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Y nuestra misión en la instrucción

Karla de Fernández

Uno de los libros de la Biblia que me ha gustado mucho estudiar es el del profeta Daniel. Este varón nos enseña de carácter, confianza y dependencia de Dios desde el capítulo uno hasta su vejez.

“Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las escrituras, tengamos esperanza.” (Romanos 15:4)

Vivimos en una cultura tan contraria a la Palabra de Dios, una forma de vida tan liberal, con valores y enfoques diferentes a los que la Palabra de Dios nos instruye a seguir. Busca envolvernos, atraparnos, hacernos a su imagen, cambiar nuestra forma de pensar, nuestros principios y hasta nuestra forma de confiar en Dios. Intenta hacerlo de manera muy sutil en algunos casos, y en otros, de manera agresiva, para imponerlo en nosotros.

¿Es posible sobrevivir en una cultura contraria a la Palabra, sin temor a ser transformadas a su imagen? Sí, es posible. El jovencito Daniel y sus amigos nos enseñan que esto es posible. El capítulo 1 del libro de Daniel nos da un panorama de lo que ellos viven, lo cual no es tan alejado de nuestra realidad, leemos dicho capítulo y nos muestra la providencia de Dios al permitir que Joacim, rey de Judá, cayera en manos de Nabucodonosor, un rey pagano que gobernaba en la gran Babilonia y quien emprendió la primera invasión de Jerusalén.

De pronto, en la vida de Daniel todo cambió. Se presume que era jovencito, adolescente quizás, pertenecía al linaje real y de esta porción hay varios puntos en los que podemos aprender y aplicar a nuestro diario vivir:

“jóvenes en quienes no hubiera defecto alguno, de buen parecer, inteligentes en toda rama del saber, dotados de entendimiento y habilidad para discernir y que tuvieran la capacidad para servir en el palacio del rey; y le mandó que les enseñara la escritura y la lengua de los caldeos.” (Daniel 1:4)

Jóvenes bien parecidos, capacitados en todo conocimiento, con cualidades para estar en el palacio del rey. Aquí podemos aprender que el mundo busca cautivarnos desde jóvenes, y así mismo con nuestros hijos.

A Daniel y sus amigos, Aspenaz debía enseñarles la escritura y la lengua de los caldeos, debían ser como ellos, su lengua, su cultura, su alimentación, su educación, su doctrina, todo. Buscaban que, aun siendo judíos, su identidad fuera de babilónicos. Y el mundo, la cultura postmoderna es lo que busca y en algunos casos, logra hacer con nuestras niñas y jóvenes; podría decir con dolor que pareciera una guerra que nos está siendo ganada.

El mundo, así como el enemigo de nuestra alma, buscará cautivar a nuestros niños y jóvenes por cualquier medio. Buscará jóvenes que sean influencia a otros niños y a sus coetáneos, a sus hermanas menores y aun a otras personas que puedan estar débiles en su fe.

Las preguntas aquí serían: ¿Dónde estamos los padres? ¿Qué estamos haciendo para pastorear el corazón de nuestros hijos? ¿Estamos invirtiendo tiempo suficiente para instruir a nuestros hijos para pastorear y prepararlos para vivir en un mundo hostil?

“No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno” (Juan 17:15)

Y es que desde pequeños debemos instruir a nuestros hijos en la disciplina y amonestación del Señor. A los padres de la familia antiguo-testamentaria se les encargó la tarea de formar a los hijos en la Palabra de Dios (Deut. 6:4-9), y esa instrucción es vigente hoy en día también, de hecho, como complemento que somos al varón podemos participar activamente en esa formación.

Hoy en día podemos y debemos conocer la cultura que busca envolver a nuestros hijos, pero, sobre todo, necesitamos conocer los principios de la Palabra de Dios para instruirlos en ella y que no sea tan sencillo que la cultura los arrastre en pos de sus encantos malévolos.

Nos encontraremos con situaciones tan desagradables y contrarias a la Palabra de Dios en cada etapa de nuestra vida, y gloria de Dios por ello, porque entonces ahora podremos instruir y edificar a otros, principalmente a nuestros hijos en cómo sobrevivir y comportarse en una “Babilonia” hostil, en un mundo que grita ¡No hay Dios! Necesitamos encaminar a nuestros hijos a la verdad del Evangelio. ¿Lista para continuar instruyendo?

Karla de Fernández es hija y sierva de Dios por gracia. Esposa y madre. Blogger en www.soymujerdevalor.com desde donde comparte con las mujeres su pasión por la Palabra de Dios, con el fin de saborear y atesorar la belleza del Evangelio en nuestro diario vivir.

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