Skip to main content
[Las buenas nuevas de Cristo, en la soltería]

Isabel Andrickson

Todas las personas, casadas o no, somos propensas a caer en la trampa del egocentrismo; es decir, mi prioridad soy yo y mis intereses. En mi propia experiencia con la soltería, este ha sido el «pecado original». En la soltería, el egocentrismo se presenta principalmente de dos formas: por un lado, el anhelo de un esposo (para satisfacer MIS necesidades); y, por otro lado, vivir para mí misma (de nuevo, para satisfacer MIS necesidades).

Pero saber quién soy en Cristo, y conocer mi diseño y mi rol, quitan el enfoque de mí para ponerlo en Él, trayendo así libertad en lugar de esclavitud. Mi relación con Dios es la única que me define, no yo a Él. A diferencia de lo que el mundo nos vende (descubre quién eres, y definirás a tu dios).

En Mateo 16, Jesús primero les preguntó a Sus discípulos quién decían ellos que era Él y ante la respuesta de Pedro le da su nueva identidad, recordándole que ese entendimiento provino del Padre. Es lo que ocurre con nosotras al ser hechas Sus hijas (Juan 1:12-13); necesitamos conocer quién es Jesús para saber quiénes somos; y, conocerlo no viene de nosotras, sino de Dios.

Quizás pienses: «¡Un momento!, todos somos hijos de Dios». Suena romántico, pero no es bíblico (Juan 1:12). Sin Cristo, somos criaturas de Dios (Sal. 139), hijas de desobediencia (Ef. 2:2), hijas de ira (Ef. 2:3) a consecuencia del pecado de Adán y Eva.

Si te diste cuenta de que no eres hija, las buenas noticias del evangelio son para ti: como mujer no necesitas un esposo (con e minúscula) sino al Esposo (con E mayúscula), con quien solo te puedes desposar presentándote en harapos, y no como suele hacerse ante un potencial esposo terrenal, usando tus mejores atuendos.

¿Qué es esto de «presentarme en harapos»?, te preguntarás. Para llegar a ser hecha hija de Dios, necesitas, al igual que yo, reconocer tu condición de pecadora y aceptar que solo obtenemos el perdón de Dios a través de la Persona de Jesús: Dios hecho hombre que pagó el precio por tu pecado.

Cuando me arrepiento y le confieso mis pecados estoy presentándome en harapos, sin atractivo ni adorno (sin mis propias «buenas obras», sin encubrir mi pecado, manchas e imperfecciones), reconociendo Su muerte en la cruz como mi único boleto para que me otorgue Su perdón que me confiere el derecho de ser llamada hija de Dios.

Dios hizo todo esto para que le diéramos gloria y alabanza (Ef. 1:14, NTV, énfasis añadido), es decir, todo Su plan de redención apunta a Su gloria. Cuando sé quién soy en Cristo y conozco que en Él tengo lo necesario para glorificarlo, actuaré conforme a mi identidad, sin importar mi estado civil.

Toda relación horizontal llega a su fin: los padres fallecen, los hijos forman tienda aparte, y aunque no sea el plan de Dios sino consecuencia de vivir en un mundo caído, algunos esposos se marchan y otros, mueren antes que nosotras. Jesús dijo que en la resurrección ni se casan ni son dados en matrimonio (Mt. 22:30), o sea que la relación de esposos solo es terrenal, temporal; mientras que… ni la muerte ni la vida […] nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Ro. 8:35-39).

Un fragmento del libro Mujer verdadera: el maravilloso diseño de Dios para ti (B&H Español)Adquiere el libro en Lifeway (https://goo.gl/koTJAq), Amazon (https://goo.gl/bgMJzu) o en tu librería favorita (https://goo.gl/qwzOh7).

One Comment

  • Delia Alcalá dice:

    Amén y su yo soy hija de Dios y reconozco que si él yo no soy nada , él es mi dador, mi padre que me abraza con tanto y tanto amor es es el que me da mi identidad

Leave a Reply

Hit enter to search or ESC to close