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Celebración Gloriosa que recuerda el pecado redimido y el futuro garantizado.

Por Bredka Llanes

Las fiestas y memoriales en el Antiguo Testamento establecidas por Dios tenían como objetivo anunciar y apuntar verdades eternas. Siempre estuvo en la mente de nuestro Padre redimir a la humanidad. Su plan glorioso era parcialmente revelado en pequeños pincelazos a través de un pueblo escogido: Israel.  Apuntando siempre a la obra maestra, Jesús.

A unos días de Su muerte, era la época de Pascua, el evento y celebración cumbre del judaísmo. El pueblo recordaba año con año como es que Dios hizo “pasar de largo” (Pascua) al ángel que mataría al primogénito de cada familia. Era un cordero inmolado (sacrificado) cuya sangre cubría cada dintel de las puertas en señal de confianza en Dios. El pueblo de Israel celebraba su libertad de la esclavitud de Egipto y anunciaba, sin notarlo, una libertad gloriosa y eterna. La libertad de la esclavitud del pecado. (Éxodo 11 y 12)

Leamos como Mateo describe esa noche de Pascua con el Señor:

“Mientras comían, Jesús tomó el pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciéndoles:
-Tomen y coman; esto es mi cuerpo.
Después tomó la copa, dio gracias y se las ofreció diciéndoles:
Beban de ella todos ustedes. Esto es mi sangre del pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados. Les digo que no beberé este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre”
Mateo 26:26-29

Ahí estaban los 12 discípulos celebrando la Pascua, sentados en la misma mesa con el Señor. En unas cuantas horas la última y definitiva Pascua tendría lugar. En otras casas de Jerusalén había fiesta, pero en esta, es el cordero inmolado el que parte el pan y sirve el vino. Mostrando con elementos visibles lo que Él tendría que vivir, así como el trigo para ser pan y la uva para ser vino. Jesús daría Su vida en rescate por muchos, derramaría cada gota de sangre.

Es la Fe en ese sacrificio de este precioso Cordero sin mancha (como en aquel dintel) la que hace pasar de largo (como en aquella noche en Egipto), el juicio justo de Dios sobre nosotros. Nuestra verdadera y eterna Pascua.

Jesús en esta cena, no busca la autocompasión, sabe que vivirá horas oscuras cargando tu pecado y el mío, pero el fin no es una cruz. La cruz es el principio, que seguiría una tumba vacía, para que un día todos los redimidos estemos sentados en una misma mesa cenando con Él. Esta fiesta apunta a otra fiesta, a una celebración eterna, donde el pecado no estorbará más. ¿No te emociona que escucharás Su voz diciendo tu nombre? ¿No te asombra pensar que recibirás el pan de una mano marcada eternamente por amor a ti? ¿No te llena el corazón de adoración que estarás como invitado de honor a una fiesta que no merecías entrar?

Jesús por amor a nosotros estableció un memorial, nos ordeno recordarlo, no con un funeral, sino con una fiesta que se anticipa a lo que vendrá. Nuestro corazón pecador que se entretiene con lo temporal NECESITA RECORDAR las verdades eternas. Y es el pan y el vino, tan cotidianos, lo que nos ayuda a saborear eternidad y tener presente que Dios es fiel, misericordioso, lleno de gracia y que cumple Su Palabra.

De eso se trata la Cena del Señor, de recordar Su sacrificio y anhelar el futuro con Él. No desperdicies este momento, como si solo fuera un ritual vacío… es una fiesta que debiera alimentar tu corazón y entendimiento. Celebra junto a otros que al igual que tú, han sido redimidos.  Es un momento de comunión. No debe tomarse a la ligera, es un sacramento glorioso. Siempre que tengas el pan y el vino, recuerda que representan un costo muy alto, Examina tu corazón. (1 Corintios 11:27-31)
La Cena del Señor recuerda el plan perfecto para la humanidad en Cristo, y el futuro eterno que nos aguarda. Nos debe llenar de emoción, asombro y adoración … Participamos en una fiesta que apunta al pasado perdonado y al futuro garantizado junto al Cordero que partía el pan y bebía el vino. ¡Siempre se trata de Él!

Bredka, es una esposa y mamá ordinaria que vive asombrada por la gracia de Dios. Le apasiona leer, estudiar, meditar y enseñar la Palabra de Dios. Radica en la Ciudad de México y hace escuela en casa con sus dos hijos varones.

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