2 Corintios 10:4-5 “porque las armas de nuestra contienda no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas; destruyendo especulaciones y todo razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y poniendo todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo,”
Cada vez que hablamos sobre la sumisión hay muchas ideas que viene a mi mente. Por ejemplo, algunas personas me han dicho que debe ser fácil ser sumisa a un esposo como el mío que es pastor, sin embargo, la sumisión no tiene nada que ver con el esposo sino con el corazón de la esposa. Ningún esposo puede forzar la sumisión, este debe ser un acto voluntario; si es forzado entonces sería esclavitud y no sumisión. En Génesis 3:16 el castigo de Dios hacia Eva y todas las mujeres que hemos nacido desde entonces, es: “tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti.” La primera cosa que debemos entender es qué significa “tu deseo será para tu marido.” La palabra hebrea utilizada aquí es “teshuqah” y tiene dos significados. El primero es como está utilizada en Cantares 7:10 “Yo soy de mi amado, y su deseo tiende hacia mí.” Obviamente esto es el amor romántico y es lo que viene a nuestra mente. Pero este no es la forma en que es usado en Génesis 3.
El segundo significado nos lo da el versículo 7 en Génesis 4 cuando El Señor estaba hablando con Caín y dijo “… si no haces bien, el pecado yace a la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo (“teshuqah”).” La realidad es que desde la caída, cada mujer nace con una naturaleza pecaminosa y tiene el deseo de dominar a los hombres. En mi opinión este es nuestro aguijón en la carne. Ya que no podemos ganar el dominio porque fue impuesto por Dios, este deseo se convierte en el mensajero de Satanás para que no nos enaltezcamos.
Como mujeres tenemos diferentes formas de dominar. Cada decisión es una batalla de las voluntades para ver quién ganará. Sin embargo hay otra forma, que es sutil, pero peligrosa y más frecuente en las cristianas, la manipulación. Se puede manipular con elogios, apelando a su hombría, afirmando como él hace las cosas mejor, fingir dependencia, o hasta usando la intimidad como un arma a favor. Todas estas con el misma fin, conseguir lo que queremos, el dominio.
La manipulación es peligrosa, porque es una trampa, le quita autoridad al esposo, sin que la esposa sospeche que está pecando.
Nuestro rol bíblico como mujeres es influenciar, no manipular. Influenciar es confiar en El Señor, en que Él obrará en la forma en que Él quiere; pero la manipulación, busca arreglar las cosas para conseguir lo que queremos, lo que muestra confianza en nosotras mismas y nuestras ideas más que en Dios.
Antes de convertirnos, vivíamos constantemente en pleitos cuando rehusamos someternos. Yo por ejemplo, crecí con tres hermanos siendo la única mujer, después comencé a trabajar en una profesión dominada por hombres, y viví con las guantes de boxeador puestos. Simbólicamente, el primer artículo de ropa que me ponía cada mañana eran los guantes. En la cosmovisión mundana, la persona sumisa es la inferior, y entonces esto hace que nuestra meta nunca quiera ser sumisa. Después de convertirnos, y al estudiar la Palabra vemos que nuestro llamado bíblico es sujeción a nuestros esposos. Nuestra naturaleza no lo quiere aceptar. Luchamos hasta que nuestra mente es renovada.
Si eres como yo quizá te preguntaste ¿Como un Dios perfecto puede considerarme inferior a mi esposo?
Mientras más estudiamos, nos damos cuenta que la definición mundana de sumisión no es igual que la bíblica. Sumisión bíblica no es sinónimo de inferioridad. La sumisión tiene que ver con una posición de protección y función no con niveles de valor. Lo que nos puede convencer es el ejemplo de Jesucristo, siendo igual al Padre se sometió a Él. Entonces nuestro caminar hacia la sumisión bíblica debe comenzar. Es Cristo nuestro ejemplo y motivo para sujetarnos.
Es un camino difícil, que comienza en la renovación de nuestra mente. Y cuando dejamos de luchar contra la voluntad de Dios y rendimos la nuestra.
No hay tantos pleitos, y sin buscarlo, los hombres comienzan a ser más tiernos y nos protegen en lugar de sentirse amenazados por nosotras. La sabiduría del Señor se hace más evidente en nuestras mentes, porque vivir en Su Palabra trae la paz y gozo que uno tanto anhela. El último paso del caminar hacia la sumisión es cuando nos damos cuenta que la sumisión es la forma que El Señor utiliza para enseñarnos el dominio propio, el último fruto del Espíritu. El nos pide que el mismo deseo de dominar que tenemos, debemos utilizarlo, pero no en nuestros esposos sino en nosotras mismas! Esto es el “knock out” de Dios y el referí, El Espíritu Santo, contando hasta 10, declarando la competencia terminada. Nuestros brazos son demasiado cortos para boxear con Dios y debemos quitarnos los guantes y enterrarlos para siempre.
La forma de destruir este deseo de dominar es tomándolo cautivo y poniéndolo a la obediencia de Cristo. Entonces debemos reconocer que somos así, admitirlo, pedir perdón y luego luchar con todas nuestras fuerzas contra este deseo.
“Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29) Mientras más sumisas seamos, más parecidas seremos a nuestro Señor Jesucristo.
Bendiciones, Cathy Scheraldi
Cathy Scheraldi de Núñez es parte del ministerio para mujeres “Ezer” de la Iglesia Bautista Internacional en Santo Domingo, Directora Programa Radial Mujer Para La Gloria de Dios y co-escritora del libro “Revolución Sexual” junto con su esposo el pastor Miguel Núñez. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.