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PASAJE DEVOCIONAL: JEREMÍAS 31:1-9

Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. (JER. 31:3)

El conocido predicador Spurgeon estuvo en cierta ocasión visitando a un amigo que vivía en el campo. Vio que sobre uno de los graneros había colocado una veleta con la inscripción «Dios es amor». Esto le llamó la atención y entonces le preguntó si con ese texto quería decir que el amor de Dios era tan cambiante como el viento. El hombre le respondió que no, que lo que quería decir era que el amor de Dios es constante y firme, sin importar de dónde soplen los vientos.

Como seres humanos, hemos sido creadas para amar y para sentirnos amadas. A través de nuestra vida experimentamos el amor en sus múltiples expresiones, y amamos de muchas maneras y en diferentes grados, pero en el fondo de nuestro corazón algo nos dice que ansiamos algo más, algo diferente; un amor diferente, y ese es el amor de Dios, que en el versículo citado el mismo Dios lo describe como «amor eterno». ¿Qué hace que el amor de Dios sea un amor diferente? Nunca terminaríamos de mencionar todos sus hermosos atributos, pero podríamos mencionar dos cosas que son una gran muestra de Su grandeza. Una es la fidelidad, esa capacidad de nuestro Padre de permanecer fiel aun cuando nosotras le fallamos, de ser siempre el mismo a pesar de todo. La otra es la misericordia, la cual nos es dada y prolongada solamente por Su gracia. Un amor así es lo que nos ofrece Dios, pidiendo solamente que abramos nuestro corazón hacia Él. Sabernos amadas con tal magnitud debería transformar y llenar nuestra vida cada día y motivarnos a compartir este amor diferente con todo aquel que no lo haya experimentado.

Señor, gracias por Tu amor eterno, gracias por amarnos de una forma tan especial y diferente.

Un devocional de Devoción para el corazón (B&H en Español).

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