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No mirando cada uno por lo suyo propio, sino
cada cual también por lo de los otros.
F I L I P E N S E S 2:4

Daniel siempre ha sido un chico alto. En su familia, él es el mayor de cinco hijos, y es mayor por unos cuántos años. Todos conocemos a alguien con una historia parecida. Los padres de Daniel batallaron mucho para tenerlo y pensaron que solo tendrían un hijo. Sin embargo, luego, años después, tendrían una sorpresa, luego otra y otra y otra hasta que finalmente, en el cumpleaños 16 de Daniel, se tomaron una fotografía familiar en la que se puede ver a Daniel de 16 años, a su hermano de 8, al siguiente niño de 6 y a sus hermanas gemelas de 4. Uno pensaría que Daniel podría tener problemas con esta dinámica, pero él no dudará en decirte que, después de crecer en una casa silenciosa, es bastante agradable tener algo de ruido.

Lo que llama la atención de Daniel, aparte de su edad, es su tamaño. Mide dos metros de altura. Es muy fuerte, juega diferentes deportes, es relativamente popular en su escuela y tiene muchos amigos de su edad; pero, cuando está con sus hermanos menores, no se siente tan grande como para no jugar con ellos. Todavía se sube a los columpios y a los juegos en el parque con ellos e incluso se sube a las resbaladillas. Él ama a sus hermanos menores. De hecho, ahí es donde escogió celebrar su cumpleaños número 16: en el parque local.

Algunos se sorprendieron cuando mencionó que quería celebrar ahí, hasta que admitió que quería tener un día con su familia. Ahí fue donde se tomaron la foto familiar que se exhibiría en la sala de su casa los años siguientes. En ella, podrás ver a dos gemelas sentadas en el regazo de su madre, un padre cargando a un niño de ocho años en un brazo y a un niño de seis años en otro, y en el fondo encontrarás a Daniel, montado a un caballo de juguete para niños pequeños.

Años después, le preguntaron a Daniel sobre esa fotografía, y él respondió con una sonrisa: «Quería que mi familia disfrutara, más de lo que quería tener un día dedicado para mí». Muchos de nosotros permitimos que en días especiales como los cumpleaños nos convirtamos en ídolos vivientes. Casi esperamos ser adorados en esos días. En lugar de tener la expectativa de que otros te traigan gozo, intenta hacer de esta ocasión una para dar gozo a otros. Podrías sorprenderte del gozo que recibirás.

SEÑOR, SÉ QUE HAY OCASIONES EN LAS QUE
PERMITO QUE MIS EXPECTATIVAS DEFINAN MI
GOZO. PERMÍTEME PODER REPARTIR GOZO A

OTROS Y NO SIMPLEMENTE TENER LA EXPECTATIVA
DE RECIBIR GOZO DE OTROS. AMÉN.


Un devocional de 100 días de gozo (B&H Español)

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