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La resurrección desde la perspectiva de Jesús

Por Sallie Culbreth

Salí sin dolor. La sensación de una plenitud serena contrastaba vívidamente con lo que había experimentado en mi cuerpo tres días antes. Todavía tenía cicatrices, todavía tenía recuerdos, pero los horrores de aquellos momentos eran ahora parte de MI historia, no parte de la historia del mundo.

Ese fue un día extraordinario: un día de sorpresas y reuniones, un día de restauración y de prueba, un día de iluminación y revelación, un día cuando lo familiar tendría al fin sentido.

A lo largo de ese día, caminaría con mis seguidores y no me reconocerían. Les volvería a contar historias acerca de mi muerte y resurrección, y luego esperaría a que por primera vez me reconocieran. Partiría pan y serviría vino, entonces observaría cómo lentamente y delante de sus ojos la familiaridad de mis acciones les revelaría quién era Yo.

Entraría al lugar donde estaban encerrados por el temor a perder sus vidas y calmaría sus nervios mientras se adaptaban a la nueva realidad. Les pediría a los que dudaban que me tocaran y convencería a los hambrientos de que yo también lo estaba. Los llamaría por su nombre, les daría de mi vida a sus espíritus, y confortaría sus mentes traumatizadas. Los dirigiría en una nueva dirección y les recordaría lo que ellos ya sabían: Que Yo soy el Cristo. Todo eso es lo que yo tenía por delante en este nuevo día.

Un fuerte temblor hizo que se moviera la pesada piedra que cerraba la tumba, y pensé en cómo un día las piedras de las tumbas de mis seguidores serían ya innecesarias. Salí a la luz del sol, para volver a la vida de mis discípulos que todavía lamentaban mi muerte.

“Esperen a que lleguen”, dije a los ángeles, sabiendo que muy pronto algunos de mis discípulos atemorizados llegarían. Estaban traumatizados, aterrorizados y se sentían abandonados. En sus corazones destrozados había más preguntas que respuestas. Esa era la condición en que varios de ellos llegaron a mi tumba vacía. Se pusieron histéricos. Entraron a tientas en la tumba, buscando mi cuerpo en la oscuridad, pero sólo encontraron los lienzos. Yo no estaba allí.

La vida había vuelto a mi cuerpo muerto. Muy pronto volvería también a mis amados, quienes pensaban que ya todo se había perdido.

Dos seres angelicales iluminaron el interior de la tumba, lo que asustó aún más a mis amigos. Con palabras de ánimo y fortaleza los ángeles les revelaron la verdad de lo que está más allá de las tragedias provocadas por crueldad humana. Luego les hicieron una pregunta clave que yo les había instruido que hicieran: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?” La vida había vuelto a mi cuerpo muerto. Muy pronto volvería también a mis amados, quienes pensaban que todo se había terminado.

Lo ven, mis amados, la vida puede ser redescubierta, pero no en los lugares de muerte, porque Yo estoy vivo.

Sally Culbreth es la creadora de Committed to Freedom, una organización que ministra a las víctimas de maltrato.

 

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