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Malaquías 1:11

«… En todo el mundo ofrecen
incienso dulce y ofrendas puras en
honor de mi nombre. Pues mi
nombre es grande entre las
naciones» … —NTV

Imagina por un momento que eres una niña otra vez. ¿Qué sentirías si en Navidad recibes una muñeca rota? Ahora piensa que eres la dueña de una empresa trasnacional y un empleado llega en tu cumpleaños y te obsequia un caramelo del tamaño de una canica.

Los israelitas habían olvidado quién era su Dios, por lo tanto, Malaquías aparece con indignación y transmite el mensaje de Dios. Entre otras cosas, el Señor estaba molesto porque los judíos llegaban con sacrificios contaminados. ¿Sabes qué hacían? Ofrecían animales lisiados y enfermos. Dios declara que ni siquiera al gobernador le darían algo dañado.

El fondo del problema estaba en que los israelitas habían olvidado quién era su Dios, pero Él se los recuerda. «Mi nombre es honrado desde la mañana hasta la noche por gente de otras naciones». En otros lugares tenían más temor que en Judá. ¿Debía Dios aceptar sus sacrificios? Por supuesto que no.

Pero quizá nosotros también olvidamos con frecuencia quién es nuestro Dios. Le ofrecemos las sobras de nuestro tiempo, nuestra atención a medias y lo que nos sobró del cambio para las tortillas en ofrenda. No olvidemos que nuestro Dios es grande. ¿Qué clase de sacrificios merece? ¡Lo mejor y lo primero!

Lo mejor de nuestro día debe ser para Dios.

Un devocional de Destellos de esperanza (B&H en Español)

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