Panal de miel son los dichos suaves; suavidad
al alma y medicina para los huesos.
P ROV E R B I O S 1 6 : 2 4
El cuarto grado es un año difícil para muchos niños. No están tan grandes como para preocuparse por las dificultades de la secundaria, pero, al mismo tiempo, se espera que actúen con cierto nivel de madurez. La señorita Martínez era la encargada de reforzar esa madurez. Su responsabilidad era enseñar español, estudios sociales y ortografía, pero algo que parecía haber tomado una mayor importancia a través de los años era ayudar a los niños a pasar de ser estudiantes de cuarto grado nerviosos a ser estudiantes de secundaria preparados. Para ella, el cuarto grado era un año para aclarar cualquier malentendido académico antes de pasar a la secundaria. El cuarto grado era el año en el que se desarrollaba esa madurez.
Debido a su filosofía educacional, se la conocía como demasiado estricta entre los estudiantes y los padres de familia. El director a menudo recibía llamadas sobre la disciplina rígida que la señorita Martínez ejercía en su salón, pero ¿por qué intentaría corregir algo que obviamente estaba funcionando?
La señorita Martínez era una figura temida y nunca dudaba en aplicar la ley cuando se trataba de disciplina. Parecía que su castigo favorito era cancelar el receso. No importaba si no habías hecho tu tarea o si olvidaste decir «señorita». Sin importar si la ofensa era mayor o menor, quitar el receso era siempre la sentencia aplicada por el crimen cometido. Esto fue así hasta que la pequeña Sandy Lara llegó a su clase.
Sandy seguía todas las reglas, siempre llevaba su tarea y era amable con sus compañeros, pero había algo sobre su enérgica manera de ser que molestaba a la maestra. Cuando la pequeña Sandy finalmente cometió el error de olvidar decir: «Sí, señorita», la señorita Martínez tomó esta oportunidad y le canceló su receso. Sin embargo, algo inesperado sucedió durante el receso.
Estando sentada en el pasto, desbaratando pequeñas hojas del césped, Sandy miró a la señorita Martínez y le dijo: «Usted es una buena maestra». Sin conmoverse por esta afirmación, la señorita Martínez respondió: «Todavía sigues castigada». La pequeña niña sonrió y dijo: «Lo sé. Solo pensé que alguien debía decirle algo lindo hoy».
Sus palabras sacudieron por un momento a la señorita Martínez. Pudo sentir una pequeña sonrisa dibujándose en su rostro. Nunca nadie se había tomado el tiempo de darle un cumplido. Nadie había pensado decirle que era una buena maestra, especialmente uno de sus estudiantes. Aun así, las palabras amables de Sandy la impactaron y, hasta este día, la pequeña Sandy sonríe y saluda a la señorita Martínez al correr, saltar y reír en el patio de la escuela, y la señorita Martínez la saluda de vuelta. Es increíble la cantidad de gozo que viene al recibir una palabra amable.
PADRE, GRACIAS POR LOS QUE SIEMPRE NOS DAN
PALABRAS DE ALIENTO. RECUÉRDAME MOSTRAR
AMABILIDAD A TRAVÉS DE LAS PALABRAS QUE USO,
Y AYÚDAME A ACEPTAR EL GOZO QUE VIENE DE LAS
MUESTRAS DE AMABILIDAD QUE RECIBO. AMÉN.
Un devocional de 100 días de gozo (B&H en Español)