Por Salme Weatherford
Juan 1:14
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas.
Génesis 1:1-2
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este, era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
Juan 1:1-4
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.
Juan 1:14
Dios sin principio crea. No se presenta. Simplemente entra en escena, en poder y resplandor. No pide votación ni opinión. De acuerdo a Su voluntad y plan, crea con el poder de Su Palabra, es Verbo, es Logos. Y ese mismo Dios que existía como el gran Yo Soy, se hace hombre y habita entre nosotros, EMANUEL.
Esto puede parecer extraño para muchos, es un concepto raro, difícil de entender pues algunas religiones presentan a dioses foráneos, extranjeros y lejanos; que crean pero que una vez que termina se desentiende. El Dios de la Biblia es un Dios en misión. Es cercano, personal y habita entre nosotros.
¡Aquí entre los seres humanos está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos y ellos serán Su pueblo. Dios mismo estará con ellos y será Su Dios (Apocalipsis 21:3).
Desde Génesis 1 y hasta Apocalipsis 22, de principio a fin, Dios es un Dios personal, presente que salva, guía y protege.
El Verbo se hace carne. Ese Verbo que es el mensaje que se predica a través de toda la Biblia, es Cristo. Ese Verbo, que es Dios, es un anuncio de amor y de redención. La Navidad es tiempo de escuchar y recordar ese mensaje porque es un plan personal con implicaciones eternas. (Hebreos 1:3)
Dios se involucra de manera humana en Cristo, cuando el Verbo, Dios se hace carne. Dios se humilla al habitar entre nosotros pecadores, en un mundo caído. Dios toma ese pecado y nos limpia. Dios cercano experimenta el pecado de la humanidad, y aunque el mismo no peca (Hebreos 4:15), se hace carne para pagar el violento precio de la maldad y salvarnos de el juicio de muerte eterna que merecemos.
Dios en la carne es un mensaje, un regalo de gracia para todo pecador. Nos creo para tener una vida abundante que solo se da cuando estamos en una relación personal con Él. Desde Génesis 3, el pecado nos separa porque Dios es santo, santo, santo…limpio y sin pecado…(Habacuc 1:13, Apocalipsis 21:27)
El pecado es tan aborrecido por Dios, que su paga es muerte. (Romanos 6:23a)
Cada pecado cometido por cada ser humano requiere juicio y castigo. Cada mentira dicha, sea grande o sea chica, cada envidia que nace en el corazón, ese chisme pronunciado, desde aquel pequeño enojo, hasta el gran asesinato, cada pecado ofende la santidad de Dios y merece muerte eterna.
Pero Dios es amor y se hizo carne para que, al venir, tomara tu pecado y lo cargara en la cruz, pagando de una vez y para siempre. Ese Verbo, Jesucristo, Dios eterno y santo, en carne vive una vida perfecta que tú no puedes vivir. Ese Verbo muere, pagando lo que tú mereces y resucita como testimonio de que tus pecados han sido cancelados. Dios se mete en el mundo y muestra gracia y verdad. Y eso es justamente lo que ves en el pesebre esta Navidad, la culminación del mensaje de gracia, un regalo que impacta la eternidad. Ese niñito en el pesebre es Dios en la carne que vino por ti.
La Navidad es un recordatorio de que a Dios le importas, no hay problema o secreto ni pecado vergonzoso que este fuera del conocimiento y de la gracia de Dios. Se hizo carne, y pago tu culpa.
Así que cuando recuerdes a Jesús en ese pesebre, recuerda que Dios en la carne, es la culminación de ese mensaje de gracia, es un regalo de salvación para ti. Y si con fe “confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9) desde hoy y para siempre.
¡Feliz Navidad!