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Dios bendice a los que lloran, porque serán consolados. —NTV
MATEO 5:4

L a clásica obra Pietà La piedad de Miguel Ángel es una magnífica escultura renacentista en mármol blanco. Retrata a la Virgen María, que sostiene a Cristo muerto. Aun en su gran duelo, se capta un aura de paz; podemos percibir que de alguna manera Dios le está confortando. Podemos imaginar que recuerda las promesas que hizo Jesús de que resucitaría al tercer día.

El Señor bendice a los que lloran, pero que a la vez tienen esperanza en Él. Lloran ante el mal; anhelan que triunfe la justicia. Lloran como el apóstol Pedro, arrepentido por la profundidad de su propio pecado. Siguen el mandato de Romanos 12:15: «Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran». Sufren junto con los que pasan por algún problema. Saben consolar a los demás porque Dios los ha consolado en sus dificultades, como los corintios a quienes escribió Pablo. También claman a Dios para que muestre Su misericordia hacia los que están apartados de Él.

No seas de los que procuran consolar insistiendo: «¡No llores!». Que las lágrimas no te avergüencen; Dios las puede usar mejor que las palabras si alguien está pasando por alguna pena. Si tú misma estás adolorida, entrega esas lágrimas a Aquel que «recoge cada una» de ellas (Sal. 56:8) y que te quiere aliviar de tu dolor. (MHM)

Toma en cuenta mis lamentos; registra mi llanto en tu libro. ¿Acaso no lo tienes anotado?

DAVID


Un devocional de Un año con Dios (B&H en Español)

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