Pasaje devocional: Lucas 2:1-16
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón. Lucas 2:7
Por los días en que nació Juan el Bautista, Augusto César ordenó que todos los ciudadanos se inscribieran en su lugar de nacimiento para hacer un censo. José, siendo de la familia de David, subió de Galilea a la ciudad de Belén en Judea, con María, su esposa, llevando en su vientre al Hijo de Dios, según le había anunciado el ángel Gabriel. En esos días es que se le presentó el parto.
Como no había lugar para ellos en el mesón por la cantidad de viajeros en aquellos días, suponemos que el mesonero les sugirió el pesebre de los animales, donde al menos tendrían un techo. Allí nació Jesús, Dios hecho hombre, el Salvador de la humanidad. Esta era la mejor noticia de todos los tiempos. ¡Qué hermoso regalo!
Este maravilloso anuncio de la llegada del Mesías que esperaban los judíos no se le envió a la gente «importante», como los reyes y líderes religiosos, sino que fueron unos humildes pastores que cuidaban de sus rebaños los que oyeron las buenas nuevas de la boca de un ángel del Señor que les aseguró, en medio de las huestes celestiales que alababan a Dios, que había nacido Cristo el Señor. Luego les dijo dónde podían encontrarlo.
Al irse los ángeles, los curiosos pastores fueron a Belén y allí lo encontraron acostado en un pesebre. Ellos les contaron a María y a José lo acontecido.
Padre mío, que en mi corazón y en mi vida el primer lugar sea para ti.
Un devocional de Revista Quietud-Invierno