Así pues, ahora ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús. —DHH
ROMANOS 8:1
El 15 de mayo del 2014, Mariam Yahya Ibrahim Ishag, de 27 años, oyó la palabra «condenada». Había decidido no negar su fe cristiana ante la corte islamista de Sudán que la sentenció a morir en la horca y a recibir 100 latigazos por adulterio. ¡Su casamiento con un hombre cristiano no era válido para el islam!
Con ella estaba su hijito de un año, quien enfermaba por la falta de higiene y por los insectos. Esperando el cumplimiento del juicio, sin atención médica y encadenada, nació su bebita a quien nombró Maya. Finalmente, bajo presión internacional, la corte sudanesa liberó a Mariam el 26 de junio de ese año.
¿Puedes imaginar lo que Mariam sentía al ver el panorama tan negro bajo esa cruel condena? ¿Qué habrá sentido cuando le dijeron que era libre? La prensa no nos lo dice.
Sin embargo, la condición en la que Mariam se encontraba antes de ser liberada no era tan tenebrosa como cuando tú y yo vivíamos sin Cristo. Estábamos bajo el veredicto de «condenadas» a la eterna oscuridad en el infierno por el pecado. No teníamos manera de escapar de esa maldición. Sin embargo, el Señor Jesús nos vio bajo esa condenación, nos amó, nos habló al corazón… y creímos. ¡Nos libertó! ¡Qué gran noticia! (YF)
¡Libertad, libertad! ¡Oh, qué buena es aquella que da el Salvador!
CORO CRISTIANO