov. 4:4-9 cuando le dice: 

“y él me enseñaba y me decía: Retenga tu corazón mis palabras, guarda mis mandamientos y vivirás. Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; no te olvides ni te apartes de las palabras de mi boca; No la abandones y ella velará sobre ti, ámala y ella te protegerá. Lo principal es la sabiduría; adquiere sabiduría, y con todo lo que obtengas adquiere inteligencia. Estímala, y ella te ensalzará; ella te honrará si tú la abrazas; guirnalda de gracia pondrá en tu cabeza, corona de hermosura te entregará”.

Retenga tu corazón mis palabras

Nuestro engañoso corazón se desvía continuamente por lo efímero, por la banalidad; necesitamos todos los días recordarle el evangelio, hablarle a nuestra alma la verdad de Dios. Hemos de recordarle que necesitamos a Cristo, Su Palabra y todo el consejo de Dios para vivir una vida que honre y dé gloria a Dios, una vida centrada en Él.

Guarda mis mandamientos y vivirás

Porque Su Palabra nos vivifica (Sal. 119:25). Es en esos momentos en los que nos sentimos secas, vacías, Su Palabra, la obra de Cristo nos aviva, nos recuerda a quién pertenecemos y cómo podemos volver al manantial de vida. Es tan cierto aquello de que “cuando no sientas ganas de orar, ora más”, y aplica con la Palabra de Dios también.

Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia

Busquémosla y enseñemos a nuestros hijos y a quienes tengamos cerca cómo buscarla y obtenerla. Esa es parte de la instrucción que Dios nos deja a los padres en Deuteronomio 6. Cuando encontramos esa sabiduría de parte de Dios, tenemos una visión diferente de la vida, de la muerte y de nuestro caminar en la tierra, esta vida será para agradar a Dios, glorificarle y gozarnos en Él para siempre.

No te olvides, ni te apartes de las razones de mi boca

Es un llamado un tanto “desesperado” a que su hijo atienda y nunca se aparte de los consejos recibidos de parte de su padre. Yo como madre, puedo entender el deseo de que nuestros hijos nos escuchen y obedezcan porque buscamos lo mejor para ellos ¿y cuántas veces ellos se rebelan a nuestras indicaciones? 

¿Y nosotras? ¿Cómo actuamos con nuestro amado Padre?, nos ha mostrado el camino que debemos seguir porque Él es lo mejor para nosotras y en diversas ocasiones nos alejamos deliberadamente.

Es el rey David hablando a su hijo, aconsejando a que no se apartara del consejo, y sabemos que al final Salomón se apartó. Que no nos suceda lo mismo, aún hay esperanza, le pertenecemos, tengamos presente Su Palabra, Su enseñanza, Su evangelio y oremos porque Él nos fortalezca y permita llegar al final de nuestra carrera, de manera fiel.

Contracultura

La Palabra de Dios nos instruye a adquirir sabiduría en un mundo que nos grita que no necesitamos a Dios. Nos quieren convencer de vivir el momento, de confiar en nuestro corazón y que no existe una verdad absoluta, y que todo es relativo.

Ellos aman lo temporal, lo efímero, sabiduría mundana. Necesitamos la sabiduría que viene de lo alto, la que nos lleva a vivir sabiendo que estamos de paso. Tenemos un Dios que nos escucha, nos ama, nos ve… y con esa verdad actuamos de manera diferente porque Dios rige nuestra vida y anhelamos agradarle (Stg. 3:17-18). Esa sabiduría que nos librará de sentirnos secas porque siempre estaremos bebiendo del agua de vida. Confiamos que cuando haya un momento en que nuestro pie se desvíe, nos regresará una mano amorosa al camino angosto. Y eso es gracia de Dios a sus hijos.

No busquemos lo que le pertenece al mundo y que, al morir, aquí se quedará, busquemos lo celestial, lo que perdurará por la eternidad.

Karla de Fernández, nacida en México, es hija y sierva de Dios por gracia, esposa y madre como privilegio. Tiene su blog desde donde comparte con las mujeres su pasión por la Palabra de Dios. Es la coordinadora de Iniciativas para mujeres Soldados de Jesucristo y dirige el podcast “Mujeres en Su Palabra.” Es la autora del libro “Hogar bajo Su gracia.” Puedes seguirla en BlogFacebook y Twitter.

3 Comments

  • Gracias a Dios por mujeres como la Hna Karla de Fernandez.
    Q delicia el haber leido esta enseñanza hermosa.

  • Eva dice:

    Amén. Qué maravillosa enseñanza que nos recuerda la importancia de estar cerca del Señor de su palabra y de orar constantemente y mantenernos en comunicación con él para que no sé no se enfríe nuestro corazón y para que nuestra mente no sea corrompida por pensamientos terrenales.

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