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Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio,
nación santa, pueblo adquirido por Dios, para
que anunciéis las virtudes de aquel que os
llamó de las tinieblas a su luz admirable.
1 P E D R O 2:9

Todos los hemos visto. La mayoría de nosotros los hemos hecho. La realidad es que somos personas que se han obsesionado con los tests de personalidad. Hemos conocido el gozo de saber qué tipo de persona somos. Algunos de nosotros incluso basamos nuestra identidad en eso. Quizás sea algo que no nos enorgullece, pero todos hemos visto los cuestionarios y nos hemos preguntado qué personaje de nuestro programa de televisión favorito somos. Nos preguntamos qué color nos define o qué tipo de animal seríamos. Algunas de estas evaluaciones se han vuelto tan populares que hasta han sido implementadas en trabajos. Evaluaciones como el eneagrama, el Myers-Briggs e incluso StrengthFinders se han usado para identificar la forma en la que una persona trabaja, piensa y coopera con otros miembros de un equipo. Todo esto para responder una pregunta sencilla: «¿Dónde pertenecemos?».

Esta es una pregunta que la humanidad se ha hecho por miles de años. Es una idea que ha dado vueltas en las mentes de nuestros más grandes pensadores y ha ocupado los pensamientos de los niños. Queremos saber quién somos, dónde pertenecemos y qué nos hace especiales y únicos. Estas son emociones que todos hemos sentido hasta cierto punto. Ya sea que queramos admitirlo o no, queremos saber cómo nos ve el mundo. Nos gusta la idea de encontrar nuestro lugar en la sociedad. Todo esto, sin embargo, es superficial.

Quiénes somos, dónde pertenecemos y qué significa todo eso se responde con la realidad de quién es Dios en nuestras vidas. Para mí, siempre he pensado que Dios nos observa a través de un lente similar al de un padre. Los que tienen hijos entienden que hay una profundidad que va más allá de lo que se puede describir cuando se trata de la identidad de su hijo. El amor que una persona tiene por su hijo es difícil de describir. Y, en eso, encontramos el punto. Nuestra identidad puede ser algo en lo que nos enfocamos, pero hay un Dios que sabe quién somos en un nivel más profundo de lo que podemos entender. Somos Su creación. Él conoce nuestros corazones y nuestras mentes mejor que nadie. Podemos encontrar gozo en saber que somos amados por un Dios que conoce nuestra identidad mejor de lo que pudiéramos describirnos a nosotros mismos. Es una de las muchas razones por las que encontramos gozo en saber que la primera parte de nuestra identidad es ser hijo de Dios, porque entendemos el amor sin poder describirlo.

SEÑOR, GRACIAS POR AMARME. SÉ QUE HAY
MOMENTOS EN LOS QUE ME ENFOCO EN ENCONTRAR
QUIÉN SOY COMO PERSONA Y OLVIDO ADMITIR
QUE SOY TUYA. RECUÉRDAME TU AMOR CADA
DÍA Y RECUÉRDAME QUE ESTE AMOR TIENE
UNA PROFUNDIDAD INDESCRIPTIBLE. AMÉN.


Un devocional de 100 días de gozo (B&H Español)

One Comment

  • Maria dice:

    Estudie psicología, muchos test se aproximan a lo que somos pero la realidad es que quién nos conoce a profundidad es el mismo Dios pues nos creo y ha formado. Algunas veces por las tareas cotidianas olvidamos de donde venimos pero el siempre está atento.

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