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«Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni
permitirás que tu santo vea corrupción»
(SAL.16:10).

Este salmo es uno de los tres salmos mesiánicos de David, donde expresa su confianza en el Señor. David está pidiendo protección. Podemos suponer que fue escrito en tiempos de dificultad, probablemente cuando huía del rey Saúl. A pesar de ello, no tiene un sabor de queja, sino de gratitud y regocijo en el Señor, confiando en que solamente Yahweh puede protegerlo y proveer lo que necesita. Él rehúsa adorar otros dioses porque, aunque la vida es difícil para los creyentes, es más difícil para aquellos que no adoran a Yahweh porque no tienen Su protección y esto aumentará sus aflicciones.

David sabía que, aunque no sería fácil, era mejor vivir para Dios que para sí mismo. Él experimentó muchas dificultades porque se mantuvo fiel a Dios, sin embargo, siempre podía confiar en la presencia y protección de Dios aun en estos tiempos. Y él entendía que la única forma de tener esta seguridad y gozo era viviendo con el Señor puesto continuamente delante de él, confirmando lo que dijo en el versículo 2 del mismo salmo: «Ningún bien tengo fuera de ti». Aunque David vivió 1000 años antes de la llegada de Cristo, su alma entendía lo que Cristo dijo en Juan 15:5: «Separados de mí nada podéis hacer». También reconoció que su descanso final no sería en el infierno, sino en el cielo porque, si Dios lo bendijo y lo mantuvo durante la vida terrenal, también Él lo bendeciría en la vida venidera.

Luego en el versículo 10 leemos que Dios no permitirá a Su Santo ver corrupción. Esto es una obvia referencia a que el Mesías, Jesucristo, ¡resucitará para que Su cuerpo no vea corrupción! Me llama la atención que «Santo» está en mayúscula [LBLA]refiriéndose al Santo y no a los santos.

Pedro también entendió esto porque en su primer sermón, justo después del día de Pentecostés en Jerusalén, cuando 3000 almas fueron añadidas, citó este versículo refiriéndose a Jesús (Hech. 2). Pedro mencionó cómo David, siendo profeta y sabiendo que Dios le había jurado sentar a uno de sus descendientes en su trono, miró hacia el futuro y habló de la resurrección de Cristo. David no podía estar hablando de sí mismo porque su cuerpo sí vio corrupción y Pedro les recordó que el sepulcro de David todavía existía.

Entonces ¿qué significado tiene esta información para nosotros hoy? ¡Nuestro Redentor vive! Él es quien está sentado a la diestra de Dios y quien también sigue intercediendo por nosotros (Rom. 8:34). Aquel que resucitó de la muerte es quien ganó la victoria para la salvación de todos. Podemos estar seguros de la bendición después de la muerte porque «si hemos sido unidos a él en la semejanza de su muerte, ciertamente lo seremos también en la semejanza de su resurrección» (Rom. 6:5). Entonces, de la misma manera que estimuló a David, nos estimula a permanecer en Él porque ¡Él es nuestra única esperanza!


Un devocional de Un año con Jesús (B&H Español)

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