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Por Bredka Llanes de Bernardo

La envidia es una enemiga silenciosa, vive en el interior, cerquita al corazón y nos consume por dentro. 

“El corazón apacible es vida de la carne; Mas la envidia es carcoma de los huesos” Proverbios 14:30

La carcoma es un insecto que se come la madera desde adentro, cuando te das cuenta de su presencia es porque ya ha comido demasiado. La Biblia compara la envidia con ese animalito, ya que al igual que esa plaga, este pecado nos va consumiendo desde lo más profundo. La envidia es tan peligrosa como silenciosa. De hecho, siempre es más fácil escuchar la frase “Me tienen envidia” a la confesión “Tengo envidia.”

La envidia es el dolor, enojo y descontento por la felicidad o bendición en otro. El envidioso ve la prosperidad de los demás como si fuera una ofensa contra él. Y busca venganza.

Recuerdo muy bien una situación en mi propia vida. Mi familia y yo nos mudamos de ciudad, y la casa nueva no me gustaba tanto como la que dejaba. Le avise a una amiga que la casa quedaría disponible y ella llegó a un buen acuerdo para rentarla. Poco después mientras yo batallaba para acomodarme en mi nuevo hogar, mi amiga subía fotos de lo feliz que era en lo que antes era mi casa. Mi corazón empezó a enojarse, a asignarle malos motivos a sus comentarios y a su felicidad. Empecé a juzgar y a resentirme. Un día platicando con otra amiga, dándole todas mis razones de mis “justos juicios” me paró en seco y dijo: ELLA NO TIENE NINGÚN PROBLEMA, EL PROBLEMA LO TIENES TU BREDKA.  Efectivamente, yo tenía envidia, me dolía que ella fuera feliz mientras yo aún no encontraba espacio suficiente para guardar todas mis cosas.

Gracias a Dios por esa amiga fiel que no tuvo miedo en hablarme con verdad, recuerdo como estaba convencida en mi corazón que la que actuaba mal era la que subía las fotos con un corazón alegre y no la que las veía con enojo y recelo. 

“He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.” 

Eclesiastés 4:4

La envidia es tan peligrosa que nos convence que el mal está en el otro. Y así en lugar de correr a la cruz por perdón corremos tras de aquel al cual envidiamos esperando que caiga. La Biblia nos muestra muchos ejemplos de esto. La envidia motiva el homicidio. Sí, así de peligrosa es la envidia.

  1. Caín contra Abel (Génesis 4:5)
  2. Los hermanos de José contra José (Génesis 37:11) 
  3. Saúl contra David (I Samuel 18:8)
  4. Los principales sacerdotes contra Jesús (Marcos 15:10)

Jesús es lo contrario a la envidia.  Y es en Él y en Su obra que tenemos lo necesario para vencerla. Su vida y muerte es el ejemplo absoluto de buscar y gozarse en el bien del otro. Jesús se abstuvo de pecar y pagó nuestra culpa para vestirnos con Su justicia. Tomó todo nuestro mal y vivió sus consecuencias para darnos todo el bien y que disfrutemos los privilegios. La envidia quiere quitar y destruir, mientras Jesús da y construye un camino al PADRE.

Envidiar a alguien declara que no creemos en la bondad y soberanía de Dios, por tanto, la envidia es un tipo de ateísmo. Es no creer en Dios, es pensar que nosotros tenemos una mejor manera de organizar los beneficios y privilegios para otros.

Pero siempre podemos correr a la cruz y encontrar la gracia que perdona y restaura.

¿Cómo se si tengo envidia?

  1. Analiza tu corazón, piensa en esas personas con las que batallas más. Aquellas a las cuales les tienes “varias recomendaciones de mejora”. Esas a las que consideras presumen demasiado. O las que piensas tienen un reconocimiento, bendición o ministerio que no les corresponde. Escarba en tu corazón, es muy probable que el problema esté en ti y no en ellos. Reconoce si lo que te molesta es no tener algo que ellos tienen. 
  2. Puedes preguntarle directamente a alguien piadoso y cercano a ti. Marcos nos relata que Pilato sabía que por envidia habían entregado a Jesús. La realidad es que nuestra envidia es percibida por otros con más facilidad que por nosotras mismas. Y está dispuesta a aceptar la respuesta.

¿Y luego?

  1. Confiésale a Dios tu pecado. Con todas sus letras, no lo disfraces. Corre a esos brazos de amor y gracia. Agradece por las bendiciones que tú has recibido sin merecerlo. Reconoce la soberanía y bondad de Dios. 
  2. Agradece a Dios por esa persona a la cual has envidiado. Ora agradeciendo por las bendiciones que Dios le ha dado. Esto traerá libertad a tu corazón. 
  3. Alégrate por el bien y bendiciones que otros tienen, trabajo, viajes, matrimonio, ministerio, reconocimiento, etc. Mientras más lo hagas más parecida a Cristo serás. 

Es sólo en Jesús y en Su obra desinteresada en nosotros que podemos ser libres de envidia. Vive el evangelio agradeciendo la gracia que has recibido con un corazón libre, capaz de reconocer la bondad de Dios en otros.  

Bredka , es una esposa y mamá ordinaria que vive asombrada por la gracia de Dios. Le apasiona leer, estudiar, meditar y enseñar la Biblia. Radica en la Ciudad de México y junto con su familia son miembros de la Iglesia Semilla de Mostaza, Santa Mónica. Colabora como editora para este blog.

4 Comments

  • Conchita dice:

    Muy inspirador articulo para hacer una introspeccion y realmente entender si tenemos algun sentimiento
    similar y poder trabajarlo. Gracias

  • Sally Guarin dice:

    Gloria a Dios por esta palabra llegó directo a mi corazón. Siento envidia de alguien, de su vida. No me siento cómoda con ese sentimiento tan mesquino porque sé que Dios no lo aprueba. Ahora se cómo orar y como quitar de raíz eso. Dios te bendiga hermosa❤️

  • Yesenia dice:

    Difícil de admitir cuando sentimos envidia pero de verdad cuando uno es sincero y lo confiesa hay libertad en todos los sentidos.

  • Paula Andrea Rojas Gutierrez dice:

    Gracias

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