Abraza la Gran comisión de la maternidad
Sarah Jerez
Tu maternidad no se trata de ti ni de tus hijos, sino de la gloria de Dios. La labor aparentemente trivial que hacemos a diario como madres es parte de la misión que Dios diseñó para que cumplamos Sus propósitos eternos.
Detrás de las ocupaciones aparentemente comunes, hay una misión de gran valor y con significado trascendente. Aun lo más trivial lo estás haciendo para la gloria de Dios (1 Cor. 10:31). Las repercusiones de vivir esta misión con enfoque, diligencia y fidelidad son eternas e incalculables.
Tenemos que despojarnos del viejo hombre, de las mentiras del enemigo, y de nuestras percepciones y emociones acerca de la maternidad, y abrazar la verdad de la Palabra de Dios acerca de ella.
Pero primero debemos abrazar la perspectiva de Dios acerca de los hijos. Satanás quiso rebajar el valor de los niños. Lo vemos en la medida en que menos mujeres muestran interés en tener hijos hasta el punto de considerar eliminarlos de su vientre a conveniencia.
Tristemente es la realidad que se esconde detrás de la manera como vemos que las mujeres hoy día establecen sus prioridades. Los niños son costosos, inconvenientes, ocupan nuestro tiempo, pero contrario a todas las cosas en las que gastamos nuestro tiempo y recursos, ellos tienen un valor eterno. Son almas creadas por Dios que perdurarán para siempre y que nos son encomendados a nosotros durante un tiempo para un valioso propósito.
Jesús enfatizó el valor de los niños al manifestar: Dejad a los niños, y no les impidáis que vengan a mí, porque de los que son como éstos es el reino de los cielos (Mat. 19:14). Dios usa palabras como «don», «recompensa», «flechas» contra el enemigo y llama «bienaventurado» a quien los tiene. Que el Señor nos dé amor por lo que Él ama.
Como mujeres, creadas para dar y nutrir vida, debemos tener corazones abiertos a la bendición de tener hijos. Debemos pedirle al Señor que escudriñe siempre nuestras motivaciones a la hora de considerar este tema. Si el Señor no te dio hijos biológicos, el llamado de dar vida aún es para ti. Ya sea a través de la adopción o la maternidad espiritual, todas estamos llamadas a participar en el nuevo nacimiento y la reproducción de discípulos de Cristo, manifestando amor por la próxima generación.
Dios nos llama a abrazar la Gran Comisión (Mat. 28:18-20). La maternidad se trata de eso. Dios nos dio el ministerio de la reconciliación. Muchas queremos salir y evangelizar por el mundo, pero ¿quién le está predicando y enseñando a nuestros hijos? Dios le dio una influencia y oportunidad a la madre que no le ha dado a ninguna otra persona en sus vidas. Si Dios te dio hijos, no tienes que buscar muy lejos a quienes evangelizar e instruir.
La misión de la madre es de evangelización, instrucción y discipulado. Es mostrarles a sus hijos el glorioso evangelio de Cristo, motivarlos a arrepentirse de sus pecados y aceptar a Jesús como Salvador y Señor y que sean fieles discípulos suyos. Tenemos el mandato de enseñarles todo el consejo de Dios en todo tiempo y pasar Su Palabra a la próxima generación (Deut. 6:5-9; Sal. 145:4).
Un fragmento del libro Mujer verdadera (B&H Español)