Skip to main content

Por Patricia Namnún

Si hay algo en lo que las madres podemos coincidir es en que la maternidad es una labor sacrificial.

Continuamente estamos rodeadas de otros que de alguna manera dependen de nosotras (en algunos casos al 100%) y en medio de todo esto podemos sentirnos frustradas sintiendo que nuestras vidas nos fueron quitadas.

La realidad es que nos sentimos de esa manera por nuestra naturaleza caída que se resiste a la realidad de morir a nosotras mismas por amor a esos pequeños que Dios ha puesto en nuestras manos. 

Un llamado al servicio

El llamado al que las Escrituras nos apuntan en nuestra relación con los demás es uno: ver al otro como superior a nosotras mismas, como más importante, buscando sus intereses por encima de los nuestros:

“No hagan nada por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás”, Filipenses 2:3-4.

Llevar una vida de esta manera definitivamente cuesta.  En nuestro pecado nos cuesta más cuando tenemos que hacerlo con otros de los que no obtenemos ningún beneficio, en una relación donde damos sin recibir nada a cambio, como es el caso de nuestros hijos.

Pero un servicio como este, una vida de sacrificio tal fue la que Cristo nos modeló. Él, que siendo igual a Dios no lo consideró como algo a lo que debía aferrarse, vino a servir a pecadores como nosotras que sin lugar a dudas no tenemos nada que darle en retorno. Si Él siendo Dios nos sirvió de esa manera, nosotras podemos apuntar a servir a nuestros hijos siguiendo su ejemplo. En el poder de su Espíritu, recordando que todo lo que hagamos lo estamos haciendo para Él, de tal manera que cuando servimos a nuestros hijos estamos sirviendo a Jesús (Col 3:17).

Servicio en acción

Teniendo en cuenta nuestro llamado al servicio y el estímulo que encontramos en Cristo seamos intencionales en servir a nuestros hijos de las siguientes formas:

  • A través de la instrucción:

Cada vez que tomamos tiempo para instruir a nuestros hijos en la Palabra les estamos sirviendo. Aunque a veces nos cueste, quizás implique dejar de lado lo que estamos haciendo para aprovechar una oportunidad de instrucción o tomar el tiempo en medio de nuestro cansancio para llevarlos a la Palabra, cada vez que lo hacemos les estamos sirviendo y dándoles bien a sus vidas.  

“Hijo mío, presta atención a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones. Que no se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón. Porque son vida para los que las hallan”, 

Proverbios 4:20-22.

  • Atendiendo a sus necesidades físicas:

Dependiendo de las edades en las que se encuentren nuestros hijos necesitarán de nosotras en esta área en una menor o mayor escala. Cuando ponemos a un lado nuestros propios intereses para atender las necesidades físicas de nuestros hijos les estamos sirviendo y al hacerlo honramos a nuestro Señor. En cada cena preparada, cada ropa doblada, cada desvelo en medio del cuidado de la enfermedad estamos sirviendo a Cristo al servir a nuestros hijos.

  • Atendiendo sus necesidades emocionales:

De la misma manera en la que les servimos al atenderles físicamente también lo hacemos al atender sus necesidades emocionales. Si hay algo que he podido ver en mis hijos es que pareciera que su tanque emocional nunca se sacia. Nuestros hijos tienen necesidades emocionales y nosotras como madres podemos servirles en ese sentido. A través de las muestras de afecto físico, palabras de afirmación y ánimo cuando lo necesitan.

  • A través de la corrección:

Aunque a veces se nos haga difícil verlo de esta manera, cuando disciplinamos a nuestros hijos, de una forma bíblica, les estamos sirviendo. Nuestros hijos necesitan de disciplina y la Palabra misma nos enseña que Dios a quien ama disciplina, por lo tanto, al hacerlo estamos amando a esos que Dios ha puesto bajo nuestra responsabilidad.

Él les sirve mejor

Definitivamente al servir a nuestros hijos en todas estas áreas seguimos el ejemplo de Cristo, pero no debemos perder de vista que mientras lo hacemos debemos apuntar los ojos de nuestros hijos a Él.

Como madres pecadoras les vamos a fallar y no tenemos la capacidad de satisfacer por completo las necesidades de nuestros hijos, pero Jesús sí puede hacerlo.

Cuando los instruyamos recordémosles que no son nuestras palabras las que están llenas de sabiduría sino las de Cristo. Cuando atendamos sus necesidades físicas apuntémosles a Aquel que es nuestro proveedor y quien nos ha dado todo lo que tenemos. Cuando les sirvamos en lo emocional apuntemos sus ojos al Único que puede satisfacer sus corazones y cuando les sirvamos en corrección en medio de sus faltas traigamos a su alma la verdad de que el amor de Dios no cambia y que su disciplina es una muestra de ese amor.

Habrá días donde servirles se nos hará difícil, donde nos sentiremos sin fuerzas o sin deseo alguno de hacerlo y otros días en los que pecaremos contra ellos al no verlos como superiores a nosotras. En esos días recuerda que Cristo es suficiente. En Él encontrarás las fuerzas que necesitas, la sabiduría que no tienes y el perdón cuando le has fallado y aun en esos momentos donde sientes que lo has hecho bien, Él ha sido suficiente porque toda virtud viene de Él.

Que el Señor nos ayude a seguir su ejemplo de servicio en la vida de nuestros hijos.

Patricia Namnún, nacida en la República Dominicana, es la coordinadora de iniciativas para mujeres en Coalición para el Evangelio. Es autora de los estudios bíblicos «Luz en las Tinieblas» y «Completas en Él.» Está casa con su esposo Jairo Namnún con quien tienen 3 hijos. Puedes seguirla en Facebook y Twitter.

One Comment

Leave a Reply

Hit enter to search or ESC to close