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Por Keila Ochoa Harris

«No puedo empezar el día hasta que bebo mi primera taza de café». ¿Te identificas con esta frase? Quizá tengas otras como: «No me duermo hasta que me desmaquillo y me lavo los dientes».

De algún modo, todos estos son hábitos que vamos adquiriendo con el tiempo. Unos pueden considerarse gustos, otras, prácticas de higiene. ¿No sería maravilloso decir lo mismo sobre la oración?

Sin embargo, la oración no se puede resumir como un poco de cafeína para tener energía o un lavado profundo para evitar caries. La oración es una práctica vital para no morir en nuestra vida espiritual: algo así como respirar. ¿Es entonces algo innato?

Realmente no nos proponemos respirar cada segundo. No estamos conscientes de lo que nuestro cuerpo hace; no le tenemos que dar permiso. Simplemente sucede. Sin embargo, para la oración requerimos fuerza de voluntad.

Si pensamos que la oración es un hábito, no sorprende que a veces no queremos orar, así como no siempre se nos antoja un café. Por otro lado, si no es algo que surge de manera inconsciente como los latidos de nuestro corazón, implica que necesitamos trabajar en ello.

¿Entonces qué es la oración? Es, en un sentido, una forma de comunicación, una manera de relacionarnos, en este caso, con Dios. Pensemos otra vez en el café.

¿Cuántas tazas de café o té te has tomado con amigos o familiares? Probablemente relacionamos el café o con una buena conversación. Pensamos en las muchas cafeterías o restaurantes que hemos visitado, y en las que nos han servido taza tras taza mientras escuchamos al otro.

Ciertos aromas nos evocan la cocina de la abuelita, la tía o nuestra mamá, donde algún sábado o domingo comimos sin preocuparnos por el paso del tiempo.

Cuando pensamos en la oración como lo que es, un momento para sentarnos a tomarnos un café o un té con el Dios del universo, el Padre eterno que nos ama y el Amigo que necesitamos, quizá encontraremos un verdadero motivo para orar.

Pero, como sucede con una amistad, se requieren de tres cosas para lograr esta conversación: decisión, tiempo y qué decir.

Señor, no me gusta orar

No resulta fácil organizar una reunión con tres amigas. Todas debemos revisar nuestros calendarios y renunciar a ciertas cosas o mover ciertas actividades para encontrar ese tiempo perfecto para juntarnos.

En otras palabras, «queremos» vernos. ¿La ventaja? Dios siempre tiene libre Su agenda. ¿El problema? Nosotras. Al no ver la oración como una prioridad, no removemos lo que estorba ni apartamos unos minutos al día.

Bien dicen por ahí que querer es poder. ¿Y cómo lo logramos? ¡Pidiendo! Cuéntale a Dios lo que estás experimentando. Dile con toda sinceridad que no has visto la oración como un modo de relacionarte con Él, sino como un artículo más en la lista de cosas por hacer para sentirte bien o considerarte una buena cristiana.

De hecho, Él ya lo sabe, pero al confesarlo con tus labios, sentirás que la puerta de la sinceridad se abre y podrás entrar a Su presencia.

Señor, no tengo tiempo

Una relación implica tiempo. Como mamá de niños en edad escolar y que también trabaja fuera de casa, empiezo el día corriendo y lo termino exhausta. Sin embargo, no existe una fórmula sobre dónde orar o por cuántos minutos.

Podemos hacer una breve oración de gratitud al abrir los ojos. En lugar de ir escuchando música en el auto, podemos hablar con Dios y pedirle por nuestro día. Además de dar las gracias por los alimentos podemos incluir a los enfermos y los que tienen problemas. Por algo Pablo nos recomendó: «Oren sin cesar» (1 Tes. 5:17).

¿Te puedo recomendar algo? Si eres de las que no puede empezar el día sin una taza de café, que esa primera taza la bebas en Su compañía. Durante los primeros sorbos dale gracias por la vida, luego confíale todas tus preocupaciones. Tómate varias tazas de café con Él al día, a la semana, y sentirás una gran diferencia.

Señor, no sé qué decir

Finalmente, como suele suceder en tu primera cita con una persona que no conoces, tal vez te preocupa sobre qué temas hablar. Obviamente existen muchas cosas que componen la oración. En la oración le decimos a Dios cuánto lo amamos, o le agradecemos por todo lo que nos ha dado. También confesamos nuestros errores y le compartimos nuestras penas más profundas.

Aun así, no se puede comparar una conversación entre amigas con una charla con el Omnipotente. Por lo tanto, te ofrezco algunas sugerencias. Cuando no sepas cómo comenzar, abre los Salmos y que sean la base de tu oración. Lee pausadamente y haz las palabras tuyas al tiempo que añades pequeños comentarios propios. En otras palabras, ora la Escritura.

Otra idea es empezar con una alabanza. Piensa en un canto de iglesia que conmueve tu corazón y deja que las palabras te acerquen al corazón de Dios. Por último, escribe tus oraciones como en un diario donde tu lector es Dios. De algún modo, cuando nuestro cerebro se conecta con la mano, ordenamos nuestros pensamientos y logramos desprendernos de aquello que nos impide sincerarnos.

Cuando no quieras orar, recuerda que la oración no es un hábito ni un reflejo. Cuesta trabajo tener amigas, ¿no lo crees? Sin embargo, apreciamos tanto los frutos de la amistad que estamos dispuestas a sacrificarnos. ¡Cuánto más debemos ofrecer por una eterna conversación con el Dios que nos ama tanto! ¿Ya te tomaste tu taza de café con Dios hoy?

Él te está invitando: «Mi corazón te ha oído decir: “Ven y conversa conmigo”. Y mi corazón responde: “Aquí vengo, SEÑOR”» (Sal. 27:8, NTV).

Keila Ochoa Harris es una escritora mexicana con más de 20 títulos publicados. Escribe ficción para mujeres, niños y adolescentes, así como devocionales y libros de no ficción dirigidos a mujeres. Además de escribir, es educadora de corazón. Actualmente vive en el norte de México con su esposo y sus dos hijos.

6 Comments

  • Me parece muy acertado, gracias por estos valiosos consejos

  • Andrea Arana dice:

    Gracias por el apoyo y recomendación

  • Reina Perez dice:

    Antes de leer éste articulo, pensaba que no sabia orar ó hablar con Dios. Ahora que doy cuenta que paso el día orando. Desde que despierto empiezo hablar con Dios, alabando, adorando, y mi taza de té, la tomo junto a la ventana de mi cocina hablando con El. Gloria a Dios. Camino hacía mi trabajo adorandolo a travez de Su creación, el cielo, los arboles, las Aves, el sol , todo lo que veo en mi recorrido al trabajo cada día. Aprovecho para pedir por los chokers que me pasan por el lado. Los niños que se diregen a sus escuelas, los maestros, sus padres. Le encomiendo mis nietos y le pido por su salvación. Pero aveces olvido dar gracias por los alimentos. Dios me ayude.

  • Verónica Lazcano dice:

    Gracias. Dios por este ministerio que tanto me ayuda. Bendiciones!
    Necesitaba esto tanto!!

  • Liliam Atoche Ballesteros dice:

    Muy hermoso y gran verdad

  • Ana Juarez dice:

    Me siento feliz de Aver la encontrado me va ayudar mucho Dios la bendiga 🙏

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