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Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que
siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
RO M A N O S 5 : 8

Pocas personas olvidan su primer auto, especialmente si lo compraron con su propio dinero. Ana no podía comprar algo demasiado lujoso. Había ahorrado una cantidad decente de dinero trabajando en un restaurante de comida rápida por poco más de un año. Se iba en bicicleta al restaurante, aprovechaba la comida gratis que les proveían como beneficio por ser empleados e incluso se había limitado a salir con amigos solo una vez al mes. Aun así, ella tenía solamente $2000 dólares cuando llegó el tiempo para comprar un auto.

Cuando llegó al lote de autos y comenzó a buscar, parecía que no podría encontrar nada de su agrado. Todos los carros usados estaban fuera de su presupuesto. Había aprendido a negociar precios de su padre y madre, pero estaba comenzando a preocuparse. Luego, al fondo del lote, la vio. Fijó sus ojos en un auto que nombraría Berta. Tenía un par de abolladuras, le faltaba pintura en algunas partes y el espejo retrovisor estaba un poco caído; pero, fuera de eso, el carro estaba en buenas condiciones. El motor estaba intacto e incluso tenía un rendimiento satisfactorio. Era lo que el vendedor consideraba un «carro feo».

Aunque tenía los asientos rotos, el portavaso pegajoso y la radio descompuesta, los cinturones de seguridad funcionaban, el cuerpo del carro estaba firme y tenía poco kilometraje. Aunque a primera vista parecía que el carro debía haber sido tirado en un lote de chatarra, todavía le quedaba mucha vida. Así que, después de la prueba de manejo, sin duda alguna, Ana dijo: «¡Quiero este!».

Negoció el precio un poco y logró cerrar la negociación con suficiente dinero como para reparar los asientos y llenar el tanque de gas. Un par de años después, este carro tendría nueva pintura, cero abolladuras y una radio funcionando. Ana pudo visualizar que este carro estaba lejos de ser material para un lote de chatarra.

Cristo trabaja de manera similar. De acuerdo con el mundo, somos un auto abollado, pero Cristo vio nuestro potencial para darle gloria a Dios. Él nos quiere como somos, con todo y abolladuras, aun sabiendo que estamos lejos de la perfección. Aunque estamos a kilómetros de ser perfectos, Él nos escoge y nos ama, nos usa para hacer la voluntad de Dios cada día. Hay gozo en saber que incluso con nuestras abolladuras y raspones, Dios vio una creación hermosa, esperando ser usada.

SEÑOR, GRACIAS POR ESCOGERME. GRACIAS
POR AMARME CADA DÍA. GRACIAS POR VER MÁS
ALLÁ DE MIS ABOLLADURAS Y RASPONES, Y POR
AMARME Y USARME A PESAR DE TODO. AMÉN .


Un devocional de 100 días de gozo (B&H en Español)

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