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Moldeándonos a la luz del Evangelio

Por Travis Cottrell.

La adoración ocurre cuando conectamos nuestros corazones al corazón de Dios. Esto significa que la adoración involucra todo lo que somos. Aunque no se puede establecer una separación entre la adoración y la esencia de quienes somos — nuestro carácter, actitudes, opiniones y principios— sí podemos decidir rectificar algunas de las convicciones que hemos sostenido equivocadamente. Pero ¿estamos dispuestos a hacerlo?

Esos juicios, opiniones y aún creencias religiosas que han sido inocentemente implantadas en nuestros corazones, pueden llegar a ser los elementos que están bloqueando una vida de adoración plena. Es por eso que necesitamos poner a prueba la manera en que pensamos, particularmente cuando nos ofende la manera en que algo viene envuelto o la manera en que ha sido entregado. Quizá, nos hemos enfrentado con una verdad que necesitamos reconsiderar.

Estoy hablando de analizar el fundamento de nuestro sistema de creencias o gustos personales, algunos sostenidos por muchos años, que nos han llevado a enfocarnos en la superficie en vez de la verdadera sustancia espiritual. Necesitamos desenterrar esas expectativas que tenemos atrincheradas y que se ofenden tan rápidamente, y que debemos examinar a la luz de la Palabra, pidiéndole al Espíritu Santo que nos revele la raíz de toda verdad. A mí me parece que, si bajamos nuestras defensas ante el trono de Dios, muchas de nuestras ofensas desaparecerán.

Algunos de mis paradigmas equivocados nacieron con muy buenas intenciones. Sin embargo, un sistema de creencias erróneo, aunque sea bien intencionado, sigue siendo erróneo. Y ellos nos roban la victoria tan efectivamente como el mejor ladrón.

¿Cómo podemos hacer que el Evangelio crezca más plenamente en nosotros dejando de lado las preferencias y opiniones personales? Lo necesario es llegar a ser personas que se paren firmemente en la Palabra de Dios y rechacen el resbalarse cuando otros lo hacen. Esto tiene relación directa con una de las definiciones que Pablo nos dio de la adoración (y una de mis favoritas): “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12.1).

Cuando llegamos a ser sacrificios vivos, no hay ninguna piedra que no pueda removerse en nuestras vidas. Todo debe morir para que Cristo viva en nosotros. Esto incluye cada paradigma, opinión y juicio que acarreamos. O nosotros nos alineamos con la Palabra, o no. La adoración en su forma más pura se ejemplifica cuando producimos frutos a través de una vida totalmente entregada a los mandatos de Cristo y no a los nuestros.


Travis Cottrell es líder de alabanza y ganador del premio Dove Award. También sirve como pastor de adoración en Englewood Baptist Church, Jackson, Tenn. El y su esposa Ángela tienen tres hijos.

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