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Por Karla de Fernández

Hola, mi nombre es Karla y tengo una necesidad constante de estar en las redes sociales y generar contenido en línea. Me costó mucho darme cuenta de esa verdad. Es probable que tampoco te hayas percatado que, al igual que yo, tienes una adicción a las redes sociales y a generar contenido en línea.   

Facebook, Twitter, Instagram, Pinterest, TikTok, YouTube, WhatsApp. ¿En cuál de ellas estás? ¿Qué aplicaciones «ministeriales» tienes instaladas? ¿A cuántos grupos de WhatsApp con contenido evangélico perteneces? ¿Cuántos más en Facebook?  

Somos consumidoras 

Es probable que tengamos una adicción a las páginas con contenido bíblico, podcasts, perfiles en Instagram, videos en YouTube y TikTok, que no es malo en sí mismo. Pero puede ser que estemos invirtiendo mucho tiempo en ellas, más que el tiempo que pasamos directamente en nuestras Biblias, estudiando, orando, conociendo a Dios a través de Su Escritura y compartiendo con quienes nos rodean en casa y en nuestra iglesia local.  

¿En dónde nos estamos alimentando? Si hacemos la comparación entre lo que consumimos en las redes sociales y el tiempo de estudio de la Biblia, solas o en comunidad, ¿dónde hemos invertido más?  

Hablo porque lo he vivido, incluso, muchas veces recomendé ver, leer o escuchar enseñanzas a través de Internet mientras haces alguna otra actividad que no requiera tu total atención; como cuando vas conduciendo tu auto o mientras haces alguna otra labor. Esto no es malo en sí mismo, pero si todas esas actividades han tomado el lugar de nuestro encuentro personal con Dios, en la lectura de la Palabra y la oración, entonces es probable que esas aplicaciones hayan perdido el propósito inicial de acercarnos a Dios.  

Nos volvemos adictas a ellas porque es más sencillo escuchar y recibir de otros todo lo que necesitamos saber acerca de Dios y cómo vivir para Él, que pasar tiempo en oración y descubriendo por nosotras mismas esas joyas ocultas en la Palabra. Todo lo que requiera poco esfuerzo de nuestra parte, será más atractivo.  

Pero también, de una u otra forma podemos ser adictas a generar contenido bíblico en Internet. Quizá tengas un blog, un podcast, un canal de YouTube o simplemente uses tu perfil de Facebook para compartir el evangelio y se ha creado en ti una necesidad de estar compartiendo constantemente. Debemos recordar que, como hijas de Dios, estamos llamadas a ser luz, pero no somos la luz principal, solo somos el reflejo de Aquel que brilla por siempre, este es Jesús (Juan 8:12). Y esta verdad debe ser visible en cada área de nuestras vidas, en todo lugar, eso incluye nuestras redes sociales, lo que generamos y lo que compartimos de otros sitios también.  

Somos seducidas 

Nuestros ojos y nuestro corazón siempre querrán más y más, no se sacian de ver (Ecl. 1:8). Estaremos tentadas a consumir más y generar más contenido también, ganar más seguidores y likes para de esa forma ser más conocidas, seguidas y de una u otra forma, recibir la alabanza de quienes nos siguen.  

Nuestro corazón es engañoso y perverso (Jer. 17:9). Nos puede seducir con la mentira de que, como consumidoras, necesitamos estar en línea el mayor tiempo posible porque podríamos perdernos de alguna publicación importante. Nos puede seducir con la idea de que, siendo generadoras de contenido, somos indispensables porque «tenemos algo qué decir» y, sin darnos cuenta, terminaremos adictas a las redes sociales y a generar más contenido para estar presentes en todo sitio.  

Somos esclavas de aquellos a quienes hemos hecho dependientes de nosotras. Cuando no tengamos nada nuevo que decir, seguiremos publicando cualquier cosa solo para seguir activas, presentes, aunque sea algo hueco para los demás. No somos indispensables. No pasa nada si nos desconectamos de las redes. La vida sigue su curso con o sin nosotras. Nuestros amigos y quienes nos lean no dejarán de vivir porque de pronto ya no hay publicaciones nuestras. De hecho, si hacemos un buen trabajo en apuntarlos a Cristo, ellos buscarán directamente ser alimentados desde la Palabra de Dios más que de nuestro muro de Facebook o de cualquier página, blog o podcast y lo mismo haremos nosotras. 

No somos diosas 

Necesitamos estar conscientes de que todas debemos ir diariamente a la Palabra de Dios, pertenecer a una iglesia local donde se predique fielmente todo el consejo de Dios, donde podamos crecer en comunidad con otros creyentes.  Necesitamos la oración y estar conscientes de que, aunque Dios nos usa para bendecir a otros con lo que compartimos, nosotras no somos el Salvador, ni la Palabra viva, ni tampoco quienes dan discipulado a distancia, eso se vive en el contexto de iglesia local.  

Vivir en las redes y para las redes, es ilusorio, una adicción innecesaria. Una video llamada nunca igualará la conversación cara a cara bebiendo café con otros. Lo mismo sucede al compartir el evangelio, una pantalla no igualará lo glorioso que es estar con gente con quien podamos vivir el evangelio día a día, aunque eso implique vivir en el anonimato virtual la mayor parte del tiempo.  

El testimonio de Cristo obrando en nuestros corazones deberá hablar delante de Dios y de los que nos rodean, no solo delante de las pantallas del smartphone. Nos servimos unos a otros, nos animamos, exhortamos, nos estimulamos al amor y a las buenas obras (Heb. 10:24-25) unos a otros, personalmente. Vivamos dando testimonio del evangelio con quienes nos rodean, incluso si no recibimos palabras de aceptación como lo hacen nuestros seguidores en las redes sociales, incluso si nadie nos da las gracias, incluso si nunca reconocen que hemos podido servirles, incluso si nadie más nos ve. Dios sí está presente.   

Sirvamos a otros por amor y gratitud a Dios, porque somos Sus hijas, lo conocemos y podemos hablar de Él. Sirvamos a otros porque es lo que Cristo nos ha enseñado y porque en todo lo que hagamos para agradarle, Él se llevará la gloria. Vayamos a la cruz, el evangelio es suficiente para quitar nuestra adicción a estar conectadas en las redes sociales todo el tiempo si recordamos que la vida en Cristo se vive fuera de las pantallas, fuera de lo virtual. Reconozcamos que el llamado a compartir de Cristo es con aquellos que tenemos cerca, con los que lloran, con los que podemos servirles desde el corazón y a través de nuestras manos. Escojamos siempre lo mejor. 

Y esto pido en oración: que el amor de ustedes abunde aún más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento, a fin de que escojan lo mejor, para que sean puros e irreprensibles para el día de Cristo; llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios. (Fil. 1:9-11 NBLA).  

Una versión de este artículo fue publicado originalmente en Soldados de Jesucristo 

Karla de Fernández nacida en México, es hija y sierva de Dios por gracia, esposa y madre como privilegio. Tiene su blog desde donde comparte con las mujeres su pasión por la Palabra de Dios. Es la coordinadora de Iniciativas para mujeres Soldados de Jesucristo y dirige el podcast “Mujeres en Su Palabra.” Es la autora del libro “Hogar bajo Su gracia.” Puedes seguirla en BlogFacebook y Twitter.

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