Por Cathy Scheraldi de Núñez
Es muy común que las cristianas evitemos participar en movimientos que impulsan el cuidado del planeta, ya que, los mismos han sido asociados con una ideología pagana que estimula adorar a la creación. Pero consideremos que el planeta fue creado por nuestro Dios y deberíamos ser las primeras en cuidar la obra de Sus manos.
Sabemos que en los tiempos finales antes de que Cristo regrese, la tierra sufrirá múltiples terremotos, plagas, hambrunas y guerras que causarán mucho daño. Dios mismo mandará un terremoto grande, el sol se pondrá negro, la luna se volverá como sangre y las estrellas caerán del cielo. Tierra y el cielo desaparecerá como un pergamino que se enrolla, y los montes e islas serán removidos de su lugar (Apocalipsis 6:12-14). Al saber el fin que Dios ha revelado de nuestro planeta, podemos ser tentadas a pensar que no hay razón alguna para cuidarlo. Sin embargo, a Dios le importa Su creación y Él la sustenta. (Colosenses 1:16-17) Además nos ha mandado cuidarla (Génesis 2:15).
El orden en que Dios creó todo, muestra Su propósito en cuidarnos y revelarse. Cuando cuidamos la creación hay beneficio para nosotros, pero sobre todo le damos gloria con ello. Hay muchos versículos que celebran la belleza de Su creación y concluimos que Su obra le da placer. De la forma en la que cuidamos lo que Él nos confió, reflejamos Su cuidado y gozo sobre Su creación.
Los invisibles atributos de Dios, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado.
Romanos 1:20
Los cielos proclaman la gloria de Dios, y la expansión anuncia la obra de sus manos.
Salmo 19:1
Cuando cuidamos lo que Él creó anunciamos a otras personas Su majestad. Dios destruirá la tierra como lo conocemos ahora, pero Él bajará una nueva de los cielos, Él habitará entre nosotras y seremos Su pueblo (Apocalipsis 21).
Mientras esperamos este tabernáculo ha descender, nuestro deber es cuidar lo que Él nos ha entregado. Habitamos esta tierra no de forma egoísta, sino que al usarla agradecemos y declaramos Su grandeza, majestad y bondad.
Nuestra mayordomía está manchada por el pecado, y cuando cuidamos lo entregado con apatía, avaricia o pereza, pecamos contra nuestro Dios. Cristo tiene que ser nuestro enfoque para que cuidemos lo que Él nos entregó hasta que Él regrese y restaure la tierra a su estado original.
Dios nos ha ordenado amar a nuestro prójimo como a nosotras mismas (Mateo 22:39), y cuando descuidamos la tierra, nuestros “prójimos” son afectados por nuestras acciones. Hay personas en otras partes del mundo que pueden ser afectadas por nuestras decisiones en cuanto al cuidado del planeta. La basura que tiramos en nuestra calle puede llegar a ríos o mares a kilómetros de distancia. También debemos pensar en aquellos que habitarán aquí después de nosotros. Cuidemos la creación como una forma de amar a los demás. Cuidemos la creación para que ella siga hablando de nuestro Creador.
Dios nos mandó a compartir el evangelio a todas las naciones (Mateo 28:19) pero no a expensas de ser negligentes en cuidar el huerto. Nuestra preocupación por el medio ambiente es una forma de testificar de nuestro amor por Dios y cuidar Su provisión para otros. Cuando cuidamos Su creación, participamos con Cristo en sostener Su obra y esto puede restaurar el balance ecológico para que nuestros vecinos lleguen a conocerle. El mundo necesita conocer a nuestro Señor.
Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.
1 Corintios 10:31
Cathy Scheraldi de Núñez, es parte del ministerio para mujeres “Ezer” de la Iglesia Bautista Internacional en Santo Domingo, Directora Programa Radial Mujer para la gloria de Dios, escritora del libro “El ministerio de mujeres” y co-escritora del libro “Revolución Sexual” junto con su esposo el pastor Miguel Núñez. Una de las editoras generales de la Biblia devocional “Centrada en Cristo”. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.
Alabado sea Dios