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Salmos 150:6

¡Que todo lo que respira cante alabanzas al Señor! ¡Alabado sea el Señor!
—NTV

Los Salmos concluyen con un concierto en el que toda la creación canta, todos los instrumentos participan y todos fijan su vista en Dios. ¿Tocas algún instrumento? Los inicios son frustrantes. Te sientes limitada a dos o tres notas que repites durante semanas antes de avanzar a otras tres notas, y así sucesivamente.

Pero un día, te das cuenta que dominas el instrumento ¡y eres libre! Empiezas a improvisar, a sacar piezas de oído y a componer. Tu instrumento y las notas musicales ya no son los barrotes que te encierran, sino las alas que te permiten volar.

Lo mismo ocurre con la alabanza. Al principio parece que solo repetimos lo que otros dicen. Quizá usamos los Salmos como ejemplo o imitamos frases que escuchamos en la iglesia. Pero si practicamos todos los días, si estamos en contacto con Dios a través de Su Palabra cada mañana, ¡un día volaremos!

Entonces comprenderemos que el propósito de todo hombre es adorar a Dios, y encontraremos en la alabanza ese deleite que inspiró Salmo tras Salmo. Se dice por ahí que la vida es como un piano. Lo que obtienes depende de cómo lo tocas. Yo más bien diría que la alabanza es como un piano. Practica todos los días y tu vida será una sinfonía que honrará a Dios.

El arte de vivir consiste en mantener el paso terrenal al ritmo de la música celestial.

Un devocional de Destellos de esperanza (B&H en Español)

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