Malaquías 3:6
«Yo soy el Señor y no cambio. Por
eso ustedes, descendientes de
Jacob, aún no han sido destruidos.
—NTV
Alfredo hizo lo posible por conquistar a Carmen hasta que la convenció. En la boda prometió amarla para siempre. Tuvieron dos preciosas niñas. Todo parecía normal hasta que un día él le dijo: «Quiero el divorcio». Eso fue una puñalada para Carmen, pero venía lo peor.
Se enteró que Alfredo falsificó su firma haciéndola fiadora de millones de pesos y que, además, tenía dos hijos pequeños con diferentes mujeres. Sus hijas estaban en la universidad, y Alfredo se negó a cubrir los gastos. ¡Ella estaba desesperada! ¿Cómo alguien que había prometido amarla, sin ningún motivo se había hecho su enemigo?
No nos sorprende que alguien no tenga palabra de honor; ni que haya divorcios entre creyentes; o que alguien a quien admirábamos, ahora sea un ladrón o mentiroso. Lo peor es que pensamos que Dios también es así. Creemos que puede dejar de amarnos y romper Su trato con nosotras por nuestros errores, o que no cumple Sus promesas. Nuestro conocimiento de Él es muy pobre.
Dios dice: «No cambio», y es una realidad. Nos conoce profundamente; sabe que cometemos errores y que le seremos infieles en algún momento. Sabe nuestro pasado, presente y futuro y, aun así, decidió amarnos y nunca va a dejar de hacerlo. Podemos confiar que Él no es hombre para que mienta.
Jesucristo nunca cambia: es el mismo ayer,
hoy y siempre.
ESCRITOR DE HEBREOS
Un devocional de Destellos de esperanza (B&H en Español)