Por Angélica Rivera
“La peor tragedia que nos podría ocurrir en esta pandemia es desaprovechar la oportunidad de cambiar y salir igual que como entramos.”
Este es un pensamiento que escuché de mi pastor y me ha hecho reflexionar. Mi anhelo es que exista un antes y un después. Que en este tiempo de retiro en nuestros hogares evaluemos nuestros corazones, nos arrepintamos y seamos transformados para vivir la vida para la cual Dios nos creó.
Cambiar es madurar y crecer, la realidad es que no todos queremos pagar el precio para lograrlo. El cambio requiere esfuerzo, sacrificio, muerte, dolor, salir de la zona de confort, de ciertos patrones de pensamientos y hacer las cosas diferentes.
Si sigo pensando igual y haciendo lo mismo que he venido haciendo todos los días, no podré cambiar.
1) Lo primero que debe ocurrir para ser transformados es reconocer que necesito un cambio, esto parecería obvio, pero es increíble notar lo ciegos que somos a nuestras fallas. Debemos pedirle a Dios que nos examine y nos muestre nuestros malos caminos.
“Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno.”
Salmo 139:23-24
En esta cuarentena, he revisado el lugar de Dios en mi vida, también mi caminar y mis motivaciones. Dios me ha permitido ver en Su gracia áreas donde crecer, pecados que confesar, ídolos en mi corazón y me he arrepentido. Como diría el evangelista Ed Hindson, “Hasta que una persona no se arrepienta genuinamente él o ella no podrá cambiar”. Yo puedo confesar un pecado y no arrepentirme genuinamente, el verdadero arrepentimiento implica un cambio.
2) Después de confesar a Dios mi pecado debo de abandonar ese viejo hábito, cortarlo de manera radical y poner mi vida bajo el dominio de Dios.
“Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional”
Romanos 12:1
Esto significa que tenemos que poner en el altar nuestra vida, sueños, anhelos, pecados, es decir, una entrega completa de vida al Señor. Ya no vivir para nosotros sino Cristo a través de nosotros (Gal 2:20). Es un sacrificio, una entrega de mi viejo hombre de pecado para que Dios me dé una vida caracterizada por la santidad y mis pasos le sean agradables.
Aunque parezca un gran sacrificio, la realidad es que cuando entregamos a Dios nuestros pecados a los que nos aferramos, nuestros más profundos sueños y tesoros, descubrimos que no era tan grande la pérdida porque lo que recibimos de Cristo supera con creces lo que hemos entregado.
La triste realidad es que cuando Cristo no es nuestro tesoro, presentar nuestros cuerpos como sacrificios vivos parece imposible. No queremos abandonar nuestros ídolos del corazón, y somos engañados pensando que estos nos podrán satisfacer y lo único que hacen es dejarnos cansados y vacíos.
3) Lo tercero que debemos hacer para cambiar es renovar nuestra mente.
“Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto”.
Romanos 12:2
A menos que no reemplace mis patrones de pensamientos pecaminosos, no podré cambiar. En este tiempo de pandemia estoy haciendo el ejercicio de estar alerta, examinando cada pensamiento a la luz de la Biblia. He aprendido a desechar aquellos que niegan mi nueva identidad en Cristo, todo lo que el mundo me ha vendido como verdad en cuanto a qué es lo importante, y presentarlos en obediencia a Cristo.
Me he sorprendido de todos los pensamientos y diálogos internos que pasan por mi cabeza durante el día. Alguien dijo en una ocasión que no puedo evitar que venga un pensamiento pero sí puedo evitar que esa idea se anide sobre mi cabeza, es decir, sea procesada y aceptada como válida en mi vida, ya que un pensamiento traerá como resultados una acción.
La Biblia me dice que la palabra de Cristo debe habitar en abundancia en nosotros (Col. 3:16a). Entonces, mi forma de pensar debe de ser filtrada por el estándar de Dios. Ciertamente este cambio de mente solo puede venir cuando le permitimos al Espíritu Santo gobernar nuestras vidas, haciendo el ejercicio de meditar constantemente Su Palabra y aplicándola en nuestro diario vivir. Solo así podremos salir transformados de esta pandemia y seguir creciendo a la imagen de Dios. Permitamos que las verdades que están en nuestros corazones bajen al corazón para así vivir conforme a lo que creemos.
Angélica Rivera es diaconisa en la Iglesia Bautista Internacional, República Dominicana, es graduada del Instituto Integridad & Sabiduría y tiene un certificado en ministerio del Southern Baptist Theological Seminary, a través del programa Seminary Wives Institute, está casada con el pastor Joel Pena, encargado del ministerio de Vida Joven de su iglesia donde Angélica sirve junto a su esposo, y tienen dos hijos, Samuel y Abigail.
Sus palabras son perfectas a mi pensamiento hoy. Realmente Dios me esta hablando. Hace varias horas atras estaba leyendo la biblia, me confrono y me puse bien triste porque aunque llevo algunos años perseverando en Dios, no veo que este dando frutos. Estaba bien triste, lo comparti como confesion a un amigo de la iglesia y pense tengo que cambiar al salir de esta cuarentena | pandemia. No puedo permitir salir y volver a la carrera de trabajo 24/7. Sin tiempo para nada.Solo le pido al Espiritu Santo gobierne mi vida, me mantenga firme en esta decision o cambio de mente que anhela mi corazon.