Por Jeanine Martínez de Urrea
La tristeza no es mala. Hace unos años una película de dibujos animados, por primera vez puso a Tristeza como un personaje principal. La película INSIDE OUT (Intensa-mente) cambió como se ha tratado el tema de la tristeza. La conclusión, era que la tristeza no es mala y la ausencia de tristeza no era necesariamente buena, porque todas las emociones son necesarias y el propósito de las mismas proveer información a través de las experiencias de nuestras vidas. Era necesario sentir la tristeza, porque cada emoción tiene un propósito.
Las emociones no son malas por sí mismas pero las decisiones, actitudes y formas de vida que adoptamos basados en ellas pueden destruirnos. Las emociones fueron diseñadas y dadas por Dios para advertirnos de nuestro estado interior, el ser humano no es solo células flotantes o un cuerpo. Fuimos creados a la imagen de Dios, un Dios SANTO, cuyas emociones expresadas a través de su revelación son SANTAS. Dios, al crearnos a su imagen, nos dio emociones, emociones que la Biblia expresa en lenguaje antropomórfico de la experiencia de Dios en la historia de Dios. (Génesis 6:6 Y al Señor le pesó haber hecho al hombre en la tierra, y sintió tristeza en Su corazón.)
Sin embargo, con la caída del hombre y su separación del Dios creador, dador y sustentador de la vida todo ha dejado de funcionar como debía. Nuestras emociones también lo hicieron y necesitan ser redimidas y santificadas. Nuestras emociones funcionando como fueron diseñadas pueden revelar el carácter de Dios, también, son un puente de conexión entre nuestro mundo interior y el mundo exterior, circunstancias, estímulos, realidades y otras personas que nos rodean. Nos permiten recibir y a la vez nos permiten dar. Si esas emociones están distorsionadas de forma pecaminosa entonces puede afectar nuestros cuerpos, relaciones con otros y con Dios. Los Salmos también expresan libremente la tristeza de sus autores y del pueblo que los cantaba (Salmos 116:3) Dirigían estas emociones a Dios. “Los lazos de la muerte me rodearon, Y los terrores del Seol vinieron sobre mí; Angustia y tristeza encontré”. La diferencia importante es que nunca los Salmos nos dejan habitando en la tristeza, sino que retornan su enfoque y atención a Dios (Salmos 119:28 De tristeza llora mi alma; Fortaléceme conforme a Tu Palabra.)
Gran parte de nuestras emociones no radican en el músculo de nuestro corazón sino en un músculo de mayor tamaño: nuestro cerebro (mente). Nuestros pensamientos, emociones y percepciones son controladas por procesos hormonales y neurológicos. Así que, en algunos casos, la tristeza que sentimos puede tener causas físicas. Una tristeza profunda por un período de tiempo extendido y otras características se convierte en depresión. En ese caso estamos hablando de una enfermedad o trastorno que va más allá que la emoción de tristeza, que experimentamos. Otras personas han experimentado situaciones traumáticas o pérdidas y aquí la tristeza cumple una función importante para canalizar y procesar lo ocurrido.
Sin embargo, la tristeza debe ser siempre ese “switch,” que se enciende para informarnos que algo está mal, que algo debe cambiar y que nuestro corazón ha perdido algo o está en peligro. Pero no podemos hacer un hogar de la tristeza. No podemos quedarnos en el puente de nuestra emoción. Necesitamos cruzar al otro lado: CRISTO ES EL HOGAR SEGURO, el lado de la libertad es el lado de la aceptación. La tristeza debe llevarnos a evaluar nuestra vida, nuestras relaciones, nuestros procesos internos de pensamiento. Necesitamos ver si lo que estamos pensando es lo honesto, lo justo, lo puro y si no lo es enfocarnos en lo que si es verdadero, justo, puro, amable (Fil 4:8).
Solo Dios cumple con estos atributos.
Ninguna circunstancia o persona de este lado de la eternidad podrá ofrecer un hogar seguro, permanente, solo Dios puede SER ese hogar. Dios es nuestra libertad, porque Cristo se reveló como la verdad.
- Necesitamos habitar en la verdad. Cristo es la verdad. Lo que Él ha hecho y lo que Él ha dicho y revelado acerca de Dios y nosotros mismos es lo que nos da libertad. Lo que dicen otros, lo que te dices a ti misma y las circunstancias o tus emociones no pueden prevalecer y dictar lo que crees y haces. Esto debe emanar de la verdad de Dios en Su Palabra y en la revelación de Él mismo que nos ha dado.
- No debemos actuar basadas en la tristeza. La tristeza nos informa, nos debe llevar a evaluarnos: si hemos pecado, si otro ha pecado en nuestra contra y entonces correr al perdón, al arrepentimiento y a Dios como nuestro lugar seguro y donde somos aceptos a través de Cristo (Efesios 1:6)
- Necesitamos la comunidad de creyentes en nuestros momentos de tristeza. Jesús en el Getsemaní, nos muestra este ejemplo. Vemos a Cristo atravesando Su tristeza y sobreponiéndose a ella para cumplir el propósito para el cual vino, pero no fue solo. Aunque Sus discípulos le fallaron, los invitó a orar con Él y compartir Su carga. Muchos de nosotros en nuestra tristeza nos aislamos y pensamos que podemos solos. No podemos. La voluntad de Dios es que soportemos o llevemos los unos las cargas de los otros (Gálatas 6:2). No podemos ser una isla, en nuestra tristeza debemos llorar con los que lloran (12:5) pero también dejar que otros lloren con nosotros. Esto contribuye a nuestra humildad y en consecuencia para nuestra libertad.
Debemos acudir a Dios quien nos libra de la tristeza cuando hemos hecho hogar en ella. Pero debemos aprender a lidiar con esta y otras emociones de manera sana. Qué nuestras emociones y tristezas solo nos fuercen a ir a Cristo. En palabras de Charles Spurgeon: “He aprendido a besar las olas que me lanzan ante la Roca Eterna.”
Jeanine Martínez de Urrea es misionera en Guatemala y sirve con Iglesia Reforma. Es enviada por la Iglesia Bautista Internacional, República Dominicana. Tiene una Maestría en Artes en Estudios Teológicos y Liderazgo Intercultural por el Seminario Bautista del Sur (SBTS), y una Maestría en Ciencias en Ingeniería Sanitaria y Ambiental (INTEC). Sirvió como misionera transcultural, con enfoque en enseñanza bíblica, entrenamiento misionero y discipulado, en el Sur y el Este de Asia por casi 9 años. Es apasionada por hacer discípulos de Cristo, de todas las naciones, a través de la enseñanza bíblica. Le gusta cocinar, la música, y conocer personas de distintas culturas, apreciando la multiforme gracia. De vez en cuando, recuerda detenerse y oler las flores.
Ella es mi hija. PERO SOBRE TODO HIJA DE DIOS; quien la llamó y equipo para hacer y vivir para Cristo.
Me encantó el escrito.
Gracias Dios
Bendiciones Jeanine.