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Por Mirna Espinoza

La luna, lumbrera de noche. ¿Cómo veríamos si no estuviera? A pesar que la luna es muy importante su brillo depende del sol, no  reflejaría luz, sino estuviera él detrás para hacerla resplandecer. La luna sabe que no puede servirle a la humanidad por sí misma sino que necesita al astro mayor para poder cumplir con su función.

Somos como lunas, nuestra superficie es oscura y sin ningún resplandor, necesitamos de un  sol para poder servir correctamente a nuestro alrededor. El problema es que como lunas muchas veces nos creemos soles, queremos estar en el escenario, en todas las actividades, ser reconocidos y aplaudidos. Pero olvidamos que no sale luz de nosotros, sino que solamente hay una fuente de iluminación que no nos necesita pero decide brillar a través nuestra.

Para servir a la iglesia primero debemos reconocer nuestro papel, somos lunas y no soles. Pero El sol, vino al mundo y ese es nuestro mapa. Dios poderoso, omnipotente, indestructible y rey soberano sobre todas las cosas vino a lavar los pies sucios de pecadores. El Creador de todo, que merecía reverencias, servicio, adoración y respeto, se humilló y se convirtió en un humilde siervo para salvarnos. 

Al reconocer la forma en que Dios vino al mundo podemos tener un ejemplo de cómo servir. Reconocer el amor de nuestro buen Dios es el primer paso para servir hacerlo bien. No hay amor que salga de nosotros para Él ni para los demás, por lo tanto el entendimiento del amor continuo e incondicional del Señor es como el cable de electricidad de la luna y el sol. Al conocer esto se puede tener la perspectiva correcta acerca del amor y por gracia podemos amar de vuelta a nuestro Salvador. 

Al tener claro el calor del sol, lo acogedor que es estar en el corazón del Señor y reconocer que no se debe a nada de lo que hayamos hecho, podemos conocer la mejor manera de servir a otros. Reconoceremos que no es porque nosotros hagamos algo bueno por ellos, sino que es el amor de Dios que se proyecta a través de nosotros. Y nuestras obras no serán para justificarnos sino para hablar más de Aquel que dio todo en una cruz. 

Ahora ¿cómo cumplir con nuestro rol de lunas? Imitando. El amor de Dios es digno de imitar y servir a la iglesia no se puede hacer de otra manera que no sea amando. Servicio no es activismo, no es ser visto no es decir siempre sí. A veces se puede confundir el servicio con nunca tener tiempo libre por estar dentro de las cuatro paredes de la iglesia, pero eso no es lo que hizo nuestro Redentor y la iglesia no es un edificio, son las personas, es el cuerpo de Cristo.

Servicio es humildad, tiempo, amor, entrega, pasión y sacrificio, nada habla mejor de servir que Jesús. Servir a la iglesia puede ser escuchar a esa amiga que perdió a su bebé, llevar comida a la casa de los hermanos que acaban de adoptar, poner y quitar las sillas después del servicio, tomar una guitarra y comenzar a cantar, limpiar baños, barrer o trapear, orar por los demás. Servir no es ser vistos, servir es querer que otros estén bien a costa de mi comodidad. Servir es amar.

El Señor es sabio y conoce nuestras manos mejor que nosotros mismos, sabe qué capacidades y habilidades nos dio y es tan perfecto que nos hizo diferentes para complementarnos. Solo hay un sol pero hay muchas lunas para alumbrar a los que nos rodean. Investiga qué puedes hacer con tus talentos y hazlo, averigua qué necesidades hay en tu iglesia y apoya, pregunta qué puedes hacer por tus pastores y ponte manos a la obra. Reconociendo que necesitas descansar, que no eres indispensable y que las obras que haces son para mostrar más acerca del amor de Dios. 

Juan el Bautista gritaba en el desierto no de él, porque sabía que vendría alguien más grande y no tenía ningún problema en aceptarlo. Reconocía que sus obras y su servicio fiel no sería nada a la hora de estar al lado de Jesús, y hacía lo mejor que podría estar haciendo, hablar del que habría de venir. Que nuestras obras no hablen de nosotros sino que griten acerca  de Jesús. 

Permanezcan en Mí, y Yo en ustedes. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco ustedes si no permanecen en Mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer. Juan 15:4-5

Mirna Espinoza, guatemalteca con un corazón rebelde que es constantemente corregido por Dios. Salvada por gracia y sin merecerlo. Siempre estudiante y nunca maestra. Sirve al Señor siendo colaboradora para Lifeway Mujeres, en su iglesia local y escribiendo en su blog personal Eufonía, IG: @eufoni.a (para visitarlos solo da clic sobre el nombre del blog y/o sobre nombre de usuario de Instagram)

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