Pasaje devocional: Deuteronomio 8:1-4

Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. Deuteronomio 8:3

Después del terremoto que causó un gran desastre en Haití, sorprendió a los socorristas una joven sobreviviente que fue rescatada a los veinte días de haber quedado sepultada bajo los escombros. Milagrosamente pudo resistir el terror, los golpes, el hambre y la sed. La Biblia narra que el Señor
Jesús estuvo ayunando por cuarenta días y cuarenta noches consecutivas, al término de los cuales respondió a Satanás diciendo: “Escrito está, no solo de pan vivirá el hombre, mas de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Si ha tenido la experiencia de pasar un día en ayuno y oración, estoy seguro que no pasó hambre. La Palabra de Dios sustenta, es energética y nutricional. El maná en el desierto es un índice de la preservación de la vida de los hijos de Dios conforme al propósito y al designio divino. El maná fue como un emblema; Dios pudo haber sostenido vivo a su pueblo durante los 40 años de peregrinaje solo por el poder de su Palabra. Tanto es así que, después de ello, nunca más produjo el maná. Es en la Palabra de Dios donde radica el poder vivificante.

Tengo una nieta llamada Lydia. Mi esposa dice que es la niña más bella del mundo y por supuesto, yo no la contradigo. Pero seguramente otras abuelitas discreparán con su opinión. Pero cuando nos referimos a la belleza, a la esplendidez, a la beatitud de la Palabra de Dios no hay discrepancias. Nada puede alcanzar la hermosura de contenido y efecto de la Palabra de Dios. Nadie puede recibir en ninguna otra pieza literaria la plenitud de vida, la fortaleza de ánimo, el deleite espiritual, la sublime inspiración y el dulce consuelo que imparte la Palabra de Dios al alma que la recibe con fe.

Un devocional de Revista Quietud