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[PASAJE DEVOCIONAL: MARCOS 12:41-44]

Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca. (Mar. 12:43)

En Marcos este relato expone y contrasta la avaricia de los fariseos y escribas, con las enseñanzas del Señor Jesús. En Mateo 6:2, el Señor manifiesta: «Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa». Al Señor le repugna este exhibicionismo y lo condena.

Para comenzar, el Señor es dueño de todo lo creado y no necesita de nada. El ofrendar favorece al que lo hace, no a Dios. Nunca pensemos que hacemos un favor o que estamos comprando al Señor con nuestros diezmos y ofrendas. Después de un día de mucho trabajo enseñando, estando en pie en el templo, el Señor muy cansado llegó al atrio de las mujeres donde estaba el arca de las ofrendas. Allí se sentó a ver como el pueblo echaba dinero en el arca. Los ricos hacían de sus ofrendas un gran espectáculo y la mayoría de ellos echaba mucho.

El Señor sabía que esas ofrendas no representaban ningún sacrificio ya que daban de lo que les sobraba. Al Señor le llamó la atención una viuda pobre que echó dos blancas, las más pequeñas en tamaño y valor de todas las monedas. Jesús llamó a Sus discípulos para enseñarles una lección. Para los judíos, las grandes ofrendas representaban gran piedad de parte de los que habían sido bendecidos con abundancia, pero desde el punto de vista de Cristo, la ofrenda de la viuda tenía más valor y era mucho más que lo que habían echado todos los otros juntos porque había dado todo lo que tenía.

El Señor mira y mide lo que damos, pero, sobre todo, mira cómo damos. Lo más importante para Él Señor no es la cantidad, sino el espíritu con que se da. Sin duda alguna, para todos los que observaban el arca de las ofrendas aquel día, en medio de la multitud y del bullicio, aquella ofrenda de la pobre viuda pasó inadvertida, pero no para el Señor. Él se gozó con aquella acción de total sacrificio. Y nosotras, ¿qué hemos dado?

Pídele a Dios que te ayude a dar
con generosidad.

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