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Por Marisol Tavarez 

Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, fidelidad, bondad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley. (Gálatas 5:22-23)

En contraste con las “obras de la carne”, Pablo describe el “fruto del Espíritu” como la actuación de nuestro espíritu regenerado e impulsado por el Espíritu Santo, por eso Pablo llama “fruto” a la pura consecuencia de estar “en Cristo” (Juan 15:1-5).  Las obras de la carne eran muchas debido a nuestro extravío por múltiples caminos Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, Nos apartamos cada cual por su camino. (Isaías 53:6) Esos caminos son desintegradores; mientras que el fruto del Espíritu es uno solo, como un racimo y a medida que avanzamos en santificación ese fruto se va desarrollando.  

Ese racimo que es el fruto del Espíritu contiene tres grupos de tres virtudes cada uno: 

Grupo 1:  Es el conjunto de virtudes que nos capacita especialmente para una santa comunión con Dios: amor, gozo y paz.

Grupo 2:  Es el conjunto de virtudes que nos capacita para relacionarnos con personas: paciencia, benignidad y bondad.

Grupo 3:  Contiene las virtudes especiales que nos permiten relacionarnos con nosotros mismos, es como el broche de cierre que caracteriza el carácter cristiano: fidelidad o fe, mansedumbre y dominio propio.

La benignidad (en el griego Khrestotese) viene de una raíz que significa ser útil y servicial; se muestra en particular en la bondad o compasión. Es amabilidad práctica que se ejercita en el trato con las personas necesitadas (pobres, enfermos, niños, drogadictos, etc.)

Como mujeres regeneradas, hemos probado la benignidad de Dios, por ende, debemos ejercitarnos en la compasión hacia los que sufren; si es que habéis gustado la benignidad del Señor. (1 Pedro 2:3)

La bondad, es la virtud que nos inclina a hacer el bien, es una tendencia natural, espontánea, del vocablo <agathosune> es la idea de nobleza de carácter, es como la combinación de justicia y amor. Porque difícilmente habrá alguien que muera por un justo, aunque tal vez alguno se atreva a morir por el bueno. (Romanos 5:7)

El Señor ha sido bueno con cada una de nosotras. La bondad es un atributo increíble de Su carácter y que particularmente experimento a diario en mi vida. Dios es justo y por medio de nuestro Señor Jesucristo nos ha justificado. Dios nos ve a través de Jesucristo; no ve nuestra iniquidad y pecado. Somos vistas por Sus méritos.  Así que, como dice el Salmo 34:8 Prueben y vean que el Señor es bueno. ¡Cuán bienaventurado es el hombre que en Él se refugia!

Podemos usar nuestros sentidos para palpar Su bondad. Cada día podemos probarlo al despertar,  al levantarnos, al contemplar el amanecer, al deleitarnos viendo todo lo hermoso que hay en la naturaleza. Vemos el cielo plagado de aves coloridas, verdes árboles con o sin frutos, flores con aromas y colores diversos. El mar, escuchar diferentes sonidos, gustar de los alimentos, dar y recibir el amor de nuestra familia y amigos, eso es realmente probar y ver la bondad de Dios.  

Es por esta razón que deberíamos ejercitar la bondad para con nuestro prójimo porque hemos recibido primero la inmensa bondad de Dios, tal como el apóstol Pablo nos dice en Romanos 15:14 En cuanto a ustedes, hermanos míos, yo mismo estoy también convencido de que ustedes están llenos de bondad.

La fidelidad, pertenece al tercer grupo de virtudes. La fidelidad es lo que hace a una persona digna de crédito, tanto en lo que se declara como en lo que promete a otros.  

La fidelidad es uno de los atributos de Dios que más frecuentemente se declara en las Escrituras:  La justicia será ceñidor de Sus lomos, Y la fidelidad ceñidor de Su cintura. (Isaías 11:5)

El Dios fiel es digno de nuestra fe y confianza, Él guarda Sus promesas y el pacto, cumpliendo con Su palabra; también cumple Sus amenazas. (Deuteronomio 7:9; 32:4; Nehemías 9:33; Salmos 36:5). 

Es inmutable (Salmos 90:1-2). Es fiel y justo para perdonarnos por la obra cumplida por Jesucristo (1 Juan 1:9).

Por todas estas razones, la fidelidad debería ser también característica del creyente, ya que es un aspecto importante del fruto del Espíritu. Es una cualidad que Dios demanda de quienes somos dispensadoras de los misterios de Dios. Hermanas, oremos al SEÑOR para que nos ayude a ser fieles en todos los aspectos de nuestra vida, porque separados de Él, nada podemos hacer. (Juan 15:1-5)

El Señor derrame sus más ricas y abundantes bendiciones sobre cada una.

María del Carmen Tavarez Cordero, cariñosamente conocida como Marisol. Es miembro de la Iglesia Bautista Internacional, escribe para Mujer para la gloria de Dios, le apasiona enseñar, evangelizar y escribir acerca de las maravillas del Señor. Tiene una Maestría en Ministerios del Seminario Bautista del Sur.

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