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Un camino hacia la meta: la gloria de Dios

Por Isabel Andrickson

En 1 Corintios 10:31 leemos: Si, pues, coméis o bebéis o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios.  Hacer todo para Su gloria es honrarlo, hacerlo lucir bien, darle buena reputación, manifestar Su carácter, mostrar al mundo quién es Dios; como dice John Piper: La gloria de Dios es el esplendor del infinito valor de todo lo que es Él. Es su belleza moral. Es visible a los ojos del cuerpo cuando el mundo creado gloriosamente señala a su invisible y aún más glorioso Hacedor.

Él quiere llamar nuestra atención a una gloria mayor, a la persona de Jesús, a través de quien vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14).

Si bien los esposos glorifican al Señor ejemplificando la relación de Cristo con Su Iglesia, eso no significa que una mujer soltera no pueda glorificarlo cuando «coma o beba» (es decir, desde lo más simple y cotidiano) o cualquier otra cosa que haga; parafraseando 1 Co. 10:31: Entonces, ya sea que comáis, que bebáis, o que viváis como soltera hacedlo todo para la gloria de Dios. Como leí en algún lugar, el matrimonio simboliza la relación de Cristo con la Iglesia, mientras que la soltería, la relación de la novia con Cristo.

Muchas personas piensan erróneamente que como mujer solo nos es posible glorificar a Dios en el contexto del matrimonio. Sin embargo, la Biblia no revela que nuestro estado civil defina quién somos, ni nos coloca en un nivel inferior como cristianas, ni dice que este es un impedimento para glorificar a Dios. En ese caso estaríamos atribuyendo más gloria al estado civil que a nuestro Hacedor.

No atribuyamos al estado civil el lugar que solo le corresponde al Señor, pues Su gloria no descansa en seres humanos pecadores —ni en nosotras ni en un potencial esposo—. Él declara en Isaías 42:8 que no entrega Su gloria a nadie; y en 48:11 reitera que no la da a ningún otro; ese «nadie» y «ningún otro» incluyen al «caminante» que esperas.

Todo lo que pospongas, hagas o dejes de hacer hasta «cuando llegue el esposo» revelará la condición de tu corazón, quién es tu señor: el matrimonio (el esposo) o Cristo. Toda decisión debes tomarla teniendo en mente Su gloria, lo que más manifieste al mundo que Él es tu mayor tesoro.

No pequemos de ingenuas creyendo que hacerlo será color de rosas, olvidando que estas tienen espinas. Vivir la soltería para Su gloria en el mundo de hoy puede no resultar fácil. Él te dirigirá a tomar decisiones radicales que solo serán posibles cuando «el amor de Cristo te apremie» (2 Co. 5:14); tu fe será puesta a prueba; no todos compartirán tu posición, aun a ti misma te surgirán dudas acerca de esta provisión de Dios para ti, sobre tus decisiones y Su carácter (fidelidad, amor, soberanía).

Cada día deberás morir a ti misma y a tus anhelos. Enfrentarás acusaciones de «lavado de cerebro», «mente estrecha», que «te has cerrado oportunidades» o «que te negaste la felicidad» cuando elijas no aceptar a un «caminante» que no ame al Señor como lo amas tú. Estas luchas podrían durar años (o toda la vida); a mayor falta de conocimiento de Dios, mayores luchas a enfrentar con el desánimo, el temor o incluso la depresión.

Pablo nos revela que hay un costo que pagar y un propósito ulterior: morir a mí misma por el avance del reino (1 Co. 10:32-33). A medida que dejas que Dios obre Su diseño en ti, verás Su impacto en otros, y por generaciones.

Un fragmento del libro Mujer verdadera (B&H Español)

 

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