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PASAJE DEVOCIONAL: SALMOS 84:1-4

Anhela mi alma y aun ardientemente desea los atrios de Jehová; mi corazón y mi carne cantan al Dios vivo. (SAL. 84:2)

Se acerca el día de Navidad y como todos los años también llegan los días ocupados buscando los regalos para los familiares y amigos. Muchos de ellos tienen de todo y nos ponen en una situación de no saber qué comprarles. Caminamos de tienda en tienda para encontrar algo que esté al alcance de nuestro presupuesto, que comunique nuestro amor y satisfaga una necesidad de la persona que lo recibe. Otras veces, especialmente con los niños, pensamos que le hemos comprado un gran regalo y ellos ni siquiera le ponen atención y comienzan a jugar con algo que nunca pensaríamos que los entretuviera. En fin, usamos nuestra capacidad, olvidándonos que hay otros gustos y necesidades. Si aplicamos esta situación a nuestro intento de ofrecer a Dios un regalo, también estaríamos en la misma disyuntiva de qué regalarle. Sabemos que Dios es el dueño de todas las cosas y posee todos los tesoros del cielo y de la Tierra. ¿Qué pudiéramos regalarle u ofrecerle? Él no necesita nada. Otras veces tratamos de hacer algo para agradarle, pero no es lo que a Él le agrada. Sin embargo, sí hay algo que Dios desea recibir de los creyentes. Algo para lo que no tenemos que pensar en el presupuesto, ni tampoco se puede comprar en las tiendas. Es un regalo que Él siempre está esperando de nosotras y no tan solo en la Navidad. Él desea que Sus seguidoras le adoren en espíritu y en verdad.

El pasaje de hoy en Salmos 84, llamado «La perla de los Salmos» por el gran predicador inglés Spurgeon, presenta una maravillosa canción de inspiración e instrucción. Este Salmo relata el anhelo del pueblo de Dios de tener un lugar donde pudieran adorar y derramar su corazón en alabanza y cánticos para reconocerle como su rey soberano. El pueblo cristiano también anhela adorar a Dios ardientemente. Esta adoración ocurre cuando comprende la grandeza de Dios, cuando reconoce lo insignificante que es delante de Él y entrega su vida al Señor Jesús como Salvador y Señor. En otras palabras, existe una correlación directa entre nuestro concepto de Dios y nuestro deseo de adoración.

Señor, que mi adoración sea sincera y siempre reconozca Tu grandeza.

Un devocional de Devoción para el corazón (B&H en Español)

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