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[PASAJE DEVOCIONAL: NEHEMÍAS 9:30-33]

Mas por tus muchas misericordias no los consumiste, ni los desamparaste; porque eres Dios clemente y misericordioso. (Neh. 9:31)

Asistí a la escuela «El Sagrado Corazón de Jesús», hasta que el régimen comunista cerró las escuelas católicas en Cuba. Recuerdo que todos los días íbamos a la capilla, y una vez por semana nos confesábamos para poder tomar la comunión el domingo. En mi memoria ha quedado grabado el recuerdo de que antes de ir a confesarnos, las monjas nos daban un tiempo en el salón de clase para meditar y recordar los pecados que habíamos cometido desde la última confesión.

Yo creo que mi costumbre de hacer listas para recordar lo que tengo que hacer, se originó durante esa etapa en mi vida, en la cual tenía que recordar los pecados que había cometido. «A ver, ¿qué pecado cometí desde la semana pasada?», me preguntaba yo. «¿Qué mal hice?» «Ya sé, le contesté a mi mamá. No, no, eso fue la semana antepasada. No puedo confesar el mismo pecado dos semanas seguidas». «A ver, a ver, lo más seguro es que me porté mal, pero espero que no me pida que le diga algo específico, porque no recuerdo».

Mi lista seguía creciendo hasta que llegaba a la capilla y esperaba mi turno para confesarme. Mentalmente repasaba la lista hasta que llegaba mi turno. Qué miedo sentía si me daba cuenta que había omitido confesar algún pecado de los que había escrito. Aunque han pasado muchos años, el simple hecho de recordar esta experiencia, hace que sienta los mismos síntomas que sentía cuando era niña; el corazón me palpita más rápido, me siento intranquila y, sobre todo, siento gran temor al pensar que quizás no confesé todos los pecados que había en mi lista.

¡Tanto las experiencias buenas y malas durante la niñez son difíciles de superar! Qué alegría sentí cuando experimenté la misericordia de Dios en mi vida. De repente conocí a un Dios que me ama y que no está a la espera de que cometa un error para castigarme. Confesar mis pecados era antes un rito que tenía que cumplir, ahora es un acto voluntario de contrición. Siento alivio y paz cuando confieso a mi Señor las cosas que lo han entristecido y que han impedido que haga Su voluntad.

Señor, confieso hoy los pecados que
me impiden hacer Tu voluntad.

Un devocional de Devoción para el corazón (B&H Español)

 

 

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